Déjalo ir, deja atrás la ira, las ansias de venganza, el rencor que avivan los recuerdos tristes del pasado, las dolorosas historias heredadas con las que hemos crecido en este país con más de 50 años de violencia, solo así podremos construir la tan anhelada y hoy por hoy, desgastada intensión de paz.
Si continuamos pegados a los deseos de revancha, a las aspiraciones y ambiciones porque se den represalias que signifiquen un desquite y escarmiento para quienes consideramos se las merecen estaremos poniendo un freno, un obstáculo a los caminos que puedan conducir a la paz.
El compromiso de vida que implica emprender este objetivo, cuyos beneficios serán imprescindibles para detener los efectos que la violencia ha dejado en nuestro país, requiere para llegar allá, de actos que impliquen entre otros reparación, desagravio, compensación y resarcimiento.
De la buena voluntad de las personas proceden los criterios y las fuerzas necesarias para llevar a cabo este compromiso. Cuando se olvidan o pierden de foco, el objetivo de lograr la paz flaquea y la violencia toma nuevamente la ventaja, con formas de crueldad cada vez más agresivas, lo vemos hoy de manera impresionantemente dolorosa en el registro de las noticias que a diario publican los medios de comunicación.
Si el foco es la paz y la reconciliación no puede ser posible que alimentemos los pensamientos con mensajes que incentiven la violencia, recordemos que ella solo trae más violencia. Un país tan bello y tan diverso como es Colombia debe ser inspiración para continuar en la construcción de ese ambiente reconciliador que conduzca a alcanzar el escenario propicio para lograrla.
Lo anterior por supuesto no conviene a quienes se benefician con la guerra a quienes no les interesa que la gente piense, crezca en su intelectualidad, cuestione y se cuestione acerca de su papel en la vida como ciudadano de un país en el que se violan los derechos de las personas y se discriminan a sus habitantes por diferentes circunstancias abocándolos a enfrentarse unos a otros de manera casi que inconsciente. Es mejor tener entes que vayan y vengan sin mayor trascendencia, Ojalá exaltando el mal como lo hacen las narconovelas o las canciones con mensajes degradantes que maltraten a las mujeres, estimulen la xenofobia o despierten las más bajas pasiones.
Los muertos y las victimas se presentan así casi que, por circunstancias ajenas a su voluntad, pero muy convenientes para los intereses de aquellos sectores de la economía o la política. Grupos a quienes la guerra reporta beneficios bastante significativos para sus intereses particulares olvidándose del principio integrador e incluyente.
En este sentido es importante ver las intensiones ocultas de quienes propicien la guerra y los actos violentos para promover un ambiente de miedo como es usual en estos tiempos, en los que son utilizados los medios de comunicación para generar pánico y crear la necesidad de una seguridad ficticia que no es el verdadero sendero de la paz.