* En especial al Parque Colina y a los ciudadanos en general.
Cuando un núcleo familiar o cercano tiene a una persona con discapacidad física o cognitiva, la apreciación de la vida es distinta. Lo que para unos es ‘normal’ para otros no.
Mi papá es parapléjico desde hace 49 años. Su condición es una cuadriparesia espástica –aunque suene doloroso, no lo es. Le duelen los temas anexos a su condición–. Mi papá es una persona normal, lo conocimos con su lesión medular. Fue campeón nacional, panamericano y mundial de deporte en silla de ruedas, estudió economía en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, donde en ese entonces, había barreras arquitectónicas lo que no le impidió ser profesional. Trabajó en el sector público hasta conseguir su pensión de vejez como cualquier trabajador en Colombia. Tiene una una gran esposa, tres hijos y cuatro nietos.
Desde hace más de 30 años, como familia, en gran parte por la insistencia de mi mamá, hemos trabajado por el respeto y la inclusión de las personas en condición de discapacidad. En 1997 logramos incidir en la Ley 361 “(P)or la cual se establecen mecanismos de integración social de las personas con limitación y se dictan otras disposiciones”. Desde la promulgación de esta Ley, las altas Cortes emitieron sentencias con perspectiva de inclusión con las denominadas acciones afirmativas, que en principio se denominaron 'discriminación positiva', aunque el nombre es excluyente, nos dio paso para alcanzar algunos 'privilegios' en pro de la igualdad. Las acciones afirmativas se definen como “medidas, políticas o decisiones públicas a través de las cuales se establece un trato ventajoso, y en cuanto tal formalmente desigual, que favorece a determinadas personas o grupos humanos tradicionalmente marginados o discriminados, con el único propósito de avanzar hacia la igualdad sustancial de todo el conglomerado social” (Sentencia C-293/10).
Es decir, tenemos el deber como sociedad, de hacer menos dificultosa la situación de las personas en condición de discapacidad. Esto se ve reflejado en cosas cotidianas e invisibles para muchos. Quiero que hagan el ejercicio en un día cualquiera, que piensen en ellos como sujetos en normalidad. Los invito, para que cuando caminen en el andén sientan los altibajos del mismo, los ladrillos sueltos, la caca de perro y piensen en una persona en silla de ruedas o invidente. Al terminar el andén, tengan en cuenta si hay una rampa, un aviso para pasar la calle o miren si los conductores dan el paso a las personas caminantes e imaginen lo que es para una persona con discapacidad física o cognitiva en la cotidianidad.
Urge realizar campaña de sensibilización, de inclusión y respeto por los pocos espacios azules destinados al uso de personas en estado de discapacidad.
Pero lo que más me duele y me molesta es llegar a los parqueaderos azules. Les hablo de bahías, centros comerciales, hospitales, teatros, parqueaderos públicos, entre otros, –lo que es un logro inmenso para las personas y familias de discapacitados–, que son un espacio que debería permitir la inclusión y normal desarrollo en la vida cotidiana de personas en condición de discapacidad y que deben cumplir la normatividad internacional respectiva. Es decir, una zona más amplia de parqueo, que propende por la comodidad de una silla de ruedas, bastón, caminador o el espacio de acceso sin barreras para la población específica. Están pintados de azul y deben tener el símbolo internacional de accesibilidad. No es difícil distinguirlos y la ley ha dispuesto que como mínimo, debe existir el dos por ciento de parqueaderos para discapacitados y movilidad reducida, sobre el total del número de parqueaderos. En ningún caso habrá menos de uno. Esto no es nada, absolutamente nada, en comparación a los privilegios de las personas caminantes y sin restricciones de movilidad o cognitivas.
Sin embargo, –quiero referirme al caso en concreto del Centro Comercial Parque Colina–, donde a diario vemos personas caminantes –en camionetas muy altas (casi ninguna persona con silla de ruedas o caminador anda en carros altos)– que parquean sin ningún reparo en los parqueaderos destinados para las personas en condición de discapacidad. Es importante anotar que existen parqueaderos azules en este centro comercial delimitados a sillas de ruedas, otros a adultos mayores y otros a familias con coches. Es decir, que hay diferenciación de espacios con acciones afirmativas puntuales, a pesar de lo cual, personas sin conciencia social parquean en esos espacios, muchas veces sin vergüenza a violar condiciones mínimas de personas que necesitan los parqueaderos.
En ocasiones hemos llamado la atención de ciudadanos inconscientes que nos responden muy mal, sin importar que la silla de ruedas no pueda ser ubicada al lado del carro para que mi papá pueda bajar, por ejemplo. Muchas veces hay que parquear el carro en la mitad, esperar que mi papá se baje del vehículo, se ponga a salvo de un accidente, para, posteriormente, parquear en espacios convencionales, habiendo los suficientes delimitados como zonas azules.
Pero lo más aterrador es la indolencia de la administración del centro comercial, a la cual hemos acudido para que, no solamente se cumpla efectivamente la Ley 1287 de 2008, que autoriza a las personas en condición de discapacidad o con movilidad reducida a estacionar en las bahías de estacionamiento delimitadas para tal fin, si no que capacite al personal para que haga cumplir las normas. La respuesta ha sido déspota y pone la carga de la prueba en las personas con discapacidad, para que demuestren que quienes parquean en zonas azules no son personas con discapacidad. Cuentan con guardas de seguridad, cámaras y organización, pero son las personas que tienen pleno derecho quienes “deben demostrar” que las demás quitan los pocos espacios a los que tienen derecho, poniéndolas en peligro por su desinterés y falta de empatía.
Además, quienes tenemos a alguien en esta condición cuidamos por parquear bien, tener el carro con símbolos y de concientizar a quienes como ellos no respetan las diferencias y no creen en la igualdad.
Con esta columna que hoy escribo con el corazón, quiero hacerles un llamado como ciudadanos con privilegios, a respetar estos pocos espacios que hemos ganado después de muchas luchas, a que agradezcan que pueden caminar trayectos largos sin ningún peligro –lo que no pasa si se usa una silla de ruedas, bastón, caminador, entre otros– porque no tienen problemas motores o limitaciones físicas, porque son personas sin problemas cognitivos, ya sea porque no tienen personas en su núcleo familiar con estas condiciones o que quienes las tienen, puedan gozar de espacios mínimos de acceso a lugares sociales o comunes.
Hago un llamado a los parqueaderos públicos, a los centros comerciales, –especialmente a Parque Colina– para que inicie una campaña de sensibilización, de inclusión y respeto por los pocos espacios azules, a que cumplan la ley, y, en especial, para que sientan empatía por personas que no gozan de los privilegios que ustedes tienen.
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