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La sociedad del shock


El ser humano es un ser de espectáculo, que es movido y seducido por grandes acontecimientos en el orden de lo sensible y que es atraído constantemente por el deseo de presenciar eventos de gran magnitud que le den un cierto placer morboso, derivado de cualquier cosa excepcional, aunque se trate de una amenaza de destrucción masiva en la que el mismo está incluido.

Es esto mismo lo que Jünger señala al advertir la tendencia apocalíptica del hombre que permanentemente presagia y espera el fin de todo, en medio de guerras, desastres naturales o juicios finales.

En nuestro tiempo esta inclinación se ve estimulada por las nuevas tecnologías y la existencia de sistemas de medios que exacerban la imaginación y que logran convertir simples hechos y eventos en cualquier punto del globo, en una amenaza de extinción y en objeto de caos y pánico. En este sentido también es posible considerar que este estremecimiento permanente puede tener un sentido político profundo. Tal como señala Naomi Klein, la lógica del desastre puede ser fabricada o simplemente empleada para alcanzar determinados fines, especialmente en orden a generar una desatención, un desenfoque y un olvido respecto a lo inmediato, real y fundamental para cada uno.

Lo central de esta consideración radica en que, mientras que se teme frente a un problema global promocionado por los medios, que aparentemente nos urge a todos y nos interpela, como el coronavirus, Irán o Corea -y años atrás la gripa AH1N1, el Estado Islámico, el ebola, Sadam Hussein, etc.- las cuestiones más elementales relacionadas con nuestro propio contexto y nuestra realidad política pasan desapercibidas y como cosas sin importancia. La capacidad de análisis y gestión de lo inmediato se diluye en el show mediático y el espectáculo. Las personas se convierten simples reactivos alimentados de impactos psicológicos cada vez más fuertes que, paradójicamente, derivan en nada más que en la inacción.

En este panorama vale preguntarse si de alguna manera estas personas no somos nosotros… y así reconsiderar nuestra postura frente a la situación a nivel global, valorar honestamente nuestro nivel de comprensión y análisis de lo que ocurre, para ver si realmente podemos administrar nuestra atención y así priorizar los acontecimientos en pro de nuestra propia situación.

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