Hace pocos días me sorprendí cuando leí en el periódico de ayer la noticia de un joven natural de una ciudad centroamericana, que apenas frisaba los veinte años, estudiante de literatura de una prestigiosa universidad, hace poco más de dos lustros, se había pegado un certero balazo en la sien, después de saber por boca de uno de sus compañeros de estudios, que su adorada Dulcinea se la estaba jugando con el profesor de Semiótica. “No quiero ser un carnudo tan joven”, fue lo único que escribió en la nota quirografaria y firmada por él y que fue encontrada entre las fojas de un ejemplar de Las Flores del Mal de Charles Baudelaire.
Es posible que este desgraciado joven, como los habrá muchos en la ciudad y en el país, no conoce que el mundo, desde tiempos míticos está lleno de cornudos y cornudas muy famosas, que incluye dioses, diosas semidioses y humanos, y que algunos han aceptado los cuernos como un hecho natural y que otros, aunque no han llegado a situaciones tan extremas, han desatado guerras entre ciudades y Estados.
Quizás el más famoso de todos es el rey Minos, quien es el primero de toda la prole del mundo y el que acuña el término carnudo, desde el mismo momento en que la reina Pasifae, su esposa, se enamora del toro sagrado, hijo del rey de los océanos, Poseidón, y de cuyo extraño connubio nació el Minotauro. A partir de esos momentos, los griegos que quizás, eran los más grandes mamadores de gallos del mundo, signaron a todas aquellas personas del sexo masculino como cornúpetas o cabrones, pues no se sabía de quien era el hijo de Pasifae, si de Minos, el esposo o de Tauro, el amante.
A este hado fatídico, que algunas féminas persas justifican porque según ellas, Mahoma, predicó que “a la entrada de la caverna de cada mujer está escrito el nombre o los nombres de los hombres que por ella entrarán”, no escapó ni el amargado y huraño dios Vulcano, pues apenas salía con sus fierros para la fragua, su esposa, la casquivana y hermosa Afrodita, llenaba el tálamo nupcial con toda clase de amantes, y tampoco el valiente Menelao, que debió cargar sobre sus espaldas durante varios años las infidelidades de Helena, inclusive después que la rescató en la Guerra de Troya.
Para la literatura universal, los cabrones han sido temas muy importantes en sus argumentos. Las narraciones de las Mil y Una Noches, se originan a partir de la infidelidad de las esposas de Schariar y Schazamán, reyes sasánidas que gobernaron el reino de Samarcanda y que ante semejante afrenta decidieron abandonar sus reinos y volver cuando encontraran a alguien con un sufrimiento mayor que el de ellos. Solo deciden volver, cuando son testigos de que una mujer, somete a un genio que la ha tenido cautiva por más de cien años, no solo con su vanidad, sino también con su infidelidad. Schariar, consideró que era más grande el mal para el genio, pues era un genio y debía conocer todo, y decidió volver, para fornicar niñas de quince añitos y en las mañanas, cuando Aurora, la de los dedos de rosas, uncía el carro alado de Helios, cortarle la cabeza, hasta que cae rendido en las redes tejidas por Scheherezada, la más notable narradora de cuentos del universo.
El Satiricón de Petronio, es un ditirambo al dios fálico Príapo. La Farsa del Cornudo apaleado, según la historia del Decameron de Bocaccio, en que las nobles y aturdidas mujeres de Florencia, no escatiman un segundo para desatar su lujuria, debido al encarcelamiento a que es sometida. En Tartufo de Moliére, el tema más importante es el de los cornudos.
La Dama de las Camelias, de Dumas, el hilo de la infidelidad es manifiesta. Madame Bobary, de Flaubert, recrea la vida del médico Charles, que no solo acepta las infidelidades de Emma, su esposa, sino que las estimula. D. H. Lawrence, en El amante de Lady Chatterley, a pesar de las infidelidades de Connie, la protagonista, con el criador de faisanes de su hacienda, la novela recrea aspectos notables de la sociedad inglesa. Para Charles Fourier (Besanzón, 1772- París, 1837), hay una jerarquía de cornudos, tiene una particularidad que lo distingue de otro, que es su esencia fundamental. Los hay amargados, tristes, optimistas, felices. Pensadores, en fin. Como Balzac, demuestra un amplio conocimiento de la mente humana. Llama poderosamente la atención el Rol de Cornudo de Camilo José Cela, entre ellos se encuentra el cornudo adorado, el cornudo recíproco, el cornudo adorado, el cornudo bromista. Cada Cornudo es descrito minuciosamente en su esencia fundamental por una mentalidad lúcida y con un profundo conocimiento de la sociedad.
Aunque el término cornudo, en nuestros días también se aplica a las féminas, cuando el marido le es infiel, este antiguamente solo se aplicaba al hombre. Los antiguos latinos les decían cornúpeta o cabrón (de cabra) y en algunos países de las Antillas, los llaman venados. Es importante aclarar que a Zeus, el padre de los dioses del Olimpo, lo crió la Cabra Amaltea. Otra leyenda dice que Amaltea era una cabra, es decir una prostituta, como eran llamadas en la antigua Grecia, (gr. cabra, prostituta). Y a los hermanos Rómulo y Remo, lo crió una Loba. Es decir, una puta. De Lupus viene lupanar, antro o refugio de putas.
De todas maneras, a pesar de que estamos viviendo los tiempos modernos, no deja de ser un estigma o una situación incómoda para una persona que la señalen o le hagan mofa con los cachos, cada vez que llega a un lugar, o en el menor de los casos, le pongan los cuernos en la ventana de la casa, como sucedió en un pueblo de la costa.
Pienso en la situación que debió enfrentar el estudiante de literatura, diez años atrás, cuando supo que Cándida Inocencia, su novia, se la estaba haciendo con un amigo suyo y fue entonces cuando comprendió los saludos amistosos y burlones de sus compañeras, que en las mañanas cuando llegaban le decían como estás Inocencio y se ponían las manos empuñadas sobre las sienes y señalando con el dedo índice hacía arriba, sin saber que ya ese gesto en tiempos de la civilización minoica, ya los súbditos del Rey Minos se lo hacían cuando iba al lado de su fiel y amada esposa Pasifae.