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Momentos de cambio


“Todos piensan en cambiar el mundo,

Pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo.”

León Tolstói

Servir a la ciudadanía desde una posición de poder, es un privilegio que muchas personas quisiéramos tener y que pocas de las afortunadas, saben aprovechar. Lo digo de esta manera, porque contribuir a la solución de problemas y luchar diariamente en la búsqueda de una mejor sociedad es un deseo que todas y todos anhelamos al percibir las circunstancias de nuestro entorno.

Con frecuencia nos lamentamos por el actuar de nuestras autoridades, condenamos acciones de corrupción e impunidad, y buscamos a quien responsabilizar por el rumbo que diariamente toma nuestro país.

Soñamos con transformar la realidad, con poder ayudar a quienes lo necesitan e incidir en la aplicación de castigos ejemplares para quienes, de manera inconsciente se suman a agravar la crisis en la que nos encontramos, o por lo menos, así considero que sería la visión ideal de una persona con criterio, descontenta con el sistema que nos rige e indignada por las injusticias que diariamente se cometen en contra de la ciudadanía.

Pero lo cierto es, que no necesitamos de mucho para convertirnos en agentes de cambio. Lo fundamental, radica en agregar voluntad a nuestras buenas intenciones y transformarlas en determinación para hacer el bien, desde el lugar en donde nos encontremos y con las herramientas que contemos. Pues es por todos bien sabido que, quien quiere, busca motivos; quien no, encuentra pretextos.

En este sentido, sí miramos a nuestro alrededor observaremos a dos clases de personas: las que optan por lamentarse sin hacer mayor cosa y las inconformes que diariamente se despiertan con la idea de mejorarse a sí mismas, inspirando al mundo con su ejemplo y entorpeciendo la comodidad de quienes tienen la obligación de actuar con probidad, pero no lo hacen.

Al hablar de esos cómodos con obligaciones, me refiero al funcionariado que vive a expensas del pueblo, preocupándose únicamente por su bienestar y el de sus allegados, inspirados en la riqueza económica y olvidando su ética. Personas que aprovechan su posición para violentar los derechos de los demás, para conseguir sus objetivos políticos sin importar sobre quien deban pasar.

También, a quienes teniendo el deber de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos, inciden en actos de discriminación. A los que no se preocupan por brindar un servicio de calidad, a quienes rechazan el aprendizaje, condenan desde sus prejuicios y se resisten a evolucionar.

Hablamos de los políticos que prostituyen la democracia para obtener beneficios personales, escalar posiciones y/o mantenerse en el poder, a través de promesas que son una burla para la ciudadanía; incluyendo de manera general a los partidos políticos, quienes cínicamente tratan de hacernos olvidar en cada cambio de administración las atrocidades que cometieron por acción u omisión cuando tuvieron la posibilidad de gobernar.

¿Qué hacer ante este tipo de personas y situaciones? Además de evidenciarlos y demostrarles que tenemos memoria, debemos exigirles el cumplimiento de sus obligaciones en cada oportunidad que se nos presente, reclamar nuestros derechos haciendo uso de los mecanismos de protección estipulados en nuestra Carta Magna. Informarnos, encarar su cinismo, denunciar, alzar la voz ante la injusticia y, sobre todo, razonar de manera consciente nuestro voto como parte del ejercicio de nuestros derechos político-electorales.

Se dice que el mejor momento para buscar el cambio es hoy y por las circunstancias en las que nos encontramos en este año, lo convierten en una ocasión ideal para intentarlo. Podemos comenzar por asumir nuestras responsabilidades, por entender que nuestro entorno es la suma de consecuencias de nuestro actuar, que los cambios son el resultado de un esfuerzo colectivo y estos surgen mediante una decisión individual.

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