“A todo lo que te resistes, persiste.
Lo que niegas te somete,
lo que aceptas te transforma”.
Carl Gustav Jung
Los problemas son una constante de nuestra vida y por más intentos que hagamos para evitarlos o encararlos, terminan por alcanzarnos o exigir un poco de atención. Hay algunos pequeños y de fácil solución, otros de tamaño mediano, pero que van creciendo hasta alcanzar el tamaño de un elefante, que nos inspira temor, nos paraliza y se va adueñando de nuestro espacio.
Ante ello, cada persona reacciona de forma distinta, algunas cuentan con mayores recursos emocionales que otras, hay quienes se aíslan, otras buscan ayuda, están las que evaden, quienes normalizan, las que buscan la manera de olvidar y otras más que los encuentran como áreas de oportunidad. Luego, estamos las y los profesionales que trabajamos en la búsqueda de soluciones de problemas de los demás.
Independientemente del grupo al que pertenezcamos y la dimensión de los problemas que enfrentemos, la mayoría de las veces, en el proceso de afrontamiento de los elefantes que invaden nuestra habitación, nos olvidamos de un aspecto de suma importancia: cuidar nuestra salud mental, un tema tabú, del que nadie quiere hablar y en el que pocas personas deciden invertir.
Por ello, siempre busco la manera de realizar un recordatorio a las personas con las que convivo en todos los ámbitos de mi vida, especialmente hoy, en estos momentos difíciles por los que estamos atravesando como humanidad, donde abundan las malas noticias y muchas personas somos víctimas de la ansiedad, la paranoia, la depresión, la angustia y, toda esa serie de desequilibrios emocionales que produce la incertidumbre de un presente inseguro y un futuro incierto, en donde encontrar motivaciones o recursos de utilidad, se convierte en una misión que parece imposible.
Por difícil que parezca, la solución está en reconocernos como humanos, aceptar que necesitamos ayuda y acudir con los especialistas, los cuales, por excelencia siempre serán profesionales en psicología o psiquiatría. Acudir con un experto en salud mental, no es algo de lo que deberíamos avergonzarnos, por el contrario, debe ser un motivo de orgullo personal, pues a mi criterio, es la mejor inversión y muestra de amor propio.
A nivel personal, debemos realizar un esfuerzo por desprendernos de mitos o prejuicios que nos han hecho creer: a terapia no van los locos, sino quienes nos resistimos a enloquecer. Las personas que aceptamos las deficiencias humanas, la necesidad de equilibrio, el deseo de ser escuchadas y guiadas por alguien que se especializó para cuidar el bienestar de los demás.
Visitar un psicólogo o psicóloga, debería convertirse en una necesidad tan imperante como acudir al dentista o al médico general, introyectarlo como una cultura de prevención o incluso, planificarlo como una necesidad básica en nuestra lista de prioridades. Sin embargo, pareciera que muchas personas tuviesen miedo de encontrarse consigo mismas, de reconocer sus emociones o escuchar sus propios pensamientos, y terminan negándose una oportunidad que resulta ser una gran experiencia.
En la terapia psicológica, podemos encontrar el valor suficiente para enfrentar nuestras inseguridades, para vencer nuestros miedos; contribuye a adquirir la valentía necesaria que se requiere para abandonar nuestra zona de confort y las herramientas para fortalecer nuestra asertividad. Nos ayuda a ser más resilientes, más empáticos, pacíficos y humanos. A través de un proceso terapéutico, es más factible mantener los ojos abiertos en la búsqueda de soluciones efectivas de los problemas que enfrentemos y la capacidad de transformar crisis en oportunidades.
Desde el punto de vista que decida analizarse, siempre saltarán múltiples ventajas y beneficios de invertir en la psicoterapia, sin importar los motivos que nos lleven a tomar esta importante decisión. Por mencionar algunos ejemplos: un proceso de duelo es mejor en compañía, una ruptura sentimental se supera con mayor facilidad al liberar emociones, adaptarnos a un cambio es menos complicado al seguir las recomendaciones de un profesional y los buenos consejos siempre favorecen la toma de decisiones.
Al recomendar e invitar al seguimiento de un proceso terapéutico, lo hago desde una postura personal y profesional, pues me ha sido muy útil para auto-conocerme y reforzar mi autoestima; para el manejo de estrés, para evitar el quemamiento laboral y hasta para dejar el mal hábito de fumar.
Con frecuencia, en el trabajo, observo problemáticas familiares que serían más sencillas de manejar, si las personas involucradas mostraran un poco de disposición para invertir el tiempo necesario en su bienestar emocional y al preguntarles si han considerado ir a terapia, la mayoría de ellas reacciona con cierto grado de incomodidad. Tal vez, porque resulta difícil asumir la responsabilidad de nuestras acciones o porque saben que el proceso será un poco difícil, quizás hasta doloroso; sin embargo, pareciera que ese cuestionamiento detona un reclamo interior, el despertar de esa voz que en el fondo trata de recordarnos la necesidad de trabajar en nosotros mismos y después preocuparnos por el mundo exterior.
¿Usted ha considerado ir a terapia? ¿Cuándo fue la última vez que lo hizo? ¿Qué hará con sus elefantes? ¿Cuándo comenzará a limpiar su habitación?