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Las promesas

Al momento de escribir estas líneas, pocas horas han transcurrido desde la publicación del “nuevo Acuerdo” y es difícil lanzar conclusiones en profundidad sobre la tarea desarrollada en propuestas y cónclaves. Estudios comprobarán que puede ocasionar conjuntivitis aguda en 40 días.

El borrador firmado por los jefes negociadores el sábado de puente novembrino, pasó de tener 297 a 310 páginas y ha sido puesto a consideración de todos (tanto el Sí y como el NO) para su análisis.

Hay que recordar que la “libre manifestación de la voluntad del Gobierno Nacional y de las Farc” no es la del constituyente primario y el concepto de “la Mesa es soberana” no es exactamente el sometimiento a la Constitución, sino por el contrario, el mecanismo para eludirla. Si bien está intacta la competencia para mantener el orden público y negociar, eso no permite imponer el texto que les dé la gana, ni obrar en contra de medio país productivo. Esta afanosa firma es una “rubrica ad referéndum” como lo dijo la Sentencia C-379 y habrá que refrendar cumpliendo esa condición. En positivo, la “actualización v.1.2.0” es mejor que el óptimo y finado texto de septiembre, según lo confiesan desde La Habana. Los avances se concretan en las promesas de poner un billete propio para reparar víctimas, menos emisoras, mismos voceros parlamentarios, mas magistrados nacionales, menos curules a dedo, mas garantías de seguridad, menos oenegés acusadoras, mas precisión en género y en familia, menos presupuesto para el partido y, claro, menos tiempo para investigar y acusar. Como ñapa generosa, otra promesa: permitir entutelar las sentencias, en 10 o 15 años.

Sin embargo, el talante imperial y soberbio inmortalizado en el discurso londinense halló buen remedo en el “no se revisa, ya se les dió gusto” de Leyva Durán. Sabemos que “el diablo está en los detalles”. Y en los silencios. El único gusto ha sido conocer las verdaderas “líneas rojas” de las Farc. Sus inamovibles conocidos eran la conexidad de la rebelión con graves crímenes internacionales (ahora sujeta a la ley vigente), las seudo-cárceles veredales intermitentes y evitar responsabilidades individuales por las desapariciones, las torturas, los asesinatos, las violaciones, el reclutamiento, los atentados terroristas, etc. Todo eso justifica renunciar al catastro rural. Pero hay detalles a los que no pueden renunciar: el finado Cuerpo Élite, esa especie de Gestapo criolla creada para perseguir “inclusive” al que se le atraviese a “sus intereses” del Acuerdo, hoy goza de robustecida salud. Todavía no está clara la entrega completa (no dejación parcial) de las armas. Tampoco las condiciones de elegibilidad de máximos responsables amnistiados o indultados. El silencio en el tema de niños y secuestrados promete ser resuelto en un incierto futuro por una comisión “urgente”. Las víctimas de las Farc siguen mimetizadas, desaparecidas o, en el mejor de los casos, amordazadas. Los prometidos indultos automáticos a milicianos (encargados de siembra, gramaje, laboratorios, insumos, rutas, sobornos y también extorsiones), son al tiempo premio y amenaza. Esta gabela se parece mucho al “mico” denunciado por el Fiscal Martínez, negado con hálito de inocencia por el mismo Ministro que estará encargado de tramitar los indultos. Ya hay unas voces serias que sugieren denunciar el Estatuto de Roma y salirse de la competencia de la Corte Penal Internacional. Otros hacen listas de hasta 68 modificaciones, sin despeinarse al advertir que no habrá mas penas que las máximas establecidas, sin importar que exista Concurso de delitos o pluralidad de condenas, para combatientes y milicianos igual.

Las promesas de paz no pueden cuantificarse en un simple “Control de cambios”. Y el cansancio puede rendir voluntades, pero también enconar rencores que pueden hacer infructuoso todo el esfuerzo.

Llamemos las cosas por su nombre: la no extradición (incluyendo las eventuales reversiones de las del pasado), el depósito en Suiza a modo de tratado como “Acuerdo Especial” en términos del Artículo 3 Común y su consecuente incorporación con rango constitucional, los indultos, las gabelas judiciales, la reserva expresa de erradicar fumigando (que se tenía, pero que se suspendió) mas que odiosas leguleyadas parecen ser la capitulación necesaria para la legalización de la droga y la operación de lavado de activos mas grande de la historia.

Un narco-estado es un legado y un lujo que no le luce a un Nobel de Paz.

Otrosí: Colombia tiene una deuda inmensa de gratitud con Diana Sofía Giraldo y su lucha por visibilizar a víctimas de atrocidades de elenos y farianos. Toda mi admiración y respeto para ella.

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