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Un llamado urgente a la Decencia


Últimamente los políticos se han vuelto una exhibición de mal gusto y ramplonería que asusta y avergüenza. No se puede creer que en Colombia, por un lado se esté luchando por convivir en Paz, y, por otro, existan individuos que, atropellando todas las reglas de las buenas costumbres y las del ejercicio responsable de la libertad de expresión; se dediquen a incitar a la violencia.

Proponer con voces destempladas que se asesine a un presidente de un país vecino o tratar de violador a un periodista, son actitudes que demuestran que existen líderes en esta nación que no saben argumentar y que sus únicas propuestas no salen de la inteligencia sino de unas pasiones desbocadas dejando ver que son seres con inclinaciones sicológicas que se acercan a lo perverso.

Existen profesiones que, por su esencia, están más íntimamente más ligadas con el respeto a la vida. Tal es el caso de quienes se transforman en generadores de opinión: médicos, sicólogos, abogados, sacerdotes, educadores, trabajadores sociales, enfermeros y veterinarios, entre otras profesiones que se escapan de la mente.

Se supone que aquellos que escogieron esa forma de vida es porque tienen una especial vocación de servicio y que son guardianes de los principios morales que existen en el mundo entero.

Por eso, por motivos éticos, es inconcebible que un penalista, que va a los estrados a defender a aquellos que perdieron la vida en un acto de insensatez de sus congéneres, sea el mismo que esgrima el argumento que, por estar ideológicamente en contra de un gobierno, se puedan tomar las armas y asesinar a un presidente, como si se tratara de un juego de video. No señores. Eso no es lícito, no es decente y no le corresponde a un jurista decir tales insensateces. Todos nos hemos expresado a la ligera muchas veces. Ante una reyerta con alguien lanzamos un “me dieron ganas de matarlo”, pero también sabemos que eso no es lo correcto. Ya que, como dice el adagio popular: “del dicho al hecho, hay mucho trecho”.

Pero eso es algo muy diferente a usar una columna de un periódico para incitar a un grupo de ciudadanos a hacerlo. Hay que tener en cuenta que el columnista genera opinión y eso conlleva una responsabilidad social alrededor de lo que expresa.

En el caso que comentamos, sí se estaba diciendo que se debía pasar a la acción directa. Algo inadmisible para quién dice ser guardián de las leyes. ¿O es que acaso así aconseja a sus clientes? ¿Les aconseja que procedan así cuando tienen algún conflicto o ven vulnerados sus intereses? Sería de una extrema gravedad que así fuera.

La frase dicha es un despropósito inmenso y sin duda alguna, una generadora de violencia.

Colombia no puede ni debe permitir que un penalista se exprese públicamente en esos destemplados términos. Es como si tantos años de violencia política no sirvieran para saber el dolor y daño irreparable que se genera cuando se despiertan los más bajos instintos de un pueblo.

Un ex presidente sabe que sus palabras deben ser sensatas y ajustadas a la verdad. Es, por la misma naturaleza del cargo que ocupó, una persona que es oída con atención por sus seguidores y adversarios.

Querer ganar un debate de opiniones a punta de calumnias e improperios, además de ser poco elegante, demuestra un temperamento proclive a la maledicencia.

Eso de difamar por difamar es un arma utilizada por aquellos que carecen de argumentos. No es serio, es indecente e inelegante y, además, está claro que el agredido tiene todo el derecho de defensa.

Esas palabras dichas a la “sí pega” son de una gran irresponsabilidad social y sobre todo dejan al descubierto un espíritu pendenciero. Los debates se deben construir sobre ideas, sobre propuestas concretas de gobierno, no sobre dimes y diretes. Es demostración de falta de evidente inteligencia y, por supuesto, clara muestra de alguien que no sabe de respeto. Un líder así abre las puertas para que sus seguidores se vuelvan pendencieros y eso, tampoco es recomendable para un país que está tratando de superar los odios de décadas.

No es la hora de atizar fuegos. Es el momento de sentarse a reflexionar sobre un futuro en el que prime la inteligencia y el sentido de responsabilidad social que todos debemos ejercer para hacer crecer a nuestro país armónicamente.

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