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¿Feminista o miedo?


En estos días leí un artículo sobre Liliana Bernal, la jueza que escribió, argumentó y profirió la sentencia de Rafael Uribe Noguera, por el caso de Yuliana Samboní. El artículo resaltaba cómo la jueza decidió usar la sentencia para visibilizar las víctimas que han denunciado más de 15 mil casos de violencia de género, y quien además se autoproclama como defensora de los derechos de las mujeres.

Sin embargo, el artículo cierra diciendo que “...no se atreve a llamarse a sí misma feminista” y lo resalta poniendo la frase en negrilla.

Entonces, me pregunto, si defender los derechos de las mujeres, denunciar violencia de género y emitir decisiones judiciales ejemplares para castigar feminicidios, no es ser feminista, entonces ¿qué lo es?

La frase me causó indignación, es más, me ofendió profundamente porque es evidente que la jueza Bernal es una feminista acérrima, sólo que se deja coartar por los prejuicios sociales que rodean dicho término y, en realidad, le teme a semejante etiqueta. Así es. A la jueza le da miedo declararse feminista, como a muchas otras mujeres, y frente a esto, en lugar de exasperarnos, lo que las feministas deberíamos hacer es desarmar los mitos que rodean este miedo.

En ese sentido, quiero presentarles los argumentos que desvirtúan algunos de los mitos que rodean el feminismo y a las feministas, para que con información completa, todos ustedes decidan si son o no feministas.

Mito No. 1: “El feminismo es lo opuesto al machismo, es la dominación de los hombres por parte de las mujeres”. Falso. El feminismo por definición (según la Real Academia de la lengua Española RAE) es: ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres, ¿verdad hay alguien que hoy en día no sea feminista?

Constantemente debo responderles a las personas que me preguntan ¿por qué si el movimiento en realidad lo que busca es la equidad de género, no se llama ‘igualitarismo’ o alguna otra cosa similar? Y, a ellos/as. les respondo, que no desestimen el movimiento, sólo porque no les gusta el nombre, eso sólo una prueba más de la mala reputación que tienen algunas palabras que hacen referencia a lo femenino, o ¿por qué creen se usan términos femeninos para insultar? Mucha nena, mucha niña, etc.

Mito No. 2: “Las feministas odian a los hombres”. Falso. En mi experiencia, el feminismo te enseña a identificar conductas normalizadas que en realidad tienen un origen machista y que perpetúan las brechas de género y en algunos casos la violencia contra la mujer, de modo que rápidamente empezamos a hacerle caer en cuenta a las personas más cercanas, sobre las cosas que consideramos que no están bien, por ejemplo: no está bien hablar mal de las mujeres por ejercer su sexualidad con libertad, no está bien que tu novio decida sobre ti o te cele en exceso, no está bien hacer chistes sexistas y no está bien desestimar las opiniones de tus colegas mujeres.

El problema es que muchas de esas cosas, son generalmente aceptadas y nuestras protestas se toman como un ataque personal a nuestros amigos y familiares, cuando en realidad, lo único que queremos es todas nuestras relaciones sociales se den en términos de equidad.

Mito No. 3: “Las feministas odian su feminidad y son masculinas”. Falso. Esto probablemente proviene de las feministas hippies, que en modo de protesta, decidían no usar brassiere o no depilarse las axilas, lo cual fue un símbolo muy fuerte en su momento. Sin embargo, lo que las feministas realmente queremos, es liberar a las mujeres de una única y dictatorial construcción de la feminidad, y últimamente también de una única y nociva construcción de la masculinidad; porque allí es donde empiezan a forjarse los roles y estereotipos de género que limitan el desarrollo de las personas y promueven un sistema de desigualdad social.

No es que las feministas queramos erradicar la depilación, queremos que la mujer sea libre para decidir si quiere depilarse o no, y que ello no implique una condena social.

Yo era una de esas mujeres que temía declararse feminista, pero con el tiempo aprendí que cuestionar comportamientos y denunciar desigualdades, no significa victimizarme, ni pedir un trato especial, ni atacar a nadie, aprendí que el feminismo no espera que me convierta en un tipo de mujer específico sino por el contrario, me dejar de ser la mujer que se me da la gana de ser.

Y eso, estimados lectores, es lo que yo quisiera para todos/as.

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