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Vida: ¡Testimonios de la diversidad sexual!


Por JUAN CARLOS GUERRA GUTIÉRREZ

“La uniformidad es la muerte;

la diversidad es la vida”.

Mijail Bakunin

En esta ocasión, decidí aprovechar este espacio para presentarles el 'Colectivo VIDA', un grupo que por sus siglas significa 'Vizcaínos Diversos Actuando', pero que por su nombre engloba el enigma de su definición, el misterio de la existencia misma, la autonomía, la libertad, la razón, la búsqueda de la belleza y la felicidad, un conjunto de etapas a veces sucesivas y otras desordenadas; larga o corta, frágil o fuerte, pero siempre intensa, diversa y por naturaleza, con una exigencia evolutiva.

El 'Colectivo vida' es un grupo multidisciplinario –del cual formo parte- conformado por profesionales en las áreas de psicología, derecho, medicina, trabajo social, educación, artes, nutrición y activistas de la comunidad LGBTTTIQ+; con un objetivo en común: atender, orientar y apoyar a la población que lo requiera en materia de Derechos Humanos de la diversidad sexual.

Como sabemos, la discriminación, la homofobia y los crímenes de odio motivados por razones de orientación sexual conforman un grave problema, que afecta a este sector de la población, y deben ser visibilizados para poder trabajar en la búsqueda de una solución.

Es por ello, que, tratando de aportar a esta causa, Dariana, Jonathan, Abraham y yo, hemos decidido compartir una parte de nuestra historia de vida que siempre habíamos reservado dentro de los límites de nuestra privacidad.

Dariana: el juego de dos roles

“Visualizó mi pasado y me da tristeza, el saber que no tuve la oportunidad y plenitud de vivir como cualquier otra niña. Desde que tengo uso de razón, siempre me incliné por el lado femenino, ya que era lo que indicaba mi mente, corazón y cuerpo. Sin embargo, fue algo de lo que estuve totalmente privada, principalmente por mi familia, la cual siempre me inducia al rol masculino, pero en mí, siempre fue un rol erróneo, al cual yo no pertenecía.

Todo en mi ser, era confuso…

En mis cumpleaños y navidades los obsequios me eran insignificantes, no me llenaban de alegría, por ello los rezagaba y no hacía uso de ellos.

Cuando íbamos de compras mi madre y yo entrabamos en conflicto, porque yo anhelaba la vestimenta femenina, y ella optaba por la contraria, ya que así lo requería mi entorno.

Interactuar con los demás infantes me era difícil, sentía no encajar, por eso prefería aislarme de ellos.

La etapa escolar fue demasiado complicada, porque yo era la persona rara, extraña, distinta la cual no coincidía. Entonces desde temprana edad comienza el contexto social a vulnerarme, y más aún el no tener la confianza familiar o una mano amiga, la cual me proporcionara su apoyo.

Yo era un globo al que podían atacar fácilmente con un alfiler.

Vienen las burlas, críticas, insultos, agresiones verbales y físicas. Me resultaba difícil cargar con todo eso.

La escuela era mi cárcel y mi sufrimiento diario, no tenía libertad ni tranquilidad alguna. La ignorancia, la falta de valores y discriminación me afecto en mi aprendizaje escolar.

Y así continuo todo este acoso en mis diferentes etapas escolares, aumentando y afectando un poco más mi integridad física y emocional.

Llega el momento de identificarme y encontrarme a mí misma porque ya estaba harta de todo el mundo, entonces comienzo por documentarme, indagar y buscar asesorías u orientación sexual, porque me encontraba en diversas nociones con base a mi personalidad y orientación e identidad sexual.

Yo primero me consideraba una persona homosexual, afeminado, por el hecho de que me sentía atraída por los chicos, luego continuo en una etapa andrógina con aspectos femeninos y masculinos, lo cual me resultaba ridículo y vergonzoso, pero aun así continuaba, luego me considere como travesti, pero era algo que no me satisfacía del todo, hasta que coincido con todo lo relacionado a transgénero y transexualidad.

Y así fue que empecé a buscar ayuda psicológica lo cual fue sumamente importante y de gran ayuda porque me determino como lo que soy: una chica trans.

Todo esto lo hice sin la aprobación y apoyo de mi familia.

Comienzo a nacer de nuevo, porque así es la vida de una persona trans, volver a iniciar desde cero: nueva vestimenta, tratamientos hormonales, maquillaje, y todo lo relacionado a lo femenino.

El mundo trans no es color de rosa… el mundo trans es uno de los más vulnerados de toda la diversidad sexual.

Te enfrentas a una serie de problemáticas familiares, sociales, escolares, amorosas, jurídicas, laborales, económicas, psicológicas, y en conjunto es toda una inestabilidad.

Lidiar con el acoso diario en cualquier parte es algo horrible e incómodo en todos los sentidos. ¡Que no respeten tus derechos humanos es totalmente injusto e inaceptable!

Tanta desigualdad, discriminación, machismo, misoginia afecta a todo individuo.

Pero la clave está en aceptarse y amarse así mismo, porque de lo contrario jamás llegarás a la felicidad.

Cuando me acepté, valoré y amé, dejé a un lado todo a aquello tóxico que entorpecía mi camino y mi vida. ¡Me armé de fuerza, valentía y decisión para enfrentar todo ataque!

Soy la chica reencarnada. Soy aquella oruga que pensó que había llegado su final, pero no, era sólo el comienzo de transformarme en mariposa.

Actualmente puedo decir que soy una chica estable, tras haber vivido 16 años de infelicidad.

Estoy en mi formación profesional y junto con mi transición estoy avanzado y saliendo adelante. Mi familia ha cambiado su visión hacia a mi lo cual agradezco. No soy ni la semejanza se de lo que fui años atrás, he afrontado mis miedos y debilidades ¡soy una chica en construcción!

Tú que estas leyendo mi breve testimonio, edúcate, pon en práctica tus valores, se empático, y conóceme antes de relatar algo sobre mi persona, no todos conocen mi historia de vida”.

Jonathan:

"Un par de páginas son incapaces de describir quién soy, pero la intención no es que me conozcan a mí, a decir verdad, mi tema de conversación predilecto nunca ha sido hablar de mí, pero se trata de dar respuesta a preguntas del tipo: ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Con quién? ¿Contra quién?... Porque allá afuera hay personas con miedo, perdidas, confundidas y tienen que darse cuenta de que no están solas.

Todo se remonta a mi infancia, cuando era diferente pero aún no lo sabía. Mi mamá me describía como un niño sensible, porque, a comparación de mis hermanos -que veían películas de súper héroes y de autos- yo prefería ver princesas, recuerdo que me pasaba el día viendo la bella y la bestia o la sirenita. Una vez, de hecho, me encontraron jugando con un vestido puesto, el peor error que puede cometer un niño. Mi familia siempre tuvo mucho celo por su fe, para ellos era incorrecta mi actitud, así que me leían historias donde Dios castigaba a quienes desobedecían y yo comencé a tener miedo. No lo entendía, sólo sabía que “era malo”.

Nunca me gustó la típica división de “los niños con los niños y las niñas con las niñas”, pues yo sólo tenía amigas gracias a que mis movimientos delicados, mis juegos e ideas, no sólo incomodaban a mi familia, también les disgustaba a los niños de la escuela, pero no me importaba, porque yo era feliz rodeado de mujercitas. Recuerdo haber elegido el morado como mi color favorito, porque el azul me parecía horrible y elegir el rosa era sinónimo de deshonra cuando tienes un pene. Incluso, ahora que lo veo en retrospectiva, entiendo por qué cuando era niño prefería ignorar que tenía uno.

No había conocido la crueldad hasta que entré a la primaria, el cambio representó una dificultad enorme; sin amigos, acompañado de chistes sobre mí forma de caminar, uno que otro empujón por ser “jotito” y el génesis de mi auto desprecio. La ilusión de ser un niño grande mutó a un odio hacia la escuela, pero tuve que aprender a vivir con eso, yo solo. Era eso o dejar de ir a la escuela.

Un año después me trasladaron al turno matutino, un cambio bastante positivo porque, aunque también ahí encontré burlas y rechazo, también estaban dos niñas valientes que me defendían, se me llena el corazón sólo de recordarlas porque me hicieron más llevadero el trayecto. Durante todo ese tiempo, me esforcé por encajar en un mundo de color azul, aprendí a ignorar los insultos y a no llorar cuando me empujaban, porque yo estaba mal, porque lo merecía y no había nada que hacer.

Mi llegada a la secundaria trajo una larga lista de cambios; mi cuerpo dejó de ser el mismo y yo no estaba conforme con nada de lo que el espejo me mostraba. Me acerqué a Dios, me distancié de las dos niñas valientes que cuidaban de mí, aunque nuevas personas se volvieron importantes, sin embargo, lo que de verdad cambió mi vida fue aceptar que yo admiraba la feminidad, pero no me atraían las mujeres, aun así, preferí pensar que en algún punto de mi vida lo superaría.

A mitad del segundo año, encontré personas que también reprimían lo que sentían: dos amigos con los que hablaba en secreto de lo guapo que era tal o cual compañero. Así, comencé a introducirme a mi orientación sexual, identificándome primero como bisexual. Aunque, a decir verdad, jamás tuve una fantasía ni un sueño erótico con una mujer, pero aparentemente es más fácil de digerir.

Paradójicamente, mientras comenzaba con lo que muchos pudieran llamar promiscuidad, hice un último y desesperado intento de estar con un Dios que me amaba, pero no del todo por ser contrario a lo que se supone que él estableció. Mi relación pública con Dios, se dio por perdida. La separación de mis padres llegó junto con mi transición a la preparatoria.

En ese tiempo yo tenía un ciber novio, que me ciber abandonó y tal vez me ciber puso el cuerno antes de eso, pero es relevante porque fue la excusa perfecta para que mis nuevas amigas de prepa entendieran que yo no encajaba en lo que ahora sé que se llama orientación heterónoma y que lejos de ser bisexual, me sentía atraído sólo por hombres. Ahora me rio del miedo que tenía al no saber cómo decirles, pero contrario de lo que yo me esperaba, fueron muy buenas conmigo, me dieron su cariño incondicional. Siempre he sido afortunado de estar rodeado de princesas, fuertes y valientes que han sabido cuidar de mí.

Y hablando de mujeres, en este punto de mi vida también me di cuenta de que hay princesas que buscan princesas. Sentirme comprendido por una mujer que, a su manera, pasaba por lo mismo que yo, fue de mucha ayuda para entender quién era. Aunque para ella resultó ser sólo una etapa, yo nunca me he arrepentido de lo que aprendí con ella. Pero no todo fueron lecciones lindas de la vida.

A los quince años perdían la virginidad las personas que me rodeaban y yo apenas estaba por dar mi primer beso con otro chico; diecisiete años tenía él, en una fiesta que me hizo darme cuenta que yo para nada pertenecía a ese ambiente y de que ahí habitaba la excusa perfecta para salvarse de las burlas que vendrían después; él estaba borracho y yo era demasiado inocente. Él era heterosexual y yo quería voltearlo, esa fue su excusa.

Luego, ocultar con maquillaje todo lo que odiaba de mí mismo, era aún peor que el hecho de que me gustara el color rosa, el miedo a quedarme solo y haber estado equivocado todo ese tiempo se subía a mi cama de noche para morderme los pies. El génesis del auto desprecio en mi infancia, la repulsión que me provocaron mis cambios físicos en secundaria, la inexperiencia al estar en prepa, junto con un montón de problemas que se relacionan conmigo, pero no con el tema, vinieron a converger en un monstruo que me atormentó y me mutilaba la piel cuando estaba solo.

En este punto me di cuenta de que ayudar a otros, también es ayudarse a uno mismo. Conocí a una persona por internet, que hasta la fecha se mantiene en contacto conmigo y recientemente ha comenzado su transición, aunque aún me estoy adaptando al cambio. Nos apoyamos mutuamente a pesar de la distancia, no importa cuánto tiempo siga pasando.

Luego me enamoré, pero él era demasiado macho para estar con un afeminado, luego me enamoré otra vez, pero yo era demasiado bueno como para atar a un alma libre; me dijeron que el mundo no era color de rosa, el rosa siempre me ha representado un problema, pero aun así me hace sentir bien conmigo mismo. Llegué a pensar que tal vez era más bien un asunto de que mi alma y mi cuerpo no encajaban, pero no soy capaz de arriesgarlo todo por comenzar una transición, esa es prueba suficiente para mí de que no es una necesidad mía; estoy cómodo siendo hombre, vistiendo de rosa y usando maquillaje cuando me da la gana.

Con el paso de los años, y los daños, me he dado cuenta de, como dijo Kahlo, al final del día, somos más fuertes de lo que pensamos, porque a uno no le queda nada más que ser valiente y portar con orgullo el suéter de florecitas que a mí me encanta y muchos critican porque lo compré en la sección mujer, que no estoy mal por abrazar mi lado femenino y sentirme fabuloso por eso sin tener que ser un cliché. Ser niño-niña, como me dicen –y a mí no me molesta porque es verdad- no significa que voy a chupar un pene cuando el transporte público se ha quedado vacío o que está bien vivir asustado porque un loco pervertido me siguió a mi casa dos veces en su camioneta o vivir incómodo porque los guardias de lugares públicos pueden sacarme junto a mi novio porque hay personas viéndonos al darnos un beso, soportar las incómodas miradas de desaprobación, los intentos de humillación cuando caminamos por la calle tomados de la mano o lo duro que fue cuando me rompieron el corazón y no podía hacer nada más que ahogarme en mi propio sufrimiento porque mi mamá no lo hubiera entendido, en su cabeza sigue siendo una abominación.

En este punto de mi vida sigo aprendiendo a conocerme y a reconocer un mundo de diversidad más allá de lo que conozco. La vida sigue siendo un poco difícil, pero a mí me ayuda el estar con alguien que incondicionalmente me sonríe cuando tengo miedo y el saber que hay personas que celebran el amor – y lo diverso- aunque no terminen de entenderlo, también, me he encontrado con personas que me han hecho parte de su familia sin compartir lazos de sangre.

Soy gay. ¡Me gustan los hombres, me gusta ser hombre y no hay nada de malo en mi comportamiento afeminado, pero me sigue dando miedo vivir en un mundo de machos!”

Abraham:

Mucho antes de conocer el tema de la asexualidad y la orientación sexual, estaba confundido, yo sentía que no encajaba en cierto grupo de personas y que los temas de "experiencias sexuales" no me ocasionaban lo mismo que a los demás, desde niño sabía que algo había diferente a mí. La poca información y la poca seguridad de hablar con personas sobre lo que sentía me hacían dudar de que era, llegue a creer que era "homosexual", en 2015 tuve un encuentro romántico (romántico y sexual son cosas distintas) con una persona y esa relación, me hizo entender que, de verdad, el sexo no era algo que yo deseara, porque recuerdo coincidir con esa persona de manera real y consiente de vivir algo especial.

Tiempo después, recibí una propuesta de “aspecto sexual” (cosa que no me hizo sentir cómodo del todo, no se trata de ser célibe o “antisexual”) de la manera más respetuosa no accedí, el hecho de pensar en eso, me hizo cambiar mi sentir hacia esa persona, mi intención no era esa.

Tiempo después me entero en un programa de televisión sobre el tema de asexualidad siento mucho gusto, al saber que alguien comparte el tema, (agradezco abiertamente a Bitty Navarro, por su tiempo y espacio al trabajar con otr@s al hacer difusión y activismo asexual). Todo lo que expresaban en ese momento me hizo sentir identificado de la manera más realista y humana. Hace tiempo que he platicado sobre mi experiencia personal en grupos de ayuda social y psicológica y el hecho de encontrarme con personas profesionales, me ha dado la oportunidad de tener seguridad en mi vida, de conocerme más a mí mismo, saber que siento y quién soy.

Espacios como AVENes (la asexualpedia) y Asexualidad MX (grupo en Facebook) me han dado la información adecuada para compartir con otras personas del tema y dar a conocer lo que siento y lo que sé que soy.

La mayoría de los casos me dicen que no habían escuchado antes de la asexualidad y es porque en México no se conoce del todo este tema. He tenido la posibilidad de interactuar de forma respetuosa y atenta con quién tiene curiosidad o el aspecto de informarse sobre el tema. Me siento muy bien, porque no me he sentido juzgado y más que eso me ha ayudado a sentirme parte de una sociedad, ya que “no tener sexo” en una sociedad “sexocentrista”, el hecho de no intimar con alguien, te hace “ver raro” y de cierta manera atacado, en este caso soy hombre y “el machismo” se siente igual la agresión al tratarse de una mujer, para este tipo de agresión no existe género.

Aprendo a tomar las cosas en forma madura y encuentro gente que actúa de manera recíproca. Hace poco tiempo me encontré con unos amigos y les intereso el tema, ellos son aliados y pertenecen a este grupo; “Asexualidad MX – Facebook”, su apoyo y comprensión me han dado seguridad estos últimos meses, muestro con seguridad, lo que siento, de manera más abierta y sin temor a “ser juzgado” o visto como “trastorno”.

En mi ciudad he dado mi testimonio, apegado al activismo y he dado a conocer a otros, sobre ¿Qué es ser asexual? He tenido en cuenta que los asexuales somos minoría. Me gustaría tener la posibilidad de ejercer mi sentimiento, expresarme con las palabras correctas y transmitir la información de manera ética y profesional.

¡Todos merecemos respeto! En donde vivo lamentablemente existe una “cultura machista”, donde el “ser hombre” es no llorar, tomar alcohol los fines de semana con "los compas" hablar de experiencias y encuentros sexuales (si es que hubo). Ser hombre asexual, me ha dado libertad; primero, de quererme y respetarme, segundo, tratar con respeto las diferentes maneras de sentir, de ser y de actuar. Tercero, sentir de algún modo mi identidad personal y satisfacción de existir en este mundo.

La gente necesita saber que nuestro mundo no se limita a vivir de incógnito” o fingir algo que uno no es. Existe una diversidad por conocer y respetar. Tal vez no cambie al mundo, pero mi acción de la esperanza de que otr@s se conozcan, sepan realmente que sienten y que son.

Les mando un abrazo fuerte y un cordial saludo, les escribo desde Parral Chihuahua, México. Espero mi testimonio y aporte ayude a más personas y a los profesionales para que sigan orientando y dando a conocer información sobre la asexualidad, de manera respetuosa y responsable”.

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Juan Carlos:

"¡Soy gay! Lo supe desde niño, cuando la pureza de la inocencia no distingue entre ideas negativas y positivas que con el paso del tiempo nos inculca la sociedad. Cuando la pureza de la espontaneidad es genuina y el corazón no sabe de maldad, odio, ni prejuicios.

Para ser exactos, lo supe desde que tengo memoria y aunque decir esto es algo demasiado ambiguo, como referencia sólo puedo decirles que al buscar en mi memoria los primeros recuerdos de mi infancia, equivale a remontarme a la etapa del preescolar, cuando definí que mi color favorito sería el rojo, que amaba el chocolate y me atraían los niños.

Yo no veía nada de malo en jugar con muñecas, ni organizar “la casita”, pero estaba mal y tenía que cambiar eso, si no quería más burlas en el recreo, sobrenombres o golpes a la salida de la escuela.

No entendía. Pero todo eso me llevó a tomar una de las primeras decisiones más importantes de mi vida: si era el precio de hacer lo que disfrutaba, lo pagaría con gusto.

Seguí disfrutando de mis juegos favoritos, de la compañía que me hacía sentir bien y protestando por el sentimiento que eso me provocaba, aun sin poder definirlo: la injusticia.

Cada hora de caminata para llegar a mi escuela y otra para regresar a mi casa durante el preescolar, la primaria y secundaria, fueron sumando reflexiones. En ocasiones predominaban los temores, el miedo al rechazo, la recriminación de no ser lo que los demás esperaban, pero siempre terminaron por imponerse el coraje, la determinación de ser yo y la certidumbre de no hacer daño a nadie con ello.

Conforme avanzaban los ciclos escolares, aumentaba la esperanza de encontrar mayor comprensión, pero eso no pasó ni en la prepa, donde cansado de tanto abuso tuve que recurrir a la violencia para defender mis ideales y libertad, al golpear a un compañero como respuesta a sus burlas y como una protesta contra su intolerancia a la felicidad de los demás. Algo por lo que nadie debería pasar.

La universidad llegó como un remanso de paz. Donde a nadie le importaba quién era, que prefería, ni que hacía. Donde encontré a personas que validaban mi dignidad humana y a quienes les era irrelevante mi orientación sexual. Por primera vez en mi vida sentí comprensión y libertad, o por lo menos dejé de sentirme observado y cuestionado. Lo que fue para mí, una prueba de que los valores parten de la educación y no de una condición de convivencia, ni de la simple existencia.

En este espacio de autonomía decidí tomarme la molestia de sentarme a explicar a mi familia un tema que para mí es tan natural como respirar. Una de mis dos hermanas me dijo: “siempre lo supe”, la segunda sintió alivio cuando le dije, “soy gay”, agregando que pensó que era algo malo y no un tema que hoy en día es “tan normal”.

Con mamá fue más difícil, implicó ponerle la película “Plegarias por Bobby”, explicarle que soy como él, pero qué no seguiría su ejemplo. Yo no me suicidaría buscando una aceptación familiar y social, que me importaba, pero que no era determinante para mi felicidad.

Hacerle entender que soy diferente fue pasar por su negación, el rechazo, la culpa y finalmente la aceptación, ante la clara advertencia del olvido y la aclaración de que sería yo quien decidiría siempre sobre mi vida. Terminó por imponerse el amor de madre. A petición suya le concedí el privilegio de comunicarle a mi hermano, lo que siempre supo y que en nada modificó nuestra relación.

De la mano de mi historia personal y familiar, se encuentra la profesional: misma que nunca he descuidado. Soy Licenciado en Derecho por vocación, funcionario público, promotor y defensor de los derechos fundamentales".

A las personas en situación de vulnerabilidad, a los oprimidos, pero no débiles, a los que escapamos de lo “normal” sin ser extraterrestres, ningún derecho nos ha sido regalado.

Hemos aguantado en silencio violaciones, estereotipos, discriminación, hasta que la situación fue insoportable y dijimos “¡No más!”. Entonces, protestamos, nos rebelamos, salimos a luchar por algo que es nuestro: la dignidad, el derecho a vivir sin violencia, el deseo de ser felices y la libertad para decidir. Sin importarnos los sacrificios por arrebatar la justicia.

No queremos un imperio, ni leyes especiales, tan sólo respeto, igualdad, tolerancia y equidad. No nos sentimos superiores, somos humanos diversos y tan valiosos como cualquier persona por el simple hecho de existir.

Por ello, la causa de cada individuo que pertenece a estos grupos, es mi causa. Abrazo a la mujer violentada, quiero a niñas y niños, comprendo a las y los adolescentes, admiro a las personas con discapacidad. Respeto a las afrodescendientes, amo a las personas adultas mayores, me siento en casa en compañía de primeros pueblos y vivo con orgullo el ser parte de la diversidad.

¡Nuestra defensa es mi vocación, mi motor y la razón por la que día con día me esfuerzo por mejorar!

/ Créditos: de Dariana, fotos de Verónica Posada Soto.

Las demás fotos e ilustración: archivos personales.

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