Mi viernes santo fue de fiesta, estuve en un festival en la playa con tres amigos y seguimos la fiesta hasta la madrugada en el hostal donde estábamos hospedados.
En la fiesta del hostal casi todos eran extranjeros, aunque había un colombiano que aparentemente trabajaba ahí, que estaba compartiendo con los demás. Ese personaje estaba acosando a algunas viajeras extranjeras que estaban en la fiesta, primero buscó a una inglesa muy linda y empezó a pedirle que bailaran, como ella decía que no, él empezó a decirle que era porque él era colombiano y feo. Insistió tanto que ella accedió a bailar. Un tiempo después, se la llevó de la mano hacia una zona oscura donde pasa un río, yo estuve muy pendiente del regreso porque se notaba que ella no quería bajar con él, a pesar de que no la estaba forzando. Alrededor de 40 minutos después, la chica subió corriendo sola, con cara de miedo, pero se fue hacia la zona de las carpas y no volvió a la fiesta. Él regresó unos minutos después, con una cara que sólo puedo describir como de depredador y al poco tiempo, identificó otra chica que estaba sola casi dormida sobre la barra y empezó a hablarle, de repente ella se levantó y él se la llevó hacia una hamaca que estaba en una zona oscura. Esta vez no quise quedarme quieta y mis amigos y yo lo seguimos, afortunadamente, una amiga de la chica también lo vio y fue a ver qué estaba pasando, en ese momento, él desapareció y no volvió a la fiesta y la chica se quedó con su amiga.
La historia para nada sorprende. Desde mi perspectiva, si bien el personaje no estaba forzando a las chicas, si existía una especie de manipulación que las hacía irse con él, y aunque no sepa si hubo abuso, sí sé que algo pasó. Sin embargo, la reacción de uno de mis amigos al ver a la primera chica volver corriendo, fue expresar literalmente, que ella se puso a jugar con fuego y se quemó, para responsabilizarla por no haber cortado la situación desde un principio. Además, al tocar el tema después, él hacía un énfasis especial en que ella había tenido una actitud muy coqueta durante la noche.
Desde que empezó el movimiento Me Too, a finales del año pasado, venimos escuchando experiencias incómodas y traumáticas de las mujeres en diferentes espacios. También hemos sido testigos de múltiples discusiones sobre el acoso y temas conexos como el consentimiento. Yo misma he abordado en este espacio algunos de los argumentos al respecto, al punto que muchos hombres están cansados del tema y esperan ansiosos que se disipe este avispero para volver a coquetear en paz. No obstante, las conversaciones subsiguientes a los hechos de la madrugada del sábado, me hicieron sentir que todavía hay mucha tela por cortar en este debate.
Mi amigo sostiene que alegar acoso basado en manipulación y sin que haya habido uso de la fuerza, sería negar la agencia de la mujer y su posibilidad de negarse, es decir, tratarla como una víctima sería desempoderarla y eso no es algo muy feminista.
Ese tipo de argumentos me recuerdan al feminismo drag o street-smart-feminism (defendido por feministas como Camille Paglia) que predican que la libertad que las mujeres alcanzamos con la revolución sexual, debía venir con la responsabilidad de aprender a protegernos, es sencillo, si vamos a ser iguales que los hombres, deberíamos aprender a defendernos como ellos, para poder ejercer la libertad ganada, en lugar de pedirle a las instituciones o a los demás, que nos protejan ejerciendo una especie de nuevo rol paternal. Aunque no estoy del todo de acuerdo, el punto es válido.
Aquí cabe otro análisis, desde el punto de vista de los estereotipos, a las mujeres nos han enseñado a complacer, a hacer sentir bien a los demás y eso implica, no decir que no, o no decirlo claramente para no pasar por groseras; de alguna forma, las mujeres que dicen lo que quieren, corren el riesgo de salirse del estereotipo de sumisas y de dejar ser atractivas, especialmente en un contexto de coqueteo.
Nada le quita la responsabilidad a un acosador/abusador y mi respaldo siempre estará del lado de las víctimas, pero este contexto, nuestros estereotipos y roles, nuestra herencia machista y los hombres que se atribuyen exceso de poder, favorecen los acosos y abusos y en estas circunstancias el problema se debe atacar desde todos los frentes.
El gran objetivo es redistribuir el poder entre hombres y mujeres, pero entre tanto, no sobra exigir acciones de las instituciones para crear ambientes seguros (en este caso del hostal), mejores prácticas saber si hay consentimiento, claridad en los acercamientos, mucha fuerza para ser explícitas en lo que queremos y ¿por qué no? hasta unas clases de defensa personal.