En Latinoamérica nos desciframos en torno a circunstancias y factores insensatos. Inicialmente fuimos víctimas de la rapiña desaforada durante las épocas que denominamos Conquista y Colonización. Jamás existió Independencia alguna de los pueblos latinoamericanos. Lo que se consiguió con la sangre derramada fue la Autonomía para que los españoles y portugueses criollos manejaran a sus anchas todos los asuntos de estas tierras y sus recursos, conformándose así el saqueo de que fueron víctimas, en su momento, los indígenas, y hoy el pueblo latinoamericano que ha permitido que conviertan este territorio en reino de la corrupción instituida por familias privilegiadas y diversos entes que desde siempre han tenido prerrogativas sobre nuestros bienes y recursos.
Desde entonces hemos sufrido las injustas consecuencias de las revoluciones industriales y económicas. Hoy estamos ante la presencia de otra revolución, tecnológica esta vez, en la que participamos con factor humano y materias primas, pero que no nos favorece económicamente.
Latinoamérica, sin sentido de orden y organización, se presta desde el comienzo de su historia para alimentar un sistema de monopolio, poder y capital.
El precario equilibrio se mantiene por nuestra ignorancia y desprecio de conceptos que sostienen que no solamente son los recursos naturales sino también la riqueza del conocimiento y el trabajo que se desarrolle a partir de esos recursos lo que nos introduce en el ámbito del progreso.
Estamos permitiendo que nos atrapen entre concepciones políticas y económicas que no nos pertenecen y, que desvirtuadas, cada una trata de imponer. El gran tema de nuestro desarrollo se circunscribe a factores extraños: Capitalismo vs. Socialismo, Derecha vs. Izquierda, por los que nuestras dirigentes hacen matar a sus pueblos en conflictos absurdos.
El Capitalismo es una inteligente tesis económica europea (Adam Smith, Inglaterra, 1773). Se diseñó originalmente pensando en la riqueza de las naciones con base en la calidad de vida de sus pueblos. La Derecha de Latinoamérica reduce el amplio concepto del Capitalismo, al egoísmo mezquino de la Propiedad Privada de poderes ancestrales, que con sus monopolios y privilegios ha abusado de nuestros pueblos.
El Capitalismo es un excelente planteamiento económico para países que, una vez desarrollada su infraestructura industrial y comercial, logran su bienestar a expensas de sociedades como las nuestras, que se encuentran lejos de alcanzar tal desarrollo. Funciona por el injusto intercambio comercial de sociedades desarrolladas con países como los nuestros, donde sin un proyecto social válido, se asocia al Capitalismo con la noción política de Democracia, logrando que olvidemos que el fundamento de la Democracia es la dignidad humana.
Los países que se industrializaron se hicieron poderosos con nuestros recursos. Hoy consideran ideal el planteamiento del Capitalismo pues se llegó a que ese sistema se rija por la ley del más fuerte, por lo que desde un comienzo prosperaron a nuestro costo y resultamos dependiendo de sus economías.
ARBITRARIEDAD ECONÓMICA
La concepción económica internacional que se impone, da prioridad al poder y en su desarrollo ha llegado a un punto en que el sistema se perfecciona a sí mismo. Hoy, es una arbitrariedad económica a la que se le encuentran fundamentos académicos y financieros. Gran labor de economistas, políticos y genios del marketing, que impulsan con gran dinámica la idea de una ‘evolución económica’ a la que denominan Libertad de mercados, Apertura, Neoliberalismo o Globalización. En este proceso, países del tercer mundo deben abrir sus fronteras comerciales para que países industrializados coloquen sus productos elaborados, estableciendo sin escrúpulos, que rijan altos precios para bienes y servicios tecnológicos que importamos por costosas unidades, mientras nuestras exportaciones de materias primas resultan, por toneladas y grandes volúmenes, a muy bajos precios, aumentando las profundas desigualdades entre los seres humanos y acrecentando los graves ataques al medio ambiente. El déficit que se genera se compensa ‘generosamente’ con grandes préstamos de sus propios organismos.
El concepto de Globalización –entendido como integración, participación, colaboración y aporte– es excelente. La forma real y específica de globalización que muchas corporaciones multinacionales intentan imponer al mundo y que sólo procura beneficios unilaterales, es desastrosa. Si un país en vías de desarrollo exige salarios justos, mejores condiciones de trabajo o de protección al medio ambiente, nuestros dirigentes locales encuentran la forma de burlar las disposiciones o la multinacional del caso traslada sus inversiones y su producción a otro país que admita sus pretensiones.
En un mundo supuestamente globalizado no es concebible que un país o sector de países gobierne a todos los demás. Es inaudita la globalización de una cultura en la que tenemos que aceptar y adaptarnos a los diseños económicos de los países industrializados.
Abusan de que nuestra base cultural no es propicia para enfrentar el desafío económico actual. Como es evidente que la estructura institucional que tenemos no suministra garantías, la incertidumbre frente al futuro lleva a que en nuestros países se desarrollen toda suerte de comportamientos improductivos.
Las naciones que –con organización, nacionalismo y disciplina– adoptaron el sistema económico capitalista, hoy son países desarrollados. El poder y la dinámica financiera que promueven nos conducen a ser dependientes de sus economías pues nos corresponde someternos a sus tesis económicas que dan prioridad a salvaguardar sus intereses, su estatus y su poderío, desarrollando un proceso totalmente injusto para nosotros y del que nuestra clase dirigente, por intereses, por ambición, por inconsciencia (nunca por ignorancia) participa en complicidad con pueblos indiferentes y conformes a los que mantienen distraídos con fútbol, telenovelas, reinados de belleza y el corazón de Jesús.
La ley fundamental de los negocios establece que un intercambio comercial debe favorecer a todas las partes involucradas. Sin embargo, países desarrollados, en complicidad con nuestros dirigentes, utilizan su poder para imponer teorías, criterios y políticas que convierten la compraventa internacional en un canje que beneficia solamente a una de las partes, a costa de la calidad de vida de multitud de seres humanos. Los países que son débiles industrial y comercialmente, soportan un intercambio de cifras que va en su contra. Además, hemos sido sometidos con préstamos desde el principio de nuestra historia.
Nuestros estadistas y economistas de sectores público y privado -formados, condicionados y graduados en exclusivos centros académicos nacionales e internacionales- no utilizan sus conocimientos para construir un marco coherente que permita alcanzar la justicia social. Son fieles y estudiosos aprendices de leyes y escuelas económicas foráneas que están lejos de nuestros intereses. Actúan convencidos de que la complejidad de los problemas sociales se resuelve con algoritmos infalibles de laboratorio.
Incumpliendo la obligación y el deber moral y nacionalista de mantener el equilibrio entre el quehacer económico y la calidad de vida, su labor se reduce a cumplir parámetros de los grandes prestamistas internacionales acerca del control (artificial muchas veces) de indicadores sobre variables macroeconómicas, con referencia al Producto Interno bruto, Tasas de interés, Devaluación, Inflación, etc. y que el comportamiento y resultados de las grandes empresas nacionales y transnacionales se inclinen a favor de esos prestamistas, de manera que se facilite una perspectiva de protección a sus intereses, aumente nuestra capacidad de endeudamiento, endeudarnos más y pagar mejor, mostrando para la galería el clásico desarrollo ficticio: utilidades como nación, generadas realmente por ganancias para unos cuantos poderosos y para una casta de clase alta, pero ocultando la perpetuación de condiciones y calidad de vida pésimas del pueblo en general.
Y algo perverso: en muchos casos utilizan su sapiencia y experiencia para arreglar fraudes, estafas y desfalcos contra privados o instituciones de los Estados a los que sirven.
Bajo ningún punto de vista somos países capitalistas en desarrollo. Pertenecemos a ese tercer mundo sin el cual no es posible que funcione el Capitalismo de los países realmente industrializados.
Internamente nos controlan entes que manipulan el concepto de democracia que impiden una justa distribución de la riqueza, deforman nuestras economías, nos hacen económicamente dependientes y nos sumergen en el fenómeno del subdesarrollo.
CONTRADICCIÓN
Derecha latinoamericana: hombres que se jactan del poder y se refugian con soberbia en riquezas relativas.
Como reacción a la avalancha capitalista, se desarrolla un riguroso análisis filosófico y científico de la economía y se plantea una alternativa al sistema capitalista, también con raíces europeas, un sistema que se denomina Socialismo (Karl Marx, Alemania, 1848).
En el siglo XIX, ese movimiento se hizo doctrina importante en Europa como reacción a las enormes carencias sociales y económicas provocadas por la Primera Revolución Industrial (1760-1840) y como ayuda para la naciente clase obrera, mejorando en un principio, sus condiciones y elevando a categoría legal sus aspiraciones.
En el siglo XX esa disciplina idealista del judío Karl Marx, que aspiraba a prescindir de la ambición y el egoísmo, llega al poder en Rusia, planteando una sociedad sin clases. Personajes como Lenin, Trotsky y Stalin toman esa teoría bien intencionada y la convierten en dictadura del proletariado que involuciona hacia la dictadura de un solo partido y hacia la dictadura de un solo hombre. Dictadores como Stalin, Mao, Pol Pot, Tito, Ceaucescu, Lunashenko y Castro llevan este sistema a extremos de corrupción y crueldad.
La llamada Izquierda en Latinoamérica, propugnada por grupos que posan de intelectuales, adopta el Socialismo como contrapeso del Capitalismo y responsabiliza al Estado del progreso individual. Consiguen muchos seguidores explotando, con populismo, el tema del conflicto social.
Gran parte del pueblo latinoamericano adopta el Socialismo o Comunismo, matriculándolo en la Izquierda como opción rebelde contra el Capitalismo o la Derecha. Los comunistas latinoamericanos culpan del estado de cosas a una élite dominante. Es cierto, pero se debe señalar que el gran responsable es el mismo pueblo latinoamericano, una gran mayoría pasiva que con su persistente actitud de ignorancia, inconsciencia, indiferencia, resignación, conformismo, permite que su gran poder sea minimizado/manipulado por una minoría activa que se configura en regímenes, de Derecha o de Izquierda, que imponen condiciones para que ocurra esta desgracia. Una desgracia que garantiza riqueza y poder a unos pocos.
Socialismo: un sistema.
Comunismo: una doctrina.
Marxismo: un método.
Izquierda latinoamericana: hombres que se ufanan de ilustrados y se refugian con soberbia en dialécticas extrañas.
Es así como nos trasladan el antagonismo entre conceptos o enfoques socioeconómicos generados en el contexto de Europa (región de nacionalismos extremos), que polarizan e incitan aquí a estúpidos enfrentamientos que se tornan en dramáticos, mortales, convirtiendo a Latinoamérica (región de fusión de razas con identidad cultural), en campo de batalla, donde durante años, políticos, dictadores y ejércitos de Derecha y de Izquierda han venido enfrentando en intrigas y luchas fratricidas desiguales a sus pueblos ignorantes. Sorprende la abundancia de especímenes que defienden con su vida y con su muerte las ideas de uno u otro bando.
Estamos atrapados entre interpretaciones de concepciones políticas y económicas ajenas, cada una tratando de imponerse, convirtiéndonos en peones del ajedrez mundial.
Eventualmente se entronizan en el poder, unos regímenes de Izquierda o Derecha, que agotan a sus pueblos con corrupción y criminalidad.
No somos países pobres, somos países empobrecidos por la inconsciencia y la ignorancia. El compromiso de un Estado para con su pueblo es aplicar un sistema político y económico, el que sea, orientado democrática y socialmente, no permitiendo extremos de Riqueza/Poder vs. Pobreza/Sumisión. Lo que verdaderamente construye los resultados de un pueblo hacia su bienestar, hacia su calidad de vida y hacia su dignidad, no es la teoría, tendencia política, social o económica con que se lo pretenda dirigir y gobernar. Es la ilustración, la justicia, la honestidad, la determinación, la actitud, el orden, la libertad, la organización, la responsabilidad, la disciplina, la ética, el nacionalismo, la solidaridad, la cultura, el amor… es la disposición de un factor cultural. Por supuesto que se requiere una directriz para encauzar los destinos de una nación, pero los latinoamericanos no nos hemos ocupado en crear, organizar y desarrollar un concepto, un gran proceso integral latinoamericano de la filosofía, la democracia, la economía y de la política, consecuente con nuestras características, circunstancias y realidades.
Hoy, el pueblo latinoamericano es perdedor bajo cualquier sistema. Es improbable una solución mientras persista la inconsciencia, ese perenne e inmutable obstáculo en el camino de Latinoamérica.
No es de cualquier forma la solución. Un desenlace en nuestra región no lo generarán caudillos mesiánicos o movimientos patrioteros o sociales, ni nacionalismos desgastados. El miedo, el odio, la venganza nos depararán un simple cambio de sistema opresor, “no se trata de cambiar de collar, se trata de dejar de ser perro”.
Lo importante no es el poder político de los sistemas, es el poder de las personas, su capacidad, su fuerza, su dignidad que las active en modo Rebeldía, contra cualquier forma de opresión.
La conciencia es un sol poderoso. Cuando a los latinoamericanos nos ilumine una conciencia colectiva, se dará inicio al establecimiento de un transcurso positivamente histórico en términos de progreso y desarrollo.