* En Colombia, solo hasta 1961, el sacerdote Félix Restrepo, escribió la Ortografía del Castellano en América.
"A centenares, las más sonoras
palabras de nuestro idioma son árabes"
Antonio Gala
Mi conocimiento sobre la literatura árabe[1] en las letras españolas, puede decirse, que hasta hace pocos años era nulo o casi nulo, ya que se limitaba a los relatos de las Mil y Una Noches, al Ladrón de Bagdad, a los Viajes de Simbad el Marino, a Alí Babá y los cuarenta ladrones o a Aladino y la lámpara maravillosa, que leía mamá a la luz de las luminarias y candiles de aceite de pescao que a mí y a mis hermanos nos hacían soñar con alfombras mágicas, dragones y castillos donde habitaba una princesa que esperaba un héroe en un caballo alado, y aún más, para ser honesto con los lectores, en mis estudios de bachillerato y luego en la Universidad, jamás se habló del aporte árabe a la cultura occidental, otro tanto sucede en algunas facultades de Literatura de Instituciones de Educación Superior, no solo en esta parte del mundo sino en la misma España, donde se ocultaba o ignoraba sospechosamente el significativo papel de la cultura árabe en la península Ibérica y en especial su influencia en la Literatura hispana, desde el año 711 de nuestra era, hasta poco más o menos el 1492, cuando se iniciaba la invasión ibérica a los territorios del Nuevo Mundo.
Las propias instituciones, los textos y las tradiciones heredadas de los europeos y especialmente de los españoles sembraron en nuestra mente una animadversión frente a todo aquello que tuviese un olor al islam y al mundo árabe. La Iglesia Católica al niño que estaba sin bautizar le decía 'moro' y si moría sin bautizarse iba directamente al Averno.
El vocablo turco, que no es sinónimo de árabe, se utilizó y aún en nuestros días se usa de manera despectiva y peyorativa para designar a las personas cuyo apellido o apellidos tienen alguna relación con el mundo árabe. En Cien años de soledad, cuando llegan a Macondo, el autor los describe de manera miserable y burlesca: “llegaron los primeros árabes de pantuflas y argollas en las orejas, cambiando collares de vidrio por guacamayas”.
Es importante recordar que la literatura árabe, viene de la mano de los beduinos nómadas, pastores de camellos, caminantes de las reverberantes estepas semidesérticas de la Península Arábiga en busca de pastos y del agua que hace posible la vida y que aflora en pozos salobres o en los oasis, mancha verde en el horizonte que el beduino transcenderá como paraíso, agua procedente de las altas montañas debido a las breves y violentas tormentas primaverales que generarán arrambladas y una efímera vegetación.
El pueblo árabe es mencionado en muchos textos antiguos en el siglo I antes de Jesucristo y lo ubican en la Península semidesértica al sur de Asia con el nombre de Península Arábiga. Son estos árabes los que demarcan su línea y con plena conciencia se denominarán semitas, descendientes de Abraham, a través de Ismael, hijo de la esclava Agar, y no de Sara como lo narra la Biblia.
Inicios de la corriente arabista
Desde el 1599 cuando Antonio Saavedra de Guzmán publica en idioma Náhuatl “El Peregrino Indiano”, nació la corriente por parte de la Iglesia católica que solicitó al rey prohibiera esta clase de “textos porque no pueden explicar con propiedad los misterios de la fe”.
Este hosco sentimiento en contra de los vocablos americanos y árabes, se vino a materializar en 1713, cuando se creó la Real Academia Española que consideró bárbaras todas aquellas obras que tuviesen origen en los territorios del Nuevo Mundo o que tuviesen relación con los árabes.
Se inició entonces una cacería inagotable para acabar con todo aquello, que en su momento oliese a las lenguas americanas o árabes. En Colombia, solo hasta 1961, el sacerdote Félix Restrepo, escribió la Ortografía del Castellano en América.
Razón tenía Juan Pablo Forner (1756-1797)1* cuando escribió Las exequias de la lengua castellana, que es una sátira violenta a los esfuerzos de los académicos de excomulgar los vocablos indígenas y árabes y mantenerse en sus arcaicos fósiles, marcando diferencia en los sonidos de 'c', 's' y 'z', 'b' y 'uvé'.
No obstante, en España en el siglo XIX hubo una corriente de arabistas encabezada por don José Amador de los Ríos, Secretario de S. M. con ejercicio de decretos, que en la solemne recepción de Académico de número de la Real Academia de la Historia, el 18 de Febrero de 1848, hace un juicio histórico a notables historiadores, a célebres filósofos y a los eruditos de su tiempo que no reconocían ni aún reconocen, la herencia y el legado árabe en la Península Ibérica, y condenaba el calificativo de “bárbaros”, que siglos atrás, también le habían dado a los godos y visigodos. “No puede ser bárbaro un pueblo que nos ha legado la grandeza en las artes, en la literatura, la arquitectura, la pintura y especialmente en el idioma”.
Tres siglos atrás, Don Miguel de Cervantes Saavedra, le hace un grande honor a la grandiosa literatura árabe, pues según el autor del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, no es él quien escribe la obra, ya que los manuscritos fueron comprados a Cide Hamete Benengeli, un morisco que minuciosamente le hace la traducción del texto en árabe al castellano en su propia casa, según se lee en el capítulo I del texto mencionado.
Para afirmar todos estos hechos, recordemos a Manuel Machado, que en su libro de corte modernista Alma, en el poema Adelfos, dedicado a don Miguel de Unamuno, de manera autobiográfica y en versos alejandrinos, dice:
"Yo soy como las gentes[2] que a mi tierra vinieron /
Soy de la raza mora, vieja amiga del sol /
que todo lo ganaron y todo lo perdieron /
Tengo el alma de nardo del árabe español".
Y es así. Desde que don Rodrigo, último rey visigodo, fue vencido y muerto en la batalla de Guadalete o Waddi Lakka, nombre del río andaluz, donde se produjo el enfrentamiento, de los ejércitos del Califato Omeya, comandadas por el extraordinario general beréber y musulmán Tariq ibn Ziyad, llamado Tarik, entre el 19 y el 26 de julio de 711, según cuentan las crónicas árabes y del que deriva el nombre Gibraltar: 'Yebel-Tarik', hasta la pérdida de Granada en 1492, que fue el fin del estado visigodo en la península ibérica, se produjo en la España árabe una cantera de bellísimas palabras que pasaron al idioma cervantino.
La facilidad con que los musulmanes se adueñaron de casi toda la península es explicable por la decadencia moral y la corrupción del reino visigodo y naturalmente por la indiferencia hispano-romana, que en tres siglos no había llegado a fundirse con los dominadores. El Reino visigodo no formaba un Estado compacto, ni en lo político, ni en lo religioso, la adopción oficial del catolicismo bajo el rey visigodo Recaredo (589) era demasiado reciente y no había penetrado en la masa popular. Eso explica la rápida islamización de España. Los españoles sojuzgados por los visigodos, solamente pensaron que cambiaban de señor, de manera parecida había sucedido con los egipcios, sirios y otros pueblos sometidos al Imperio Bizantino.
Cosa diferente sucedió con la dominación árabe, ya que de inmediato, aceptaron el cambio de lengua y de fe, y en los demás órdenes de la vida. En menos de medio siglo se vio la grandeza y el resurgimiento de una nueva España, con palacios, mezquitas y parques y lo más importante la fusión de ambos pueblos. En el año 756 Abderramán I, crea el Emirato de Córdoba y en la colina de Rusafa construye uno de los palacios, orgullo de la arquitectura musulmana.
Fue una época brillante, creadora y fértil. El Mundo científico-cultural que alumbraban más los astros era el Mundo Árabe o mejor la era musulmana. La historia en este sentido es generosa al mostrarnos todo ese acervo del que gozaban los españoles que les venía del mundo árabe y del que estaban privados los otros pueblos de Europa. Se vio y sintió el apogeo del álgebra y la trigonometría, la lógica y la filosofía, la cartografía y la literatura, las matemáticas y la astronomía, la geografía y la medicina, la química y la filología, la política y la geometría y la propia civilización humana progresaba a medida que evolucionaba el pensamiento árabe musulmán.
Florecieron sus ciudades, se armaron y produjeron conquistas y libros, y como los más ingratos del mundo se olvidaron de quienes los habían salvado de la hecatombe.
Siglos de esplendor y de grandeza alumbraron e impregnaron al mundo cuando las tinieblas envolvían a Europa, y por ende Asia y África son absorbidas por la luz del arabismo y del Islam, cultura y civilización, pedazos de historia que se convierten en historia completa.
Don Alfonso X, llamado el Sabio, conociendo las grandes ventajas que podían obtenerse del cultivo del idioma y de los conocimientos de sus civilizados vecinos, depositarios entonces del saber del mundo antiguo, estableció en Sevilla cátedras de elocuencia arábiga, y mandó a traducir 1254 volúmenes de aquel idioma al castellano, que lenta y paulatinamente iba formándose.
El rey taifa Al-Mutamid de Sevilla (1040-1095), que fue un importante aliado militar de don Rodrigo Díaz de Vivar, institucionalizó certámenes poéticos y musicales, competencias de versificación, teatro y otras actividades del espíritu, que se realizaban en barcas llenas de luces que surcaban el Guadalquivir.
Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo en las cifras, la mayoría de ellos llegan a la conclusión respecto a la grandeza y el esplendor que vivió España a la luz de la literatura árabe a lo largo de seis siglos. Mientras setenta bibliotecas permanecían abiertas en las ciudades españolas de Córdoba, Sevilla, y Granada, con más de diez mil volúmenes para la consulta del pueblo, el resto de Europa vivía sin libros, sin ciencia, sin cultura, y lo que es peor sumergida en la más completa ignorancia.
En tiempos del Califa Almanon, según el abate Andrés, Bagdad fue el centro ecuménico de las artes y de las ciencias. Almanon, hizo grabar en el frontispicio de su palacio en Bagdad la frase los elegidos de Alá eran los llamados a proteger las artes y las ciencias. A este califa se le debe la primera medición de la tierra, también la construcción y dotación de las famosas bibliotecas de Fez y de Larache y de otras tantas en ciudades de Asia y África. Era tanta su grandeza que no prohibió al pueblo dominado la religión cristiana, todo lo contrario, protegió a quienes practicaban su culto.
España y el Islam
Para el Occidente medieval, España súbitamente era como una ventana abierta sobre la vida exótica de un mundo diferente. Y para los intelectuales de la alta Edad Media, peregrinos, maestros, filósofos, letrados y estudiantes, representaba la gran aventura. Después de las cruzadas y el repliegue de las fuerzas musulmanas en España, ésta se reveló ante los ojos de Europa, como una civilización extraña y apasionante a cuyos territorios la mayoría de europeos quería ir. España fue vista como el resplandor del oriente islámico. La fascinación de un nuevo tipo de estudios, que de alguna manera debía mirarse como el saber prohibido.
Significaba una cultura absolutamente opuesta a la del mundo medioeval, aún estéril y ascético, a pesar del resurgimiento incipiente de algunas ciudades y villas, especialmente en el sur de Italia.
España para esos días se sentía orgullosa y dichosa pues el Islam había dejado su huella en calles, jardines y mezquitas, en el decorado cerámico de fachadas coloridas, en paredes animadas de arcos de herradura y delicadas filigranas en las fuentes, a pesar de que sus constructores se habían marchado.
El aporte del Islam a España fue inconmensurable y de un estímulo intelectual sin paralelo. Prácticamente todas las facetas de la vida europea se vieron afectadas, desde la religión, la ciencia, las costumbres y la filosofía hasta las instituciones gubernamentales.
Para los científicos medievales España de un momento a otro representó la esperanza de dar un paso adelante. La riqueza de datos y documentos que aportó el Islam permitió que occidente completara los trazos del nuevo cosmos filosófico. La ciencia islámica significaba aún más. La abundancia de información concreta inspirada por la afición islámica al estudio minucioso de la naturaleza parecía ser la conclusión a aquella visión panteísta de los teóricos de la teología. El Islam era el tipo de ciencia conque habían soñado los investigadores de la iglesia.
Las salas de bibliotecas y las escuelas catedralicias de España que habían pertenecido como centro de cultura al Islam abrieron sus puertas para recibir a los letrados cristianos. Con fervor fanático grupos de eruditos se lanzaron a escudriñar y a aprender la lengua árabe con ayuda de sefarditas y versados en el idioma. También montaron escuelas de traducción en Barcelona, León, Pamplona, Segovia, Tarazona y especialmente en Toledo. Se lanzaron a traducir los escritos que los árabes habían dejados en los anaqueles, plúteos y estantes de las bibliotecas. Al cabo de una generación quedaron al descubierto los escritos, la sabiduría y la ciencia del Islam. Medio siglo después, occidente se la había apropiado de todo y cuando había pasado otro medio siglo hizo suya la herencia científica que había encontrado en libros, arcones y anaqueles, sin ninguna clase de reconocimiento al pueblo árabe.
Notables escritores han expresado a través de los tiempos la influencia árabe en la cultura de España, a pesar de que siempre quisieron ocultarla o desconocerla.
William Nicholson[3], uno de los más célebres científicos ingleses del siglo XVIII, solía decir que en su época nada era comparable, ni los descubrimientos y mucho menos los avances científicos, con los aportes hechos por los árabes, pioneros de la grandeza de Europa.
Gustave Le Bond[4], en su obra 'Civilisation des Arabes' (1.884), asegura: “Los árabes fueron los que aportaron a Europa lo que ignoraba en el campo de los conocimientos científicos, culturales e inclusive filosóficos. Fueron ellos los que establecieron para Europa las bases para la edificación de su civilización moderna. El mundo debe testimoniar este favor a los árabes”.
Defoe, escritor inglés, asegura “que el legado dejado por los griegos no fue aprovechado por los romanos, sin embargo, los árabes lo aprehendieron, lo cultivaron, lo mejoraron y lo desarrollaron para entregarlo realizado a la edad moderna…”, y reconoce que “los árabes son en verdad los maestros de Europa en todos los campos del conocimiento humano”.
El escritor español, Velasco Ibáñez, en su obra "En la sombra de la catedral", dice: "el renacimiento en España no provino de las tribus bárbaras del norte, se introdujo desde el sur, con los árabes… era una hazaña civilizadora, más que una conquista…, así se introdujo en nuestro país una joven cultura fuerte y vigorosa que contó con los diferentes elementos del progreso rápido y espectacular que triunfó apenas nacida”.
Marcelino Menéndez y Pelayo, en su obra “Orígenes de la Novela” establece: “Un río verdaderamente caudaloso que de la rica novelística oriental inunda a toda Europa. Con sus aguas pasa del árabe al hebreo, del hebreo al latín y del latín a las lenguas vulgares”. Es honesto advertir que eruditos europeos como el alemán Goethe, el francés, La Fontaine, el español Don Juan Manuel y muchos otros, encontraron en 'Kalila y Dimna' fuente de inspiración. La novela picaresca, que marcó toda una época en Europa, guarda estrecha relación con Al-Makama, escrita en prosa rimada y adornada con toda suerte de curiosidad filosófica buscando el impacto o efecto de la lección moral desarrollada.
En el libro “Huellas del Islam en la literatura española: de Juan Ruiz a Juan Goytisolo” de la investigadora Luce López Baralt, dice: “Muchos libros griegos, como los de Galeno, se salvan para Occidente sólo gracias a la traducción árabe. La de Aristóteles y los de Platón son lecturas comunes para estos intelectuales privilegiados: a través de Avicena y de Averroes sabemos que el aristotelismo y el neoplatonismo pasan a Europa (verbigracia, a Santo Tomás) e influyen en ella.
La admirable labor de traducción, que dura generaciones enteras, será como señala acertadamente José Muñoz Sendino, el ejemplo que siga en España Alfonso X el Sabio, tan ‘oriental’ en este sentido. Mientras Al-Rashid y Al-Maamün de Bagdad estudiaban la filosofía griega y persa y la hacían traducir, su contemporáneo en Occidente, Carlomagno, se esforzaba por aprender a escribir su nombre.
Este detalle elocuente nos habla de los distintos grados de civilización que habían alcanzado Occidente y Oriente por aquellos siglos. De todo ese espíritu intelectual y refinado se beneficiará el Occidente, porque como dice la misma autora: “Cuando la literatura castellana comenzaba a dar sus primeros balbuceos, la árabe se encontraba en pleno apogeo”.
Aportes árabes en las letras y la cultura
Si nos introducimos en las disciplinas del pensamiento en tiempos en que los árabes estuvieron conviviendo con los españoles en la península, encontramos un inmenso universo de investigadores y creadores que aún en nuestros días son paradigmas para el conocimiento del mundo moderno.
La expresión al-Ándalus, que para algunos investigadores tiene su origen en la locución árabe 'Jazirat al-Ándaluz!', que significa la isla del Atlántico o Atlántida y que podría aludir a la Península Ibérica, otros por el contrario consideran que esta proviene del germano landahlauts, compuesta de land que significa tierra y hlauts que significa lote.
La primera aparición documentada de la palabra al-Andalus, aparece en una moneda de oro del siglo VIII, en donde por una cara dice Hispania y de la otra se lee Al-Andalus, de allí que estos dos términos se consideran sinónimos.
Y es notorio que haya una marcada influencia árabe en España, ya que estuvieron bajo la férula del pensamiento árabe en diferentes etapas:
711 a 929, bajo la dependencia del Emir de Damasco.
929 a 1009, bajo el califato de Córdoba
1009 a 1090, subordinados a los reinos de Taifas
1090 a 1231, llegaron los almorávides y almohades.
1231 a 1492, reino nazarí de Granada.
Literatura
En el campo de la literatura los árabes alcanzaron niveles no obtenidos antes por ningún otro pueblo. Basta citar para ello la obra maestra del genio musulmán “Las Mil y Una Noches”, que ha constituido y constituirá el deleite de todos los hombres, las mujeres y los niños. A veces se hace cansón recordar cómo esta gran obra de la literatura universal ha marcado en forma imborrable sus huellas en todos los géneros literarios y artísticos desde su aparición hasta nuestros días: La novela, el cuento, la poesía, la ópera, el teatro, el cine, la prensa, la radio y televisión y todas las demás manifestaciones artístico-literarias, recibieron el flujo de esta sin igual obra literaria.
Es preciso también resaltar otra obra colosal en la literatura musulmana como lo es 'Kalila y Dimna', de Abdullah Ibn Almukafaa nacido en Persia y criado en Basora donde las fábulas, los cuentos y apólogos que florecieron en Europa Occidental a partir del siglo XIII, presentan analogías inequívocas de esta obra colosal.
En Filosofía
Al Kindi, (siglo IX), primer filósofo árabe militante. Su doctrina influyó notablemente en el pensamiento de Roger Bacon, primer filósofo europeo en muchos siglos, por cierto, discípulo de Córdoba, quien solía extrañarse de quien procuraba abordar temas filosóficos y científicos, sin el dominio del idioma árabe.
Al Farabi, (Años 870-950), de origen turco, los musulmanes lo consideran el más importante filósofo después de Aristóteles. Influyó en forma notable en los exponentes de la filosofía escolástica occidental y en especial en el pensamiento de Santo Tomas de Aquino, máximo exponente de la filosofía cristiana.
Avicena, (Años 980-1037), de origen persa de Bujara, es el más importante pensador y científico musulmán, sus conocimientos abarcaron la filosofía y la ciencia y se esmeró en complementar las teorías del AlFarabi, acerca de la creación del universo.
En las ciencias
Al Jawarismi: (Años 780-850), de origen persa fue el primero en establecer teorías y explicaciones en el álgebra, luego de inventar dicha disciplina y convertidor de los números en elementos de relación, dando por cierto su nombre a lo que hoy llamamos como "guarismos y logaritmos", deformación de su nombre.
Omar El Khayyam: (Años 1038-1123), también de origen persa, sabio, matemático y astrólogo que mejoró el álgebra y estableció un calendario más preciso que el gregoriano, ya que en el año 1079 divide el año en 365 días, cinco horas, cuarenta y nueve minutos y seis segundos exactamente como la tenemos hoy día.
En Medicina
Yaber Ben Hayan, árabe del siglo VIII padre de la química, que hizo conocer un apreciable número de elementos químicos nuevos, influye con sus conocimientos en los estudios de los minerales y la industria del vidrio. Introdujo muchas de las acepciones químicas a los idiomas europeos.
Ibn Haytham (965-1039), es el primer científico que corrigió a Ptolomeo en su errada visión acerca de la óptica. Establece las bases de la ciencia óptica moderna, es el primero en utilizar la cámara oscura, que es la base de la fotografía de hoy.
Premios Nobeles de las letras árabes
Naguib Mahfouz, (El Cairo, 11 de diciembre de 1911 - 30 de agosto de 2006), escritor egipcio. Conocido especialmente por su obra narrativa, le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura del año 1988, siendo así el primer escritor en lengua árabe en recibir dicho galardón, y el más reconocido. En el discurso de aceptación, con disculpa final como posdata, Mahfouz se presentó como un escritor del Tercer Mundo, pero también como el hijo de dos civilizaciones (la faraónica y la islámica), comprometido con la revolución como filosofía contra la pobreza. Su trilogía de El Cairo (Entre dos palacios, Palacio del deseo y La azucarera) le alzaron con el sobrenombre del padre de las letras árabes.
Ferit Orhan Pamuk, (Estambul, 7 de junio 1952) Nobel 2006, autor de El astrólogo y el sultán o Me llamo rojo. Pamuk es el novelista que narra desde un territorio literario llamado Estambul, pero además, bajo el compromiso con los derechos humanos del pueblo armenio y kurdo.
Samuel Yosef Agnon, Israelí, Nobel, 1966.
Palabras
Aljamia, los árabes daban el nombre de Aljamía a la lengua castellana, es del árabe 'al ayamiyya'. Hoy se aplica a los textos escritos por los moriscos en castellano, pero con caracteres arábigos. Es la literatura aljamiada, que es un campo de investigación extraordinario.
Algarabía, los españoles daban este nombre algarabía a la lengua árabe, del 'al-arabiyya'. También, en figurado, se dice de la lengua o escritura ininteligible, y también la manera de hablar atropelladamente y pronunciando mal las palabras. Hay un refrán que dice "Algarabía de allende, que el que la habla no la entiende", y se dice contra los que no se explican bien, por ser afectados en el lenguaje.
El Zejel, del árabe 'zayal', es una composición poética popular de origen árabe, que incluye una estrofilla inicial o estribillo y un número variable de estrofas de tres versos monorrimos seguidos de otro verso de rima igual a la del estribillo.
La Moaxja, del árabe "muwassaha", es una composición o estrofa poética compuesta en árabe o en hebreo, con una jarcha (del árabe "jarcha" = Salida) o estrofilla final escrita en dialecto mozárabe.
El anejir, del árabe "an-nachid" = canto o recitación, es un refrán o sentencia popular puesta en verso y cantable.
La jácara, árabe "yakkara"= hacer rabiar, es un romance alegre sobre pícaros y rufianes, escrito generalmente en la jerga de los bajos fondos. También en figurado expresa el fastidio y molestia o embuste y engaño.
La jarcha, del árabe "jarja" = salida, es una estrofa o cancioncilla final, escrita en dialecto mozárabe, de un poema largo denominado moaxaja y escrito en árabe o en hebreo. Las jarchas constituyen las primeras manifestaciones de la poesía lírica peninsular en lengua romance.
Conclusión
En fin podría seguir mencionando tantos y tantos documentos y evidencias que muestran como a lo largo de casi ocho siglos España, que andaba renga y en muletas, cuya sociedad vivía bajo el sino fatídico de la corrupción, con la llegada de los árabes en alfombras mágicas, camellos de tres gibas, dragones que echaban fuego por la boca y las doctrinas del Islam, se confundió con sus dominadores, se nutrió y engrandeció, remozó sus estructuras en el campo de las ciencias, las letras y la creación.
Florecieron sus ciudades, se armaron y produjeron conquistas y libros, y como los más ingratos del mundo se olvidaron de quienes los habían salvado de la hecatombe. Pero como dije al principio, también he vivido bajo el manto de las tradiciones y mis conocimientos sobre la extraordinaria cultura árabe se limitan a los cuentos de las Mil y una noches, que a la luz de luminarias y candiles nuestra madre nos leía y nos hacían soñar con castillos, princesas y dragones, mientras veíamos como salía de la lámpara de Aladino un enorme genio y nos guiaba a través de los pasillos insondable de los castillos encantados de la genial e inmortal Seherezade.
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Bibliografía
AMADOR DE LOS RÍOS, José: “Influencia de los árabes en las artes y en la Literatura Españolas”, Madrid, 1848.
Baquero, Gastón: Indios, negros y blancos en el caldero de América. Edit. ICI, España, 1991, p.237
DE CERVANTES SAAVEDRA, Miguel: “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”.
FRAILE, Guillermo: “Historia de la Filosofía”, Tomo II. Biblioteca de Autores Cristiano, BAC. Madrid, MCMLX.
Goytisolo, Juan, artículo, diario El País, Madrid.
KABCHI, Raimundo: “Presencia árabe en la cultura Universal”, siglos VIII-XV. Madrid, 1995.
La presencia árabe en la lengua española – Conferencia de Heidi Oueslati, Túnez.
Machado, Manuel: Antología, edit. Espasa-Calpe, colección Austral, Argentina, 1943.
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Notas
[1] Conferencia leída el día 22 de febrero de 2013 en el auditorio del Club Unión de la ciudad de Cartagena, en el marco de la Primera Asamblea Colombo Árabe, evento organizado por la Casa de la Cultura de Cartagena, la Asociación de Escritores de la Costa y ASOARABE. * Juan Pablo Forner, uno de los más famosos polemistas de la segunda mitad del siglo XVIII. Nacido en Mérida (Extremadura), estudió leyes y ejerció de fiscal en la Audiencia de Sevilla y en el Consejo de Castilla. La Real Academia Española premió en 1783 su Sátira contra los abusos introducidos en la poesía castellana. En Sátira menipea (1782), analiza la evolución de la literatura hispánica. Es también autor del Discurso sobre el modo de escribir y mejorar la Historia de España (1787), así como Discursos filosóficos sobre el hombre (1787), escritos en verso y salpicados de comentarios en prosa. Su obra literaria más conocida es Exequias de la lengua castellana (1795). [2] Las gentes: así como está escrito. [3] Londres, 13 de diciembre, 1753 – Candem, 21 de mayo, 1815. [4] Gustave Le Bond, 7 de mayo de 1841- 13 de diciembre de 1931. Psicólogo social francês, sociólogo y físico.
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