Me llamó la atención el comentario que me hiciera una amiga, respecto a una llamada que recibió de una muy connotada emisora radial, para preguntarle su opinión sobre el ‘Fast Track’ y su concepto de ese mecanismo que acababa de avalar la Corte Constitucional. Muy sinceramente, ella le respondió al encuestador, que primero necesitaba saber qué era eso, porque no tenía ni idea de lo que le estaba preguntando, a lo que yo presumo, que su respuesta fue a dar a la casilla de NO SABE, NO RESPONDE, pero que define la realidad de lo que el grueso del conglomerado social entiende por este mecanismo expedito.
Me asalta la duda si con el Plebiscito sucedió lo mismo y por eso el índice de participación fue más que vergonzoso para el sistema democrático más sólido y duradero del continente. Primero que todo hay que explicar que es el ‘Fast Track’, o en palabras castizas corrientes y sencillas ‘Trámite abreviado o breve’.
DEL AVAL DE LA CORTE CONSTITUCIONAL No haré una disertación sobre la Constitucionalidad o inconstitucionalidad del aval dado por la Corte, para que el Congreso de la Republica, a través de sus dos Cámaras, realice la IMPLEMENTACIÓN REAL, es decir la MATERIALIZACIÓN de los acuerdos firmados con los delegados de las Farc (Voces de Paz).
No, la reflexión en esta columna tiende a visibilizar la urgencia que tiene el país, de ver materializado el acuerdo de paz, ese consenso entre las partes, y que esa materialización reduzca los índices de polarización en la que se encuentra inmersa la sociedad colombiana, unos porque ansían esos acuerdos, otros porque se oponen a esa forma de hacer la paz, y lo más desconcertante a los que no les interesa ni una ni otra posición; es decir son inermes ante la realidad que se vive en la dinámica política y social.
Pero es que frente a las grandes problemáticas que asoman en nuestro país, lo que menos se puede pedir de sus coasociados es indiferencia. Cabe resaltar que este AVAL de la Corte Constitucional abre la puerta para que el Poder Legislativo busque, a partir de este momento, visualizar el cambio de su sistema definido en la técnica parlamentaria, y dimensione que el tiempo es vital para que las grandes iniciativas nacidas en su seno puedan –a partir de este ‘ensayo constitucional’– revertir en mayor eficiencia y agilidad los resultados del trabajo legislativo.
Se puede decir que el ‘Fast Track’ coloca a prueba la eficacia y el resultado sobre la mecánica y sobre la forma. Y es que la forma como el Congreso de la República –de acuerdo con su Reglamento Interno, dado también por el ordenamiento que le asignó la Ley 5 de 1992– se torna engorroso, denso y distante en su síntesis a los intereses de urgencia de una democracia que necesita reinventarse.
Podemos ver que el globo entero está sacudiendo sus estructuras de consenso. Lo sucedido en Italia recientemente, en el Reino Unido (que parece ser no es tan Unido), en el Parlamento Checo, en la Asamblea de Venezuela –por citar un buen número de ejemplos universales– nos dan a entender que lo que heredamos de la cultura grecorromana está llamada a reformularse para satisfacer las múltiples necesidades de las comunidades actuales. Pretender que nuestra democracia se limite a buenos oradores y perfectas técnicas de gestión normativa, y se congestione en el desarrollo de las iniciativas que darán vida a la solución de nuestros dilemas, es menos que mezquino. Hoy se exige a la sociedad total, pensar en lo que es urgente e importante.
CONSENSO EN LA PLURALIDAD Nuestra apuesta desde la sociedad civil es al debate a la formulación de tesis, a la confrontación de estrategias, pero sobre todo, a avanzar. Discrepo de quienes utilizan el olvido de las mayorías, para imponer sus tercas tesis de legalismo absoluto. No hay un solo hombre por vil, que parezca que no merezca una oportunidad, nos concierne a todos, vigilar que esa nueva oportunidad esté legislada y no desbordada, pero sobre todo dada en tiempo. Los avances tecnológicos, el correr mismo de la vida actual o modernidad como lo han definido acertadamente los sociólogos, nos exigen más responsabilidad, pero ante todo presteza en la defensa de los intereses comunes. Bienvenido el debate, bienvenido el ‘Fast Track’ siempre y cuando reabunde en beneficios para todos y cada uno de los coasociados que anhelan y necesitan una sociedad justa, pacífica y posible en la construcción de cada uno de los proyectos de vida, que nos identifican como nación.
EL TRABAJO LEGISLATIVO FRENTE A LOS RETOS QUE SE AVECINAN Es claro que a partir de la implementación de los acuerdos de paz –a través del mecanismo expedito del ‘Trámite breve’– hará revaluar la forma de la mecánica legislativa. Nace la opción de que no sólo los acuerdos de paz sean tramitados por esta nueva forma excepcional, sino que las demás dinámicas del Estado, que confluyen en el Legislativo para su normatización, ahora acudan a un nuevo modelo de discusión y laboratorio legislativo.
Y no es que se piense en establecer una forma atropellada de crear leyes –no, y mil veces no– pero si, de discutir si la técnica de legislaturas y vueltas en comisiones y en plenarias, es la que en realidad sienta las bases de una ley que cumpla los requisitos que se propuso esta técnica: validez, justicia y eficacia.
Podemos ver que el gran porcentaje de nuestra legislación no cumple en la realidad práctica esta triada de mínimos que se buscan cuando se embriona una ley. La validez tiene que ver con la oportunidad y vigencia dada por la ley para ser aceptada por el conglomerado. La Justicia: que sea útil y fije el común denominador repartidor de derechos y obligaciones erga-omnes. Y, el estadio mas perseguido pero poco logrado tiene que ver con la eficacia. Esto es que la Ley, norma o decreto, no se quede sólo en el papel, sino que cobre vida, produciendo efectos en el tiempo y en el espacio. Quiere decir esto que la eficacia debe llegar a todos los extremos del territorio, que debe vincular con fuerza a todos los estamentos de la sociedad, que regule la conducta de todos en uno o varios estadios de la vida de cada coasociado, que vincule con fuerza y no con sanción, la búsqueda del bien común. Y hago referencia a la fuerza de la ley, no de la que ejerce el Estado para hacer cumplir la ley. La fuerza de la Ley, tiene que incidir en la aceptación por convicción que es útil, pertinente, oportuna y cierta para las necesidades en las que fue creada. Dicho de otro modo, esperamos que este ensayo legislativo, sea una manera de equipar la democracia con un nuevo mecanismo de discusión, en busca de la eficacia. Es mucho el camino que queda por recorrer. Es preciso citar a Salustio: “Con la concordia crece lo pequeño, con la discordia se arruina lo grande”. Que los destinos de nuestra democracia tiendan a fortalecerse y a formular nuevos métodos para su implementación.