* Es una problemática que crece año tras año no sólo por la miseria.
En días pasados los habitantes de Cartagena nos despertamos con la noticia de que la embajada de Estados Unidos en Colombia consideraba que esta ciudad es muy insegura para los viajeros del país del norte. Algunos se sienten 'ofendidos' por este comunicado que, aunque no precisa casos puntuales, indudablemente no falta a la verdad.
Esta 'Heroica' urbe es muy insegura en todos los aspectos. Cuando se habla de esto se piensa únicamente en atracos, pequeños hurtos, agresiones verbales, riñas entre vecinos y otros actos similares. Pero esa sensación va mucho más allá de eso.
Nadie se acuerda que acá existe más del 76% vive en la pobreza y muchos de sus ciudadanos sólo tienen la oportunidad de comer una vez al día. ¿Existirá algo que produzca más miedo que la posibilidad real, no imaginada, de morirse de hambre? ¿No se le llamaría a esto “inseguridad alimentaria? Son los habitantes de esta ciudad los que están permanentemente amenazados; no los turistas.
En la ciudad amurallada existen motivos infinitos para sentirse atemorizados. Desde el número inmenso de vendedores ambulantes que ofrecen de cuanta cosa existe en este mundo, y que siguen por un buen trecho a las personas insistiendo en que se compren gafas, sombreros, agua o cualquier otro líquido, baratijas, como pulseras con los colores de la bandera de la ciudad o la de Colombia, camisetas, dulces, collares, réplicas de la estatua de la India Catalina, viajes a todos los sitios visitables en la ciudad y sus alrededores, hasta los que ofrecen prostitutas, droga o placeres aberrantes con menores de edad, etc., etc. Cualquier persona medianamente conocedora de la vida, sabe que puede ser atracada o estafada por cualquiera que lo siga con esa insoportable insistencia media cuadra o más.
Si a eso se le suma las pésimas aceras, las tapas de las alcantarillas que desaparecen “mágicamente”, los huecos y los automóviles que obstaculizan las rampas para los ciudadanos con sillas de ruedas o bastones, los charcos malolientes donde pululan los mosquitos transmisores del dengue, pues resulta muy claro que se produce algo de inseguridad psicológica aventurarse a caminar por grandes trechos allí.
La falta de compromiso real con los ciudadanos de las autoridades gubernamentales, sean locales o nacionales, para mejorar ampliamente las condiciones de vida y de seguridad de Cartagena es un secreto a voces.
El ofrecimiento de toda clase de viajes 'piratas' para conocer Islas del Rosario o cualquier otro paraje cercano a Cartagena es un desafío para la supervivencia. Frecuentemente las lanchas carecen de las medidas mínimas de seguridad y se navega con sobrecupo. Morir en mitad del Caribe no corresponde a la idea de seguridad de nadie.
En realidad, la inseguridad es una problemática que crece año tras año no sólo por la miseria, sino por la falta de oportunidades de trabajo estable, las condiciones deplorables de transporte público, los servicios de salud muy deficientes y una carencia de principios y valores en sus habitantes, que llevan a la inexistencia casi absoluta de cualquier vestigio de civismo.
Estos simples ejemplos de la cotidianidad cartagenera, llevan a la conclusión, para nada agradable, de que no exagera la Embajada de los Estados Unidos en decirle a los ciudadanos de ese país, que es insegura nuestra ciudad. Hace tiempo que es así. No hay que tapar el sol con un dedo y tampoco hay que culpar enteramente a la pandemia.
La falta de compromiso real con los ciudadanos de las autoridades gubernamentales, sean locales o nacionales, para mejorar ampliamente las condiciones de vida y de seguridad de Cartagena es un secreto a voces. No hay que rasgarse las vestiduras cada vez que se habla con la verdad. Hay que darle solución a los problemas.
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