Desde que tengo el placer de escribir cada 15 días para esta revista (CIUDAD PAZ), me he sentido en la obligación moral de escribir sobre paz. Sin embargo, hasta ahora he abordado casi todos los temas que escribo, desde una mirada actual, es decir, aplicándolos a un contexto contemporáneo. Debido a esta restricción autoimpuesta, no había podido hablar sobre un tema que me apasiona: Pacifismo; y es que el pacifismo es un término que usamos ligeramente sin entender sus ramificaciones, y sin plantearnos debates morales. ¿Comenzamos?
El concepto de pacifismo fue usado por primera vez por el francés Émile Arnaud (fundador de la liga internacional por la paz y la libertad) en el décimo Congreso Universal de Paz, y básicamente se constituye como un principio moral, que reza que el uso de la fuerza es errado sin importar la razón. Suena sencillo, y pareciera como un principio fácil de respaldar y asumir, pero antes de preguntarles su posición, permítanme contarles la historia de Norman Gaudie. Durante los primeros 18 meses de la primera guerra mundial, casi dos millones y medio de hombres se unieron voluntariamente al ejército británico. Sin embargo, al final de 1915, era ya evidente que el reclutamiento voluntario no iba a dar abasto y el dos de marzo de 1916 se dio paso al servicio militar obligatorio para los hombres entre 18 y 41 años. Como toda norma, tenía sus excepciones: tener amigos influyentes (a eso le llamaban un certificado de excepción), ser viudo, tener niños dependientes, estar muy enfermo y ser líder religioso. Todos los demás, a la guerra.
Existía un pequeño tecnicismo legal. Aquel que aducía una “objeción consciente” en contra de combatir, ya sea por motivos religiosos o morales, podía prestar sus servicios a la patria o ayudando a financiar la guerra, o por medio de trabajo forzoso también destinado a apoyar al frente de batalla, por ejemplo, construyendo misiles o manejando ambulancias, etc. Sin embargo, 985 hombres, pacifistas absolutistas se negaron a ejercer cualquier acción que ayudara o promoviera el desarrollo de cualquier guerra. Éstos fueron sujetos de cortes marciales que los condenaron a prisión en condiciones pírricas y fueron tratados como cobardes y traidores a la patria, muchos de ellos murieron encarcelados –debido a lo forzoso de los castigos a los cuales eran sometidos– y algunos, incluso, fueron linchados después de la guerra.
Dentro de estas personas estaba Norman Gaudie, cuáquero y centro delantero suplente del Sunderland Football Club. En abril de 1916, Gaudie fue arrestado y multado con un monto absolutamente pagable en relación con sus ingresos. Se rehusó a pagarlo por considerar que atentaba contra sus principios, lo cual fue mérito suficiente para ser enviado a las barracas del Castillo de Richmond, en donde junto a otros quince absolutistas (conocidos como los dieciséis de Richmond), se rehusó a aceptar cualquier orden militar, ya que consideraba que cualquier orden acatada sería contribuir al acto de guerra.
Los dieciséis de Richmond fueron condenados a la pena de muerte por pelotón de fusilamiento, y se les permitió una oportunidad de reconocer su error y ratificar su lealtad a la patria, Como se podrán imaginar, se rehusaron. Pero gracias a lo controvertido y publicitado del caso no fueron fusilados, sí enviados a picar piedras en condiciones extremas.
La convicción de Gaudie sobre sus principios morales fue tal, que, durante casi diez años, teniendo la oportunidad de retractarse, persistió en su ideal. Cuando fue liberado (mucho después del final de la guerra) se enteró del cruel chiste de que la piedra que picó, se usó para construir carreteras militares. ¿Se consideran pacifistas?
Existen distintos tipos de pacifistas, Gaudie y los dieciséis de Richmond están en el extremo del espectro, siendo pacifistas absolutistas, los más puros de todos. Bajo ninguna circunstancia se justifica la violencia. Ellos prefieren morir que vivir una vida inmoral. Sin embargo, hay también pacifistas pragmáticos, que no están particularmente en contra de la violencia, pero la consideran poco eficiente, y existen algunos casos en los que vale la pena usarla como, por ejemplo, la abolición de la esclavitud, bajo el principio de que la cantidad de cosas malas resultantes de dicha guerra, son ‘menores’ a la cantidad de bien producto de dicha guerra, en este ejemplo, el fin de la esclavitud. Hay pacifismo colectivo, que parte de la premisa: si alguien atenta en contra de la paz colectiva, es justificable el uso de la violencia con dicho individuo, para garantizar la paz de la mayoría. Bajo este tipo de pacifismo se justifica, por ejemplo, la pena de muerte a violadores o asesinos en serie.
Por último, están los pacifistas por falibilidad, que consideran que jamás se tendrá suficiente información que permita tomar una decisión objetiva sobre asistir o provocar una guerra, ya que no se podrá saber si con un acto de guerra se mejora o empeora la situación a mejorar, por ejemplo, en el caso de la esclavitud, una guerra podría generar que los esclavistas tomen represalias sobre sus esclavos y los maten, generando mayor daño aún que la esclavitud misma. ¿Se consideran pacifistas?
Considero importante no tomar a la ligera estos conceptos, indignarse por el uso de la violencia y tomar posiciones públicas pacifistas es excelente. Esta revista está llena de opiniones y contenido que promueve esos ideales, sin embargo, mi invitación va a que realmente reflexionemos y nos planteemos debates filosóficos que nos permitan asumir posiciones informadas, porque así, es más fácil y efectivo argumentar, convencer y promover el ahimsā (principio de la no-violencia).
Amor y paz.
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* Fernando Martínez Cure es el Gerente del Laboratorio de inclusión productiva en el Departamento Administrativo para la Prosperidad Social, allí lidera el equipo encargado de diseñar y medir programas y políticas de inclusión productiva para población vulnerable. Ha trabajado para ACNUR en Ginebra, Suiza; desarrollando estrategias de monitoreo y evaluación. También ha trabajado en proyectos sociales en India, Kenia, Reino Unido, Colombia y Brasil, con particular énfasis en procesos participativos, evaluación de proyectos y proyectos de desarrollo de paz. Cuenta con una Maestría en Desarrollo Social de la University College London.