Por más que muchos de los escépticos y opositores al Gobierno no lo quieran reconocer, las Farc (como organización) tienen unos compromisos, que ineludiblemente tienen que cumplir.
Si bien, todo el proceso ha estado rodeado de misticismos y, de cierta forma de poca exposición –como si fueron procesos en otras oportunidades–, muchos quisieran ver al secretariado de las Farc entregando las armas como lo hiciera el comandante del M-19 en abril de 1990. Porque es romántico y porque en cierta medida denota rendición. Lo que es cierto es que en este proceso lo que ha primado es dejar en claro que no fue una rendición sino una NEGOCIACIÓN, y como tal, cualquier espectáculo que pueda dejar entre ver una claudicación por cualquiera de las partes, debe estar proscrito del libreto.
Y es que es muy diferente la negociación con una organización de guerrilla urbana, como el M-19, que tuvo golpes mediáticos, y que el último (la toma del Palacio) se salió de todo margen, a negociar con una organización guerrillera de 50 años de entrenamiento constante, que dieron la plena certeza que militarmente no serían derrotadas, porque las fuerzas del orden legitimo del Estado colombiano –que entre otras cosas estuvieron en permanente renovación– demostraron no conocer suficientemente el terreno en el que se movieron las Farc, es decir, el monte.
Sí, hay que admitirlo, así como Estados Unidos nunca ha admitido su derrota en Vietnam y en Camboya, las Fuerzas Militares deben reconocer que si bien el Ejército no claudicó en su misión de combatirlas, otra cosa muy diferente era derrotarlas. Un espacio geográfico donde primó lo político sobre la estrategia, y es que en sí misma, la guerrilla y sus golpes no han sido los males que aquejan aún a la sociedad colombiana.
La pobreza, la miseria, el narcotráfico, la corrupción, la falta de estado en las regiones apartadas del país, la desnutrición, la fuga de capital humano por falta de oportunidades de igualdad en el país, la falta de un programa educacional a largo plazo y el desempleo son los verdaderos problemas que –ahora después del conflicto– la sociedad tiene que dimensionar en su verdadera realidad.
Ya no será excusa aplazar programas de expansión social. Es urgente que la descentralización y la autonomía regional se conviertan en las verdaderas armas para empoderar a las regiones y colocarlas en el contexto de progreso real del siglo XXI.
El reto de las últimas convenciones económicas, como el Foro de Davos (Suiza), no es la paz, sino el desarrollo y la equidad. Si bien el terrorismo ocupó la primera plana de las agendas en la década pasada, como sociedad nos compete vislumbrar una sociedad competitiva, equitativa, progresista y redistribuidora de la riqueza, que sea el verdadero antídoto contra la violencia y la pobreza.
La entrega de armas que están efectuando las Farc –en cualquier país sería una gran noticia– no sería tratada con la opacidad con la que la prensa nacional ha cubierto este escenario. Vuelvo a repetir: las Farc tienen unos compromisos, y deben cumplirlos porque están sometidos a un ACUERDO que el mundo ha vigilado constantemente. El Ex presidente uruguayo Pepe Mujica ha comparado a Colombia como un Laboratorio exploratorio ejemplo para el mundo. Y esto, visto desde afuera, nos debe animar a creer en que la solución de nuestros conflictos puede ser real si los llevamos a la concertación de lo fundamental.
Hoy estamos convencidos como sociedad, que es imperativo un cambio en la forma de pensar, que debe existir una responsabilidad por los actos cometidos, desde todos los puntos vistos en el conflicto, pero ante todo debemos aprestarnos psicológicamente, y realmente, a vivir en un país enmarcado por los derroteros del progreso y la igualdad. Esta es la oportunidad para cambiar nuestro modelo político, ajustar el económico y transformar el social. No es necesario que todas las primeras páginas de los periódicos estén retratando el paso a paso de la consolidación del proceso de Paz, necesitamos que esos gestos se traduzcan en verdad, en justicia y en equidad, que son las nuevas armas que debe utilizar las Farc para conquistar el pensamiento de la sociedad colombiana.
PD: Que el privado de la libertad SAMUEL MORENO ROJAS haya tramitado una pensión de congresista, no sólo es ofensivo, grotesco y desproporcionado, sino que demuestra que él no está bajo el imperio de una verdadera sanción social. Que las autoridades penitenciarias y judiciales impidan la ridiculización de la justicia con estas actuaciones irreverentes.