INSULTOS, ATAQUES PERSONALES, HUMOR POLÍTICO
Ad portas de celebrar los 108 años de Independencia y grito de libertad, vale la pena reflexionar acerca del uso de esos derechos libertarios, concedidos con el grito de Independencia y refrendados mediante cada una de las Constituciones que nos han regido desde 1811, cuando el Estado Soberano de Cundinamarca, elevó la primera carta de derechos para los coasociados.
Es lamentable que las noticias de estas semanas se dedicaron a las réplicas mutuas, sobre la forma de entender y distinguir el uso de los medios de comunicación, tanto por parte de quienes ostentan una dignidad y de quienes escriben en los medios a título de periodistas.
El humor Político, que en nuestra cultura colombiana, se puede remontar a las caricaturas publicadas en el semanario Mefistófeles hacia 1897, cuando la caricatura empezaba a rendir sus frutos de sátira política, sigue siendo una de las formas amenas pero sinceras de leer hoy el acontecer nacional e internacional.
Hoy, el efecto es el mismo, solo que se ha perdido el límite entre la sátira y la ofensa, y también se perdió el límite entre la réplica y el insulto. El que un periodista reconocido, y que además cuenta con la herencia de las mejores plumas literarias de casi 150 años, hace que se le exija mas allá de su estilo y de la forma de comunicar sus intenciones, que éstas, estén enmarcadas dentro del respeto por la figura de la dignidad humana, derecho primísimo rescatado en la legislación penal que nos rige actualmente.
Al igual, en uso de la réplica, se le exige a los contradictores o destinatarios de esas sátiras, que ante todo se respete la individualidad del ser humano y el derecho al buen nombre, que en un solo comunicado de menos de 20 líneas, acaba no con la reputación, sino la vida misma de una persona, que deberá ahora aprestarse a recibir el rechazo o mínimo la mirada de la duda, por las graves imputaciones por parte de quien las profirió, siendo un líder de opinión, así muchos no lo reconozcan como tal.
Es así como la irresponsabilidad en el uso de los medios de comunicación y las redes sociales hace que se pierda ese norte y línea divisoria entre el ejercicio de la libertad de prensa y expresión, y, del otro lado, el derecho a la contestación objetiva, razonada y fundamentada.
UTILIDAD Y EFICACIA DE LOS MEDIOS EN LA DIFUSIÓN DE IDEAS
No es un secreto que hoy por hoy, la información fluye a raudales por segundo, y son los medios y las redes sociales las encargadas de esa difusión. Cuanto más acceso se tiene a estos medios, más responsabilidad se debe tener al usarlas. Y es que no sólo es pedir ponderación y mesura.
Es la exigencia de quienes recibimos esa información para que se respete tanto al receptor de la información como la de contra quien va dirigido el dardo de la piqueria política o social.
Es que cada uno de nuestros actos tienen tal poder que se nos exige el máximo de cuidado al expresar o responder a las formas todas de criterios y posiciones personales. Hoy, desde esta columna, me permito llamar a la reflexión, a la capacidad de criterio para que los actores del tsunami mediático de estos días, puedan corregir y recoger lo que tanto daño le hace a la opinión, cuando nos encontramos haciendo esfuerzos exigentes para lograr la reconciliación de la sociedad, a pesar de que tengamos reparos no en los principios sino en los procedimientos.
No se puede dejar pasar esta generación, sin que se le exija a quienes producen la información, para que más allá de las pasiones políticas (que tanto daño le han hecho a esta sociedad) nos permitamos sobreponer a ellas sólo y sólo sí el respeto por la persona.
DE LA DIVISIÓN SOCIAL A PARTIR DEL DESLINDE DEL CRITERIO
Vale la pena dedicar unas líneas a la importancia que tiene cada uno en producir sus criterios y expresarlos dentro del marco de la responsabilidad. Y es que a pesar de que cada cual tiene derecho a enarbolar la bandera de la tendencia política que desee, también es cierto que ese enarbolamiento no puede pasar por encima tanto del margen de la ley, como de la sana convivencia.
Tildar a una persona de ser autora de uno de los delitos mas repugnantes, y más allá de no compartir la irreverencia del periodista, tampoco se le puede exponer para que sea despedazado en la arena social, por quienes reciben (muchos de ellos sin criterio propio) el impulso del ataque, y no del derecho de proteger la dignidad que se predica.
Para proteger mi buen nombre no puedo enlodar el ajeno, menos cuando predico mi distancia de la forma que usa mi oponente de pensamiento. No podemos permitir como sociedad que los medios de comunicación, y los medios tecnológicos –como las redes sociales– sean utilizados como tribunas del odio, del exacerbamiento de los ánimos de una sociedad que está harta de pugnas y divisiones.
No se puede confundir el derecho de expresión, con la burla, y el derecho de réplica por el del ataque sin importar las consecuencias de esos despliegues de viscerales comentarios, sólo con el efecto dañino de matar, no sólo a la persona, sino a la credibilidad, a la libertad, a la expresión.
Si de derechos se trata, el de expresión es el primero en la línea luego del derecho innato de la vida.
Confundir criterio, con agresión, es lo que tiene anclada esta sociedad colombiana, desde el siglo XIX, sin permitirnos vivir como sociedad, a pesar de las diferencias.
No es necesario repasar nuestra historia para deducir que ésta forma de comunicarnos como sociedad es tan nociva y le hace hace mal a la comunidad. Las ideas se diluyen cuando las formas de expresarlas no son las adecuadas.
PD: UNA ORACIÓN VIVA LLAMADA VENEZUELA
Hoy quiero invitar a todos los lectores de esta publicación para que unidos en oración permanente se logre el camino democrático en Venezuela, que saciada está de la anarquía. No podemos llamarla tiranía, porque quien ostenta el poder no es monarca. Esta degradación de la forma de gobierno impide que una sociedad promisoria como Venezuela pueda volar sin límites en el cielo de la libertad y el progreso merecido.