Así se llamaba el programa de un conocido actor mexicano, recientemente fallecido. Interrogante que nos sirve hoy para cuestionarnos acerca de cómo el hombre es capaz de actuar de una u otra manera ante el dolor y las necesidades de sus semejantes.
¿Qué nos pasa cuándo, fruto del esfuerzo de muchos, motivados por su compromiso de brindar ayuda a sus semejantes y de la responsabilidad del país para con las personas afectadas por una determinada situación, se destinan unos recursos y hay quienes tienen la desfachatez de aprovechar la situación para robarlos y obtener beneficios de lucro personal? ¿Cómo es posible que los implementos que requiere el personal de la salud, vitales para responder al desafío que atraviesa la humanidad, les sean negados y en cambio su loable profesión sea motivo de desprestigio, señalamiento, discriminación y persecución?
Resulta muy conveniente encontrar en la crisis de los demás la oportunidad para transgredirlos aún más y en lugar de ayudarlos o, por lo menos, considerarlos, aprovecharse de su situación. Ni que decir del aislamiento que viven las personas mayores por la vulnerabilidad de contagio, el cual ha sido motivo para atropellarlos ignorarlos y violar sus derechos.
Este estado de corrupción manifestado en todos los ámbitos, medio ambiente, economía, salud, consumo, productividad, educación, entre otros, plantea un escenario de gran incertidumbre. Los niños, el tele-trabajo, los encierros, la violencia intrafamiliar, el desempleo, las enfermedades mentales (depresión, ansiedad, soledad, entre otras) vislumbran un futuro incierto, nadie sabe que va a pasar, todos especulan y en general reina el escepticismo.
La caja de pandora que abrió la pandemia permitió salir o hizo evidentes los más bajos comportamientos del ser humano, despertó en algunas personas conductas imposibles de comprender para quienes el dolor, personal o ajeno, sensibiliza constituyéndose en la esperanza para superar las dificultades que la vida presenta.
La conciencia esta activada y las acciones de unos u otros manifiestan la pequeñez o la grandeza del ser humano; las sentidas necesidades de la humanidad hacen que unos vean en ellas la oportunidad para robar y otros para ayudar; pero es precisamente la primera la que nos lleva a preguntarnos ¿qué nos pasa? Sería tan diferente el mundo, si fuera consigna de todos el crear espacios incluyentes e igualitarios donde cada persona pueda tener acceso a lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas.
Los desprotegidos son muchos, atraviesan dificultades de diferente índole por lo que lo peor que puede ocurrir y está ocurriendo, es la indiferencia, producto del egoísmo que reina en el ser humano, abandonar a los semejantes a su suerte, sálvese quien pueda y lo mejor para mí, aunque sea por encima o en detrimento de los demás.
Algunos representantes de la autoridad, por su parte, envenenados y presionados por cumplir unas órdenes, violentan, atropellan e irrespetan a las personas sin consideración ni humanidad alguna y lo peor, hay quienes justifican esas acciones.
El aprovechamiento es a todo nivel, ahora no solo se hace necesario sobrevivir a la complicada situación, es necesario ser un genio y a partir de ella 'reinventarte' (la palabra de moda), saltar al estrellato y volverse millonario a costa de los demás, para ello es necesario aprender múltiples técnicas que acompañados por quienes las enseñan 'Coach' lo llevarán a convertirse en… y si no entra en la 'jugada'… no será competente y sucumbirá, exigencias de la encrucijada.
Y, mientras tanto, la experiencia y sabiduría de los mayores encerrada y olvidada, pretenden desconocerla y, peor aún, desaparecerla olvidando su gran valor. Otra forma de atropellar y vulnerar aprovechándose de las fragilidades de la edad y desplegando desprecio por su falta de conocimientos en materia de tecnología. ¿Qué nos pasa?