Bien decía el chistoso (pero pervertido) Louis C.K., que lo peor que le pudo haber pasado a la humanidad, fue que el hombre haya podio conquistar la luna; ya que esto abría un campo a las críticas tipo: “pudimos mandar a un hombre a la luna, pero mi celular no es capaz de tener señal” o “enviamos un hombre a la luna y no somos capaces de preparar un buen café”. Se le dio al criticón otra (como si necesitara más) forma de criticar.
Sobre el proceso de paz de La Habana, en mi primera columna para esta revista (por allá en septiembre del 2016), escribí lo siguiente:
“Mejor dicho, alguien que violó a una niña (en pro de la revolución, já), puede no ir a la cárcel, ser apoyado por el estado a que haga campaña política, gozar, de manera ilegal (lavándolo), del dinero que logró acumular delinquiendo y quedar electo en una circunscripción especial para “representar la voz de los históricamente oprimidos”. En cambio, si otra persona (con ideales menos loables, já) viola a una niña, va preso y no puede ni votar.
Por más que repito este escenario en mi cabeza no me parece lógico, no logro entender el sentido de justicia que promovemos, y yo sí quiero que las FARC pasen de las armas a las ideas, pero no sé cuál es el límite hasta donde podemos ceder sin que sea perjudicial”.
Yo terminé ese artículo diciendo que iba a votar sí en el plebiscito por los acuerdos, porque confiaba en la capacidad de los colombianos de generar castigos sociales, y en nuestra capacidad de reconciliación y raciocinio, pero creo que me equivoqué.
Yo entiendo lo confuso del mensaje que le envía a la sociedad lo que enuncio en las líneas en el artículo anterior, eso puede generar que por las mismas acciones (o incluso, menos peores), algunos paguen penas más duras que otros, sin embargo ¿qué hacemos? Sí ¿cómo salimos de esta? Podemos quedarnos quejándonos de lo malo de ese mensaje, o, podemos matizar ese mensaje y ponerlo en contexto. ¿Qué dirán los niños? ¿Con qué valores se criarán? Pues, con los que como sociedad acordemos. Podemos tirarnos a la pena o explicarles lo que pasó, mantener nuestros valores y propinar castigos sociales, tal y como los que recibieron las Farc en las elecciones a congreso en marzo de este año.
Lo que sigue perpetuando ese mensaje de asimetría en justicia y le daría un terrible precedente a la crianza de las nuevas generaciones, es argumentar que, quien cometa un crimen de menor jerarquía de los que cometió las Farc, no debe ser castigado, porque considere que las Farc no contaron con penas más severas. Lo mismo que dice Louis C.K., una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, lo malo que alguien haga no es justificable porque alguien más hizo algo peor.
¡Pero, por favor!
Lo peor, es que muchísimos de los que temían firmar los acuerdos, por el mensaje que estos podrían emitir a la sociedad (preocupación más que sensata), son los que se han encargado de seguir propagando ese mensaje que dicen no quieren que se propague, peor aún, usan este argumento para validar acciones que atentan contra lo que dicen defender.
Tener una posición no es inmoral per-se, pocas posiciones en sí mismas son inmorales (aquellas que atentan contra derechos civiles, en mi opinión, lo son). Me molesta mucho cuando se cataloga de inmoral o poco ético a alguien por ser de derecha o de izquierda, por estar a favor o en contra de los acuerdos, etc., cada uno ve el mundo desde un punto de vista distinto, y las democracias plurales se nutren del conflicto en la diferencia. Lo que sin duda sí es inmoral, es ajustar la posición e imperativos categóricos, dependiendo de las convicciones, ideales y peor aún, conveniencia. Si antes me daba miedo que alguien se percibiera impune por un delito, hoy, debería pensar lo mismo, independientemente de quien cometa dicho delito. La misma justicia que condenó a las Farc a múltiples delitos, con la que se argumenta su “impunidad”, no puede ser desestimada cuando condena o investiga a “los míos”.
Algunos dicen lo que piensan y sienten, otros dicen lo que les toca y otros dicen sin pensar ni sentir, porque sienten que les toca, pero créanme, que no les toca.
Amor y paz.