"Si no lo puedes explicar de forma
sencilla, es que no lo has entendido bien" -
Albert Einstein
Mi Historia: Del temblor al escenario
Tenía solo nueve años cuando pisé un escenario por primera vez. Como si fuera ayer, recuerdo ese día en el patio salón de mi colegio Nuestra Señora de las Misericordias en Soledad. Mi profesora Mábel Fuentes Pantoja me encomendó leer el programa del acto cívico que le correspondía a mi curso.
¡Qué nervios! El papel temblaba en mis manos y las letras parecían bailar frente a mis ojos. Sentía todas las miradas clavadas en mí. Mi corazón latía tan fuerte que pensaba que todos podían oírlo.
Pero, entonces, ocurrió algo mágico. De repente, dejé de leer y empecé a improvisar. Y lo mejor de todo, ¡logré que el público (mi colegio) se riera! Recordé las palabras de mi mamá esa mañana mientras me servía el desayuno y peinaba mis gajos: "¡Tú puedes!". Y vaya que podía. El miedo se había transformado en emoción, en ganas de seguir.
El momento de la verdad
Mientras caminaba hacia el frente, el temblor era incontrolable. Algo cambió al tomar el megáfono y ver el patio salón colmado de público. La emoción le ganó al miedo. Estaba preparada y, de pronto, todo fluyó. Entré en lo que ahora sé que se llama 'flow', ese estado donde el miedo se esfuma y solo queda la pasión por comunicar. En ese momento no lo entendía, pero de tanto practicar, le fui perdiendo el temor a hablar en público y empecé a soñar con llegar a más y más escenarios.
Con cada paso que das hacia el escenario, con cada presentación, te acercas más a tu versión más poderosa y elocuente.
Un mensaje para ti
Si estás leyendo esta nota y el miedo a hablar en público te paraliza, recuerda: todos hemos pasado por ahí. Yo misma, con décadas de experiencia, aún siento esa cosquillita en el estómago antes de subir al escenario. La diferencia es que ahora la abrazo, la uso como combustible.
Tu voz importa. Tu mensaje merece ser escuchado. Con cada paso que das hacia el escenario, con cada presentación, te acercas más a tu versión más poderosa y elocuente.
Consejos que me han funcionado
Reconoce los síntomas: ¿Te tiemblan las manos? ¿Sudas? ¿Se te seca la boca? Identifícalos sin juzgarte.
Respira conscientemente: Inhala profundo por 4 segundos, aguanta 4, exhala por 4. Repite hasta sentirte más tranquilo.
Visualízate triunfando: Imagínate dando una presentación genial. Siente la conexión con tu público. Escucha los aplausos, mírate feliz después de ese éxito.
Prepárate, pero no te obsesiones: Conoce tu tema, pero deja espacio para lo inesperado.
Conéctate con tu pasión: Recuerda por qué es importante lo que vas a decir. Deja que esa pasión te guíe.
Lecciones que he aprendido
El público está de tu lado: No están ahí para juzgarte, sino para aprender de ti. Nadie sabrá si te equivocaste. Nunca te disculpes ni digas perdón; la gente no tiene idea de lo que venía o dónde está el error. Todos quieren que les enseñes, que les entretengas. ¡Tú puedes!
La perfección no existe: Tu autenticidad y pasión valen más que un discurso perfecto. La gente valora cuando eres vulnerable, cuando te muestras humano.
Cada presentación es una oportunidad: De crecer, de conectar, de impactar.
El 'flow' llega con la práctica: Cuanto más te expongas, más fácil será encontrar ese estado de fluidez.
Trata de hablar en público lo que mas puedas. En la iglesia, en reuniones. Cada vez sentirás menos miedo, el cerebro se va acostumbrando y ya sabe que no estas en peligro. . Y si yo pude pasar de ser una niña temblorosa de 9 años a una oradora apasionada, ¡tú también puedes hacerlo!
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