* El dos de octubre de 2016 se olvidó que ¡El derecho al voto es la base esencial de la democracia participativa!
El dos de octubre de 2016, día durante el cual se definía el futuro de Colombia, ganó la indiferencia. Más de 20 millones de personas, de las 34.899.945 habilitadas para ejercer el derecho a decidir, prefirieron abstenerse de participar en la votación relacionada con el Acuerdo Final de Paz suscrito por el Gobierno Nacional con la guerrilla de las Farc-EP.
¡El derecho al voto es la base esencial de la democracia participativa! Y ejercer ese derecho legitima las decisiones que sean adoptadas. El elevado número de indiferentes, en una ocasión como el plebiscito realizado, fue lamentable. Durante el mismo ¡se decidía el futuro de Colombia! ¡No estaba en juego saber si fue o no gol de Yepes! Tampoco se trataba de escoger el menos malo de los candidatos en una contienda. Teníamos en nuestras mentes y manos decidir, masivamente, qué queríamos para el país.
Se que entre los 20 millones de abstencionistas se encontraban los indiferentes, los indolentes, los que no pudieron ejercer el voto a causa del huracán que azotaba por esos días el Caribe, los que no pudieron registrar sus cédulas o los que las habían perdido. Pero, 20 millones de personas que no votaron son muchas, demasiadas. Las consecuencias de ello las hemos vivido durante estos cinco años, durante los cuales la polarización iniciada mucho antes se ha ahondado hasta límites impensables.
De acuerdo con las reglas de la contienda, el umbral decisorio fue estimado en 4.536.992 votos para que el acuerdo fuese ratificado o rechazado popularmente. El ‘Sí’ o el ‘No’ deberían obtener, al menos, el 13 por ciento del censo electoral. Al final, los votos por el ‘No’ ganaron. Ese día sólo 13.066.047 votantes (37,43% de las personas habilitadas) concurrieron a las 81.929 mesas instaladas. 12.808.858 votos fueron válidos, 170.946 fueron nulos y 86.243 papeletas no fueron marcadas.
Lo que olvidamos con el paso de los días fue que era perentorio lograr consensos para que la Nación pudiese avanzar hacia un nuevo destino y a la construcción del país que anhelamos.
De los votos válidos, 6.431.376 (50,21%) fueron por el NO, y 6.377.482 (49,78%) optaron por el SI. Es decir, en un país de 45 millones de habitantes, con 34.899.945 personas habilitadas para votar, el NO ganó por 53.894 votos. Es decir, bajo ese criterio, 53.894 votos fueron suficientes para marcar la diferencia que buscaba decidir qué escenarios queríamos para el país. Como en las carreras de ciclismo, lo que cuenta es el tiempo entre el primero y los demás corredores, pues todos han transitado los mismos kilómetros. Esos 53.894 votos de diferencia fueron muchos menos que las 86.243 papeletas no marcadas o que los 170.946 votos que fueron anulados.
Después del plebiscito, ya lo sabemos, algunos puntos del acuerdo suscrito -el 26 de septiembre de 2016, en Cartagena- por el Gobierno y las Farc-EP fueron renegociados con los líderes del NO. Pero, ellos y sus seguidores no quedaron contentos con el resultado del segundo Acuerdo de Paz, que fue firmado el 24 de noviembre de 2016, en el Teatro Colón de Bogotá. Por supuesto, para nadie ha sido un secreto que se trató de un acuerdo imperfecto.
Lo que olvidamos con el paso de los días fue que era perentorio lograr consensos para que la Nación pudiese avanzar hacia un nuevo destino y a la construcción del país que anhelamos. Olvidamos, que la paz no se dará sola, porque no obedecerá a extraños sortilegios de generación espontánea. Soñábamos que el acuerdo para la Terminación Definitiva del Conflicto acabaría, como por arte de magia, con los muertos ocasionados en combates, los heridos mutilados, los bombardeos o los ataques terroristas.
Reitero lo dicho muchas veces: he pensado que casi siempre los muertos han sido jóvenes, siempre con sueños interrumpidos. “Pienso en los ataques sistemáticos a poblados, y en el terror que sentían sus moradores. Pienso en los niños y niñas a quienes les negaron infancia de felicidad, estudio y juegos. Pienso en los jóvenes soldados y campesinos mutilados por el uso indiscriminado de minas antipersona. Pienso en los secuestros políticos y extorsivos con víctimas que jamás regresaron a sus hogares. Pienso en las viudas y huérfanos que no hallan consuelo. Pienso en las víctimas, pienso en el dolor de cada madre cuyo hijo ofrendó su vida en defensa de la democracia, o perdido durante luchas bélicas de clase”. Aún pienso en ellos, y no pierdo la esperanza de que un día, de verdad, esos escenarios dejen de repetirse ¡Es imposible permanecer impávidos ante la violencia!
Hoy, como ayer, la construcción de la paz es y debe ser una tarea en la que debemos participar. Los jefes e integrantes de las Farc-EP se comprometieron a dejar las armas, a confesar los delitos, a no repetir y a reparar a las víctimas. “El compromiso del Gobierno es lograr equidad social en todo el país, para que haya mejor educación, más oportunidades, más desarrollo. En esa tarea transformadora de realidades sociales, no olvidemos que el tráfico de estupefacientes ha financiado la compra de armamento, ha transformando a las tropas irregulares en huestes poco adoctrinadas que se inclinaron por generar acciones terroristas, y ha generado oleadas de terrible corrupción, que es una de las formas más deleznable de violencia. Ésta deberá ser la lucha de fondo: combatir el narcotráfico y enfrentar toda forma de corrupción”.
¿Cómo podemos lograr que los colombianos nos reconciliemos a partir de consensos sobre lo fundamental? Creo que el primer paso que debemos dar es derrotar la apatía y participar en las jornadas de decisión. Es decir, ejercer el derecho a elegir en democracia, por quien pensemos que merece representarnos en las corporaciones o en las administraciones. Eso es lo grande de la democracia participativa y la libertad. Libertad para elegir, libertad para oponerse. Libertad para disentir o para lograr acuerdos de reconstrucción del tejido social y de sana convivencia.
Hoy, cinco años después, creo que, tristemente, el dos de octubre de 2016 ganaron la indiferencia y la indolencia, dejando en muchos la sensación de andar a la deriva.
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Artículo realizado a partir de apuntes y notas escritos en 2016.
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