No existe el poder político, existe el poder militar.
La teoría de la disciplina militar nos dice que es la estricta observancia de reglamentos controladores establecidos para los miembros de las fuerzas armadas.
La disciplina es un requerimiento milenario que conforma el espíritu de las Fuerzas Armadas, cuya misión esencial es defender la integridad territorial. En el mundo se usan por los estados, para reprimir.
En Colombia seguimos la metodología anglosajona de la repetición. Desde el ingreso como reclutas, profusamente, intensamente, con órdenes, gritos, discursos, himnos, cánticos, eventos, desfiles, bandas, sanciones, whiskey, premios y castigo.
Para que las cosas funcionen, supongo que la única categoría que se puede dar el lujo de asumir una actitud con mentalidad deliberante, ante sus jefes políticos, es el Alto Mando, que actuando como un solo Cuerpo, podrían organizar esto.
Por supuesto que la operatividad militar no admite cuestionamientos. Sería muy perturbador que un militar que recibe una orden, se pusiera a argumentar sobre la pertinencia de la misma.
El gran poder de las armas, mezclado con la Defensa de la Patria, abre el espacio a todo tipo de comportamientos.
Ese poder sobre la vida de las personas, mezclado con la naturaleza humana: política, religión, inmadurez, soberbia, ambición, miedo, odio, venganza, o estupidez, es algo… inevitable.
Pero cuando ese gran poder queda en manos de sicópatas, se ordenan infamias, que se ejecutan en cumplimiento del deber. He ahí cuando se debe hacer historia.
Arrastran algo tan sagrado como es el Honor Militar, a vulgares Crímenes de Estado.