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Mañana


Y ganó Duque, hijitos.

Pasado el guayabo de la victoria es fácil anticipar una dura oposición al mandato de 10.352.304 votos conseguidos en contra el sartal de mentiras, desinformaciones y manipulación mediática desplegado por los odiadores del uribismo. La tusa revanchista de los derrotados ha ido acentuándose mostrando una soterrada virulencia. Y está tomado tintes peligrosos.

A partir de la declaración de Petro en la que acepta la derrota y al tiempo reclama una victoria que no existe, se ha acuñado una postura de ‘resistencia’ que, aparte de ser incoherente con la realidad, atenta contra el resultado democrático y quiere afectar la integridad institucional.

Es un desarrollo adicional de lo que presenciamos cuando, desde el balcón de la Alcaldía, Petro llamó a sus seguidores “a movilizarse” para impedir su remoción del cargo a consecuencia de la sanción de la Procuraduría.

Ese discurso incendiario es dañino para todos los colombianos: el tono sibilino y provocador, repleto de tintes populistas, es muy inferior y menos convincente que el de Chávez en Venezuela. Pero tiene adeptos que mientras se proclaman defensores de la paz, adoran la idea de tomarse por asalto el poder y apropiarse de la palabra con mañas y trucos.

Esa maniobra no es más que la expresión propia de la Democracia Popular Avanzada a la que nos hemos referido en columnas anteriores. El núcleo de sus tácticas es simple: con el propósito de revestir de legalidad sus actuaciones, la dinámica de la actividad política se concentra en suprimir la argumentación contraria bajo cualquier pretexto, apropiarse de los espacios con el grito, la interrupción, la burla, la difamación o el insulto, al tiempo que evitan a toda costa el debate argumentado. Sólo buscan destruir el discurso del interlocutor y no construyen nada partir del propio.

Las andanadas tienen nombres propios y el país ya las conoce e identifica con facilidad: todas confluyen en el manido eslogan del “Uribe paraco” para denigrar y crear más y más odios a partir de falsedades.

Lo que parece increíble es que haya un segmento de población educada e informada que además de comprar esa agenda, la esté usando para crear una brecha insalvable en el debate político, faltando mes y medio para la posesión de Duque como presidente.

A su vez, esa estrategia genera un desgaste que pretende crear una sensación de que no hay otro camino diferente, que el proceso “petrificación” nacional es irreversible y que están dadas las condiciones necesarias para desestabilizar el nuevo gobierno.

Una herramienta fundamental parece ser el discurso elaborado alrededor de la Consulta Anticorrupción. En si misma, la consulta popular de las siete preguntas no tiene ni puede tener objeciones, por la simple razón de que todas interrogan algo obvio: la corrupción es mala y hay que desterrarla.

Lo que es menos obvio es que de las siete preguntas, cinco buscan prohibir por ley lo que ya está prohibido en la ley. Las otras dos se refieren a temas estructurales que han sido propuestos como prioritarios en la agenda del presidente Duque. Por tal motivo, la bancada del Centro Democrático no dudó en apoyar y votar afirmativamente el proyecto que autorizó la consulta. Lo contrario hubiera sido negar las bases programáticas del partido y admitir una disyuntiva que no existe. Así las cosas, la Consulta fué votada positivamente y ganarán las buenas intenciones, salvo que la abstención diga otra cosa.

Sin embargo, quedan algunos asuntos pendientes por explicar por los impulsores tan loable iniciativa: ¿es necesario hacer otro evento electoral para averiguar lo que ya sabemos, que nadie está a favor de la corrupción? ¿es otro refrito que pretende plantear una disyuntiva similar a la de Santos entre su particular versión de “LaPaz” y la guerra urbana?

Todo sugiere que los Verdes se olvidan que los electores no somos idiotas, como ellos insisten en hacer creer. No existen los 10.352.304 de borregos que mansos fueron a las urnas, ni maquinarias capaces de movilizar toda esa pobre gente en contra de Petro.

Hay que decir aquí que no hay necesidad de gritos, aspavientos ni estridencias para que el mandato ciudadano reclame su legitimidad a partir del mediodía del próximo 7 de agosto. A partir de ese momento, entrará en vigencia la alianza de programas que creen firmemente en la propuesta republicana y democrática, no de una mala copia de la plataforma que ha arruinado a más de 25 países en 5 continentes, condenando a sus habitantes a administrar pobreza y a callarse.

Ñapas varias: 1) La absolución de Jean Pierre Bemba por la Cámara de Apelaciones de la Corte Penal Internacional - CPI ha sacudido los cimientos del concepto de Responsabilidad del Mando en la comisión de Crímenes de Guerra. Sus repercusiones se sentirán en todos los niveles de la justicia colombiana, incluida la JEP. 2) El archivo de investigación a las ex ministras Gina Parodi y Cecilia Álvarez resulta inexplicable cuando se ha transitado esa carretera y visto los efectos perversos de la famosa Adición al contrato Ocaña - Gamarra. Es incomprensible que la Fiscalía no haya encontrado pruebas suficientes para acusar. 3) La “cláusula Petro” ya no es efectiva y el movimiento del mercado inmobiliario parece que se ha disparado instantáneamente. 4) ¿Los casos Balda y Saleh llevarán a la cárcel a los perseguidores que miran con tanto odio a sus adversarios?

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