Para que la sociedad en que vivimos, donde lo que importante es la ‘imagen’ y no lo esencial, es indispensable que el grueso de la población tenga una mentalidad plana. Así, por lo tanto, primará lo banal, lo intrascendente, lo que es efímero y nada que no exija detenerse en el análisis. Es evidente que este comportamiento convierte a muchos en presa fácil del consumismo desbordado, que ataca casi a todos los estamentos de nuestra sociedad.
Dada la creciente inclinación a creer que lo importante es ser ‘popular’ y no pensante resulta entendible que el Primer Mandatario de los colombianos, inmaduro y acostumbrado a que todo le llegue sin méritos para conseguirlo, crea que su función principal, no es resolver el sinnúmero de dificultades que tiene el país; sino que debe esmerarse en comportarse como el animador de un cumpleaños de cualquier niño del jardín de infantes.
Para el señor Duque parece ser fundamental recibir aplausos pero no por su oratoria ni por sus actos decididos en favor de un país más equitativo y justo, sino por sus destrezas para el canto, el fútbol o el baile. Su intención no es la de alcanzar altos estándares en la educación o mejorar los servicios de salud del país, tampoco quiere cerrar la brecha entre los que viven en la miseria y los grandes potentados, no está interesado en el progreso y estabilidad de la clase media, ni mucho menos en que fortalezca la cultura. Lo suyo es sólo la sonrisa tonta y presumir de un reloj de marca.
Evidentemente no está en sintonía con la problemática colombiana. Olvidó que es su principal compromiso es hacer cumplir la Constitución. Por lo tanto, en lugar de acudir con presteza a la mesa de diálogo entre estudiantes de las universidades públicas del país, los maestros o los jubilados, considera prioritario recibir a un artista de moda en el Palacio de Nariño.
Hoy nos recuerdan que hace ya 50 días que este país tiene en huelga a las principales universidades públicas de todo el país y, parece que llegaremos a primero de enero de 2019 en la misma situación. Lo cual quiere decir, entre otras cosas, que el inicio del primer semestre del año lectivo es incierto y que, para entonces estaremos hablando de 81 días de cese de las actividades académicas. Una situación que podría seguir prolongándose muchos días más o quizás meses... Pero el presidente prefiere mantenerse como maestro de ceremonias, simpático y sonriente, de cualquier circo de pueblo. Y el país a la expectativa.
Miles de familias han centrado su progreso futuro en la esperanza de que sus miembros más jóvenes puedan ser profesionales y así, acceder a puestos de trabajo que les permita trabajos mejor remunerados. Pero eso no importa. El señor Presidente cree que eso no es prioritario. Le acompaña la visión egocéntrica de quién jamás tuvo que esforzarse para obtener nada. No lo educaron para que entendiera que el estar en un lugar de privilegio social lo obligaba a luchar por un país más justo. Creyó, como creen muchos niños caprichosos, que todo se lo merece y que nada debe entregarle a Colombia. Los aplausos lo abruman y le satisfacen tanto, que con eso basta para estar convencido que está 'gobernando'. No sabe sino escaparse de sus responsabilidades, violar el juramento de hacer cumplir la Constitución, que le ordena velar por que se amplié la cobertura de la educación pública y tampoco le interesa que su indecisión nos sume en un atraso intelectual peor al que ahora tenemos. Se mira en el espejo y se pone a ensayar su sonrisa dominguera, como si sólo eso fuera fundamental.
Hace un tiempo, se viene hablando de una generación nacida entre los años 70 y 90 que ha prolongado su adolescencia mucho más allá de los cuarenta años. Este parece ser el caso del Presidente Duque, acostumbrado, como debe estarlo, a ser el crío simpático que canta cuando llegan las visitas a su casa. Y las tías complacientes sonriendo tontamente y diciendo “Gobernar no es fácil”. Estamos de acuerdo, no es nada fácil, por eso, precisamente por eso, es que no debe estar sino en la cabeza de gente muy capacitada, estructurada sicológicamente, moralmente estricta y en este caso, estamos en manos de alguien acostumbrado a ser elogiado por los pequeños ‘logros’ que le han construido sus mayores para explotar su ‘vena artística’ , en pos de lograr, sin que nadie los cuestione, que se realicen sus intereses egoístas y ambiciosos; porque ese niño eterno que ellos tan hábilmente manejan, no tiene ninguna intención de dejar atrás la infancia. Síndrome de Peter Pan, tal como se conoce en la Academia a este comportamiento de párvulo que caracteriza al actual gobernante de los colombianos. ¿Hasta cuándo?