Pareciera ser que cada vez que un episodio repugnante como es el maltrato, violencia sexual o física o la muerte de un menor se sucede, los ánimos de la sociedad se exacerban y se producen manifestaciones en las que se deja ver la necesidad de agravar las penas, para esta clase de delitos.
Lo que debe ser más importante para una sociedad es el cuidado de su niñez, en ellos se dibuja la esperanza de la sociedad, y son esos bloques de mármol en quienes se ha de esculpir los hombres y mujeres que queremos en el futuro como sociedad.
Estas reflexiones suelen ser vistas como oportunistas y demagógicas, pero se hacen necesarias para sacudir una sociedad que se ha venido acostumbrando a la violencia en todos sus géneros. El homicidio de Génesis en el Magdalena, el secuestro del niño Cristo José, en el Catatumbo, y los más de seiscientos cincuenta homicidios recientes de menores junto con el reporte de diecisiete mil casos de todo tipo de aberraciones en contra de los niños, pareciera que han hecho de esta sociedad una sociedad que ha perdido su propia capacidad de asombro y reacción.
Casos como el de la menor Yuliana Samboní, Génesis Rúa y el más reciente el secuestro de Cristo José hacen pensar en la necesidad de replantear el sistema penal haciéndolo más gravoso, mientras se buscan otros mecanismos sociales para frenar y erradicar de la realidad estas vivencias que marcan y si no se detienen seguirán marcando negativamente nuestro modelo de sociedad 'CIVILIZADA'.
No podemos hablar de futuras generaciones, cuando la actual se encuentra tan medrada en cuanto a su calidad mental. Estos hechos ya dejaron de ser sólo un asunto de carácter judicial, para buscar sus causas en el modelo de sociedad afectada mental y psiquiátricamente. Somos el resultado de una herencia altamente violenta. Recordemos que nuestras mujeres aborígenes fueron violadas, nuestros padres sometidos, torturados y forzados a renunciar a su identidad, siendo 'cristianizados' a la fuerza, cuando sus creencias estaban ligadas al respeto por la naturaleza, y el respeto por el otro.
Ese germen de violencia sigue siendo repetitivo en cada generación. Nos contaron nuestros abuelos de los aberrantes hechos vividos en los años cincuenta por causa de las múltiples violencias partidistas y políticas. Esas que dieron origen a las autodefensas campesinas o mal llamadas guerrillas liberales, que engendraron otra clase reaccionaria de violencias… Todo lo anterior ha desembocado en tanta enfermedad despreciable en las mentes de los abusadores y maltratadores de hoy.
No voy a reseñar las barbaridades que se han cometido contra nuestras niñas y niños, pero lo que sí se tiene que decir es que cada caso supera en grado sumo al anterior, por lo que es urgente tomar medidas de salud y judiciales que permitan ser el sello de tanto atropello e impunidad frente a estos execrables delitos.
Gracias a las redes sociales a la televisión, a la radio, a la prensa, a los medios digitales, hoy se conocen más casos y con mayor velocidad, qué en el pasado. No quiere decir que estos hechos de violencia y maltrato sean solo recientes, solo que hoy son visibles, hay menos silencio y menos complicidad con los violentos. Pero, algo se tiene que hacer. Quienes pertenecen al legislativo, unos por sentimiento, otros por oportunismo político, han salido a proponerle al país, la implementación de la cadena perpetua para violadores y maltratadores de infantes. Como abogado, puedo decir que está comprobado estadísticamente que elevar las penas, no disminuye el delito.
Hemos sido una sociedad insegura jurídicamente, en menos de tres décadas se ha cambiado o modificado el sistema penal en más de sesenta oportunidades, casi siempre agravando las penas, y no ha sido este método de justicia eficaz para combatir los delitos. Seguimos pidiendo agravar las penas, cuando en la televisión se siguen ofreciendo novelas y programas en las que la violencia contra las mujeres y los niños siguen marcando el derrotero de los índices de rating.
Seguimos, como sociedad, consumiendo programación en la que se hace culto a toda clase de delitos y anti principios. No existe un solo programa en la televisión que eduque o informe a la sociedad respecto de la forma cómo se debe conducir a un menor de edad, cómo se puede prevenir el consumo de drogas.
Como sociedad se ha fracasado en la entrega de derechos que no son derechos. Tal es el caso de permitir el consumo de la dosis personal o mínima, que nunca dejó de ser mínima ni personal. Resultado de ello, somos un país con no menos de 16 millones de consumidores, y cerca de cinco millones de seres humanos en la indigencia. Pero esos mismos sectores que defienden esa exposición de mal llamados 'derechos', son los mismos que silencian su voz ante estos hechos repetitivos más frecuentes de violencia.
Apoyo la iniciativa del presidente Iván Duque, y de muchos legisladores, de implementar la cadena perpetua para violadores, secuestradores y homicidas de menores. Pero, no debe ser la única medida. Necesitamos con urgencia una reforma a la justicia, para que vuelva a ser del poder público, una justicia empoderada, una justicia en la que los jueces cuenten con las herramientas para producir justicia y hacerla cumplir. Una justicia que no ofrezca subrogados penales cuando exista como sujeto pasivo una mujer, niña o niño. Una justicia en la que la sociedad confíe en sus jueces, pero sienta pavor ante la voz eficaz de los mismos.
Una sociedad que sea entrenada desde el hogar y la escuela, para temer y respetar a la justicia. Una sociedad que sea consumidora de principios en los medios, y no de antivalores como está sucediendo actualmente. Necesitamos una televisión educativa, necesitamos unos medios independientes comprometidos con la divulgación de valores. Necesitamos menos politiquería y oportunismo, y más construcción de sociedad.
Si miramos las estadísticas del año pasado, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) adelantó 11.380 procesos administrativos para restablecer los derechos de las niñas, niños y adolescentes víctimas de abuso sexual, mientras que por maltrato (físico, psicológico y por negligencia) hubo 10.858 casos. Según la misma entidad, hubo 65 casos por día de algún tipo de violencia contra las niñas y los niños. Este panorama obliga a que se tomen medidas contra quienes cometen estos delitos, que en actos depravados y con todo tipo de vejámenes no les temen a las condenas porque, sinceramente, son demasiado endebles para el daño que causan.
El gobierno del presidente Duque anunció que, ya sea por proyecto de ley o por referendo, va a buscar implementar la cadena perpetua para los abusadores, violadores y asesinos de las niñas y los niños. Sé que hay un mayoritario apoyo en el legislativo para acoger la cadena perpetua como nuevo derrotero penal para los casos mencionados, posiblemente sea llevada a consulta popular el tema para hacer una reforma constitucional, pero con la introducción de la cadena perpetua al sistema penal quedará herida de muerte la Constitución Política de 1991.
Ya que ya hay voces pidiendo la pena de muerte para los mismos delitos. Queda el interrogante, ¿Se avecina en Colombia una reforma constitucional?, y acaso ¿esa reforma fortalecerá el sistema judicial? Queda abierto el debate.