El escenario del Claustro de Santo Domingo es un lugar propicio para la poesía. Un amplio patio colonial, lleno de todas las tonalidades posibles de vida y naturaleza, el aire tibio del anochecer, así como la presencia silente de los días coloniales hicieron que la presentación del poemario de Cristo García Tapia “Ojos viendo pasar el mundo” se quedará en la memoria de todos los que allí estábamos. Amigos de siempre -unidos por el culto a la palabra poética, esa que a veces sangra, como cuando se lee a Vallejo, o la que evoca a la tierra de los mayores como en la lírica irlandesa de Yeats- nos reunimos para escuchar con deleite y evidente emotividad el diálogo de dos figuras destacadas de la literatura de nuestro Caribe: Al poeta sincelejano y el periodista, gestor cultural y también poeta Gustavo Tatis Guerra.
Es un hecho que cada uno de nosotros tenemos una forma peculiar de ver la vida y enfrentarla, pero también es verdad que hay puntos esenciales en los que convergemos todos los humanos, tal como se evidencia en el epígrafe de Luis Cernuda al inicio del poemario: “Que otros ojos compartan lo que miran los míos.” Por eso, a lo largo de la lectura de la obra de García Tapia se siente que se está frente a una realidad que nos es común: el sentimiento de asombro que nos depara el día a día, a pesar de saber que ésta no se nutre de hechos extraordinarios.
El título del libro remonta al lector a una poesía donde hace presencia ese lenguaje de quien explora su alrededor con ojos a veces perplejos, otras muy reflexivos, pero siempre ansiosos de descubrir nuevos códigos donde aparezcan respuestas ligadas a los lugares más recónditos del alma y así detenerse a beber la sabiduría del universo. Se está frente a la diversidad que nos conduce a diversas interpretaciones de la vida. Por eso dice: “El ojo se abre y el universo se expande”.
Evidentemente la luz es una protagonista inobjetable. Es el hilo conductor de su obra. Aparece, a veces, en las formas caprichosas del leve vuelo de los pájaros, en las hojas danzantes de los árboles, en las tonalidades diluidas de la tarde, en las imprecisiones de las sombras o en las visiones fugaces. Se trata de un elemento que nos acerca a la vida con todos sus contrastes: “Toda presencia es turbulencia / el día, sus tonos, sus apacibles formas/tocadas por la luz”. De algún modo simboliza nuestro paso por este mundo y cada uno de los cambios a los que nos enfrentamos a lo largo de la existencia.
La voz lírica de García Tapia es reflexiva. Transita por los senderos donde existe la intención de equilibrar la nostalgia con la sabiduría del ser humano que asume con madurez toda experiencia, encontrando lo positivo pero también todo lo que representa un desafío por superar: “Creo en el fondo estar sereno y/ risueño./No conforme”. Se trata de un autoanálisis certero y equilibrado que demuestra una observación muy bien tamizada. Aunque se percibe una actitud objetiva también hay una rebeldía que hace que el poeta transite por los caminos de una lucha libertaria, donde se convierte en Ulises y Penélope o el mismo Hermes dejando que los halos de luz lo guíen hacia la inteligencia acuciosa sin detener jamás su paso y donde cada instante nos lleva a un aprendizaje.
Siempre hay lugar para meditar alrededor de nuestra misión como seres pensantes y actuantes. Su poesía no es meramente contemplativa sino se trata de un lenguaje lírico donde la invitación a construir nuestro propio destino está presente en todos los rincones de sus palabras. Mirar es también detenerse a pensar, estar dispuestos al análisis, ser capaces de no ser arrastrados por el primer impulso y principalmente estar ávidos de aprendizaje. De allí que García Tapia escriba en “Universos Paralelos”: “Desde mi cuarto observo sucesivos / universos: / Pájaros, árboles, el viento entre las ramas. / Un ahorcado que simula dormir. / El patio inmóvil / y todo: susceptible de encontrar en otros universos”. La suya es una voz que se mueve en torno a una filosofía de vida, que se toca con la nostalgia pero que no entra en el terreno de la melancolía sino en los senderos del conocimiento trascendente.
En ese otear el poeta se detiene en la madre con su amoroso empeño de ser espíritu protector para acompañarlo como guía espiritual y revelarle que el amor es la única fortaleza que permite afrontar todas las dificultades. Reconoce en las mujeres una capacidad intuitiva que nos lleva evitar desastres y que llega acompañado de ese cariñoso cuidado que se deriva de la observación silenciosa y detenida de nuestros semejantes. De allí que afirme: “Por los ojos de mi madre y mi hermana/veo pasar el mundo”. No es necesario detenerse en una serie de figuras retóricas para rendirle un homenaje lleno de emotividad y al mismo tiempo con la sencillez del alma que se despoja de toda artificialidad innecesaria.
En los poemas eróticos de Cristo García Tapia prima la sutileza que deja sentir sobre la piel un aire leve que acaricia casi sin tocar y es allí, precisamente, donde se percibe la belleza de su canto: “Como dunas tus senos he soñado”. Nada sobra, nada falta.
Varios poemas de García Tapia se mueven en el terreno de los Haikus. Nos conducen a meditar sobre la fugacidad de la existencia y lo mutable que puede ser el vivir. Se sitúa en un mundo donde los silencios y la brevedad de una caricia del aire se mezclan para conformar el ambiente previo a la creación del artista. Por eso, como un iluminado se vuelve oráculo. Dice: “Presagio de alas. / Breve luz entre los árboles”.
Así pues, se trata de una lírica rica en la profundidad de sus pensamientos y sensible que es capaz de reconocer que los otros son parte fundamental del cosmos. De nosotros depende estar siempre dispuestos a acercarnos, a escudriñar todo cuanto pasa en frente a nuestra ventana personal de dudas, nostalgias, recuerdos, esperanzas y desafíos que nos saludan a diario.