Los presidentes de los países, por regla general, tienen una llamada 'Luna de Miel' durante sus primeros meses de gobierno, mientras se acomodan y la gente los conoce. Iván Duque no tuvo esa dulce noche de disfrute, pues quedó muerto desde el primer día, cuando se evidenció a diestra y siniestra, que no era autónomo en sus definiciones y su gobierno dependería de lo que dijera el 'Presidente Eterno' y su ejército de saca-micas bachilleres, graduados o no.
Y, rápidamente, pudimos ver a Duque, un presidente con bajos niveles de popularidad, que esconde una reforma tributaria en cada proyecto de ley que propone al Congreso: que Ley de Financiamiento (¡tenga su reforma tributaria!), que Plan Nacional de Planeación (¡tenga su reforma tributaria!), que ley para reformar el Código Penal (¡tenga su reforma tributaria!), que un decreto para prohibir que los perros hagan su deposición en los parques (¡tenga su reforma tributaria!)…
Un gobierno permanentemente contra las cuerdas, que nombra a funcionarios que se caen a los 15 minutos, pues no tienen los títulos, no tienen la experiencia o no tienen vergüenza. Una administración que se la juega por apoyar a un fiscal que lo único seguro que tiene, son sus vínculos con entramadas redes de corrupción pública y privada.
Pero Iván Duque logró lo impensable. Remontó las apuestas en contra, incluso de su propio partido, volvió del averno. ¡Resucitó!
Resucitó gracias al absurdo atentado del ELN, un brutal crimen producido en un espacio de educación (en contra del Derecho Internacional Humanitario), planeado sin el más mínimo análisis, cuyo único resultado es darle razón a quienes abogan por el guerrerismo, la brutalidad y por solucionar a las patadas, con sangre y muertos, los problemas que requieren reflexión profunda y soluciones reales.
Resucitó gracias a Nicolás, ese gobernante inmaduro cuya radicalidad le permite a Duque erigirse como el líder continental de la lucha por el rescate de la democracia, saliendo a exigir en nombre de los venezolanos hambrientos, de los venezolanos sin salud, de los venezolanos sin educación, de los venezolanos desplazados, de los venezolanos perseguidos. Mientras aquí siguen manga por hombro los Colombianos Hambrientos, los Líderes Sociales Colombianos Perseguidos y Asesinados, los compatriotas que mueren a diario en medio de la desidia de las EPS, los miles de migrantes internos por causa de la violencia y el conflicto que hoy el gobierno niega.
Al principio nadie daba un peso por el gobierno. Ni siquiera sus ministros, que permanentemente interlocutaban y expresaban sus programas, en nombre del 'Presidente Uribe', todos pensamos que es una equivocación producto de un 'lapsus', pero cada día era más evidente que realmente los ministros estaban conformes con la administración de nuestro 'Presidente Eterno'.
Hasta que el ELN, en nombre de la Paz y Nicolás Maduro en nombre de la autonomía y la capacidad, decidieron resucitarlo. Hoy, los colombianos adoran a Duque y reconocen que es “el Presidente que Venezuela necesita”, por ello lo premian, permitiéndole resucitar. Pero y aquí en Colombia… ¿Qué?
La pregunta es si ese extremismo tanto del ELN, como de Maduro, le servirán a Duque para continuar cabalgando en la cresta de la ola de una popularidad pegada con mocos, babas y sobre todo radicalidad.
*Filosofo, edil de la Candelaria.