Debemos iniciar dando las gracias a las directivas de @CiudadPaz_co, quienes nos han invitado a retomar este espacio. Para nosotros siempre será un placer poder compartir con todos los lectores de tan prestigioso medio.
Escribimos estas líneas un domingo en la tarde, domingo que coincide con la celebración del día de las madres en nuestro país, pero también es el octavo domingo de la cuarentena que estamos viviendo los colombianos a raíz del COVID-19, pandemia que ha obligado a la humanidad a refugiarse en sus hogares como única opción para vencer el contagio.
Han sido ocho semanas de encierro colectivo. El encierro es la opción que tanto el Gobierno Nacional como los gobiernos locales le han presentado a los colombianos como respuesta, más o menos efectiva, a la crisis que representa el COVID-19 y a su alta tasa de contagio.
Pero, la primera pregunta que nos debemos hacer es si esta estrategia si terminará siendo efectiva para enfrentar la pandemia. Consideramos que debemos responder de forma inmediata que NO. Esta estrategia solo rendirá los frutos esperados si va acompañada de otras medidas que deben ser implementadas de forma paralela y con mucha disciplina social.
Y decimos esto, porque lamentablemente lo que hemos podido advertir es que no todos los ciudadanos abordamos con la seriedad y rigurosidad que exige esta época de aislamiento y distanciamiento.
Esgrimiendo las más diversas excusas, muchos colombianos no han acatado las órdenes impartidas y por el contrario siguen haciendo su vida de la misma forma en que la venían haciendo antes de iniciar este periodo de aislamiento. Es decir, saliendo constantemente a lugares públicos y teniendo contacto social sin ninguna medida de protección.
El argumento más recurrente y que se escucha constantemente es que muchos colombianos viven ellos y sus familias del día a día. Es decir, que deben estar constantemente en la calle en busca de ingresos ya que al no contar con un salario fijo o con algunos ahorros solo tienen como fuente de sustento lo que diariamente logren obtener como resultado de las más diversas actividades que realizan, en la mayoría de las ocasiones, en lugares públicos como parques y plazas, entre otros.
Esta situación nos ha llevado a tener que enfrentar la triste y dramática realidad de que nuestro país tiene una economía de 'rebusque', y que son muy pocos los compatriotas que cuentan con empleos estables y medianamente bien remunerados, y que, por el contrario, el grueso de la población percibe escasos ingresos provenientes de las más variadas actividades informales que realizan con el fin de sobrevivir ellos y sus familias.
Y a eso agreguemos que también existe en el país una amplia franja de los llamados 'emprendedores' que son personas que con mucho esfuerzo han colocado un pequeño negocio pero que no cuentan con el musculo financiero suficiente para poder enfrentar un cese de actividades prolongado y que en muchos casos tienen uno o máximo dos empleados a quienes han tenido que despedir de forma inmediata ya que, al no estar generando ingresos, no pueden asumir de su escaso patrimonio el pago de esa nómina que aunque en la mayoría de las veces son valores iguales o cercanos al salario mínimo legal mensual establecido en el país, en este momento al no estar produciendo ingresos no tienen como cubrir esa obligación.
En definitiva, una de las situaciones que esta crisis del 'coronavirus' ha develado en nuestro país es que tenemos una sociedad donde una gran mayoría de las personas que la conforman son de un estrato socio-económico muy bajo, que tenemos una clase media muy susceptible a cualquier contingencia que los puede convertir en pobres en cualquier momento y que tenemos una economía muy precaria en la que no contamos con un buen número de empresas o industrias sólidas.
Lo grave frente a esta situación es que mientras no se cuente con una vacuna que efectivamente le ponga fin a la pandemia, tendremos que estar constantemente recurriendo a la fórmula de periodos más o menos prolongados de cuarentena con el fin de controlar los picos de saturamiento de las unidades de cuidados intensivos de los hospitales frente a un alto número de contagiados.
Se ha dicho mucho que el mundo cambió y, la verdad, creo que efectivamente cambió. Ahora, los seres humanos tenemos que hacernos a la idea de que tendremos que convivir con este virus al cual debemos tratar con respeto, pero sin miedo, que debemos tomar las precauciones que el tema amerita, pero que debemos tratar de empezar a hacer nuestras vidas como las veníamos haciendo hasta antes de la aparición del COVID-19.
Y es que, si no hacemos esto, las consecuencias de toda índole de esta pandemia van a ser inconmensurables. Nadie podría alcanzar a imaginar cuál será la suerte de la humanidad en unos años sino enfrentamos en debida forma la situación que se nos plantea.
Personalmente, me preocupa muchísimo la suerte de nuestro país. Si bien los gobiernos nacionales y locales han actuado como se debe y como han actuado todos los gobiernos a nivel mundial dando auxilios y fortaleciendo el sistema de salud, la situación en Colombia es muy preocupante ya que estos auxilios y medidas llegarán hasta cierto tope y luego los ciudadanos quedaremos solos a nuestra suerte.
Qué bueno sería que nuestros dirigentes, en todos los campos y en especial los políticos, fueran consientes de lo frágil de nuestra economía y nuestra sociedad y que esto los impulsara a trabajar por darle una nueva fuerza a nuestro país.
Y es que el problema no es solo de los pobres que colocan un trapo rojo en la puerta de sus humildes viviendas con el fin de poder recibir un mercado. Tampoco el problema es solo del pequeño vendedor de esquina que trabaja en una de las tantas calles de nuestro país. Este es un problema que afectará a todos, incluidos los ricos. Tarde o temprano aquellos que han pasado su cuarentena con la nevera llena, pidiendo comida a domicilio o viendo todas las series disponibles en Netflix sentirán en algún momento lo grave de la situación. Esa burbuja de cristal en la que han vivido y aún viven se desinflará y, aun teniendo recursos económicos a la mano, sentirán lo grave de la situación.
Por último, no podemos pasar por alto la forma cómo el sector financiero ha encarado esta situación. La verdad es que sólo podemos decir que es asombrosa la desconexión que existe entre los colombianos de a pie y los bancos de este país.
Aun diciendo el Gobierno que avala y garantiza los créditos que se otorguen a pequeños empresarios o a personas naturales que en este momento lo requieren, los bancos han sido reticentes a llevar a cabo estos préstamos. Siguen exigiendo los mismos requisitos y garantías como en cualquier época en la que no existía el problema de la pandemia.
Por el contrario, mucho del dinero que irrigó el Gobierno Nacional al sector bancario ha servido para que éste lo preste a aquellos que no lo necesitan a altas tasas de interés. También ha servido para apalancar negocios de sectores que no requieren de las ayudas que el Gobierno buscaba brindar a los más necesitados.
Es inaudito saber que los bancos -que han colocado sus canales financieros al servicio del Gobierno para que le entregue los recursos a los más necesitados- esté cobrando la intermediación por dichos servicios. No hay derecho a tanta infamia.
COLETILLA. Mientras tanto, tenemos nuevamente chuzadas y perfilaciones por parte del Ejército. Continúan los asesinatos de líderes sociales, se sigue dando una corrupción exacerbada en la contratación pública, se contratan encuestas para medir la popularidad de los mandatarios, mientras los colombianos encerrados seguimos soñando qué vamos a hacer cuando volvamos a ser libres.
@DAGRAMAR2010