Conocí a Gonzalo Guillén hace unos años en casa de un amigo común. Había seguido sus investigaciones periodísticas con atención por largo tiempo y durante nuestra conversación constate que estaba muy bien documentado. Todo lo que denunciaba se sustentaba en pruebas irrefutables. Por eso tengo la mejor impresión de su trabajo hecho con dedicación, de manera objetiva, apegado a la verdad y conocedor de la realidad de nuestros políticos, muchas veces ligados a la corrupción administrativa, así como a los grupos del narcotráfico y paramilitares.
Había sido amenazado muchas veces, pero su compromiso con su profesión, con la verdad y con su país han sido tan fuertes que no ha dejado de hacer lo que su deber como profesional y buen ciudadano le indican.
Muchas veces fue amenazado, por lo que se vio obligado a salir con los suyos del país, pero su trabajo jamás dejó de ejercerlo con el mismo espíritu investigativo de siempre.
Ahora, debido a una tutela interpuesta por el señor Carlos Barros por un comentario hecho en Twitter en diciembre del 2019, y que fue fallada a favor del demandante, este periodista deberá pagar una millonaria suma y será arrestado por tres días, por haber desacatado la orden de retractarse de lo manifestado.
Evidentemente el fallo que obliga a Guillén a rectificar es controversial y pone en el tapete el tema de la libertad que debe gozar la prensa en toda sociedad verdaderamente democrática. Sin embargo, hay que decir que su amplia experiencia en periodismo investigativo, la seriedad de sus trabajos alrededor del narcotráfico en Colombia, su valentía para hacer denuncias bien fundamentadas, son pruebas suficientes de que su comentario no fue dicho a la ligera sino que estamos frente a un hombre honorable y comprometido con la Verdad. Esa verdad que se escribe con letras mayúsculas y que no debe intentarse callar.
Ahora vale la pena detenernos un momento frente a la realidad de la prensa en este país. Los diferentes gobiernos colombianos no se han caracterizado, a lo largo de su historia republicana, por su respeto a la libertad de prensa. Es frecuente que se cometan injusticias y se les aplique toda clase de censuras. El periodismo en nuestro país es constantemente atacado e incluso muchos han sido asesinados cuando denuncian hechos graves. Basta con detenerse en acontecimientos como los sucedidos a mediados del siglo XX: Los principales diarios del país fueron clausurados durante la dictadura de Rojas Pinilla y desde entonces hasta nuestros días la situación no ha mejorado. Igualmente, muchos han muerto a manos de bandas delictivas, como le sucedió a Don Guillermo Cano Isaza. Los llamados de atención de diversos organismos internacionales sobre constantes arbitrariedades en contra del sagrado derecho de estar informados que tenemos los colombianos no han detenido las acciones violentas en contra de la libertad de opinión. Es claro que deberíamos estar muy preocupados por estas aberrantes situaciones.
El caso de Gustavo Guillén es uno más que deja al descubierto las presiones indebidas que constantemente se busca hacer sobre los periodistas independientes, para obligarlos a desistir de sus investigaciones bien fundamentadas. Sabemos que son muchas las denuncias de abusos de poder y de corrupción, así como de gobernantes comprometidos hasta la médula con grupos de delincuentes como narcotraficantes o grupos armados al margen de la ley. Es un hecho que en nuestro país cualquier tipo de violencia se ejerce con total impunidad. Contar con comunicadores sociales valientes y decididos es una necesidad imperiosa para fortalecernos como nación que busca la reconciliación y la verdadera paz. No es moralmente aceptable que los medios de comunicación y varios de los allí laboran, distorsionen adrede la verdad y la acomoden según la conveniencia de unos pocos. La información objetiva es uno de los derechos fundamentales que están consagrados en la Constitución de 1991; atropellarla es un abuso que nos convierte en un territorio esclavo del silencio cómplice de la injusticia.
Colombia necesita un periodismo libre de presiones indebidas. Urge que tengamos más personas dispuestas a denunciar hechos graves, tal como en este momento lo hace Gustavo Guillén. Así y sólo así comenzaremos a fortalecernos como una real democracia.
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