* El tema es ético, moral, médico, religioso, científico y jurídico.
Hablar de la muerte no es fácil, genera resistencia. Imaginen hablar de una muerte asistida, un suicidio asistido o de eutanasia… Te caen encima, en especial quienes hablan desde sus privilegios, de su vida sin dolor. Muchos hablan desde la religión y espiritualidad como parte fundamental de la vida. Además, son impertinentes, porque siempre te dicen cómo se curaron de cualquier cosa… Todo eso, con mirada inquisidora.
Cuando hablamos de eutanasia o de una ‘buena muerte’, podemos decir que es el método para causar la muerte en casos de pacientes terminales, es decir, personas que no tienen otra salida más allá. En este acto de compasión se busca evitar padecimientos físicos y sicológicos que no solo se relacionan con el paciente, si no con el entorno familiar y cuidadores. Se trata de una práctica que está despenalizada[1] desde 1997.
En Colombia, país eminentemente católico, se amplió el derecho a solicitar la eutanasia, a pacientes que, aunque no tengan una enfermedad terminal, sí padezcan un intenso sufrimiento físico o psíquico que provenga de una lesión corporal, o de una enfermedad grave e incurable. La Corte eliminó la condición de enfermedad terminal.
La Corte Constitucional dijo: “En el marco del respeto por la dignidad humana no puede obligarse a una persona a seguir viviendo cuando padece una enfermedad grave e incurable que le produce intensos sufrimientos, y ha adoptado (el paciente) la decisión autónoma de terminar su existencia ante condiciones que considera incompatibles con su concepción de una vida digna”.[2] ¡En buena hora!
Esta sentencia, tiene dos principios fundamentales: la dignidad humana y la autonomía individual. La primera es: la facultad que tiene la persona para razonar y determinar sobre lo que es bueno o malo y a su vez es indispensable para el regocijo pleno de la vida. La segunda: se refiere al derecho autónomo que no requiere de otros derechos para configurarse. Como se ve, son conceptos ligados uno del otro.
La eutanasia lleva a discusiones grandes en Colombia y puedo decir que en el mundo, pero nos enfocaremos en nuestro país. Puede que sea por desconocimiento al procedimiento, miedo a la muerte, concepciones morales o religiosas. Generalmente, estos juicios, que como ya lo expresé, se hacen desde los privilegios de no tener dolor crónico, de tener una salud perfecta y la falta de empatía absoluta. No solamente por parte de la sociedad en general, si no por buena parte del cuerpo médico que trata a los pacientes con indolencia.
El tema es ético, moral, médico, religioso, científico y jurídico. Muchas convergencias para una decisión consciente, autónoma, libre y que, realmente, es la última instancia, porque estoy segura que los pacientes han intentado todo por tener calidad de vida.
Yo lo he mencionado en varias columnas. Vivir con dolor no es viable. El dolor enloquece, la calidad de vida es precaria, dañas tu entorno familiar, afectivo y amoroso, por lo que hay que buscar todas las opciones para minimizarlo (porque para pacientes crónicos no es pensable eliminarlo). Se transita por medicina alternativa, meditaciones, medicina tradicional, terapias, yoga, hidroterapias y se llega a cuidados paliativos con opiáceos y morfina, y ni aun así mejora la calidad de vida. Con el agravante de que ves en las personas que más amas, el dolor, la rabia, la impotencia y cómo van dejando sus vidas por tener que “aguantar” el sufrimiento de un ser querido, lo que se convierte en una carga.
El tema es ético, moral, médico, religioso, científico y jurídico.
Para acceder a este procedimiento, supuestamente autónomo y voluntario -lo que no es tanto- se establecieron criterios mediante la resolución 1216 del 20 de abril de 2015, cumpliendo la sentencia T970/2014, en la que establecieron criterios para el trámite y comités científicos interdisciplinarios que evalúan cada caso en particular -perdiéndose la autonomía, pues la decisión está supeditada a criterios de los comités interdisciplinarios y a tratamientos previos conceptuados científicamente-.
Tres personas han pasado a la historia en Colombia por su eutanasia: Víctor Escobar, Martha Sepúlveda y Carolina Otálora. Víctor y Martha, por ser los primeros en morir dignamente sin tener una enfermedad terminal, luego de largas luchas jurídicas y, Carolina, por ser una patinadora que dio muchos triunfos para Colombia.
Víctor fue el primer valiente que recibió la eutanasia por enfermedad pulmonar obstructiva (EPOC) e hipertensión. Martha, por Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), enfermedad que afecta el sistema nervioso y ataca las células que permiten el funcionamiento de los músculos. Ambas dolorosas enfermedades que llevan a la locura -literal-. Las últimas palabras de Víctor me llegaron al alma: “deberían ponerse la mano en el corazón y ver el sufrimiento de cada paciente no terminal, paciente degenerativo como yo, y el derecho a someterse a una muerte digna”. Por último, Carolina, mujer atlética, joven y gloria del deporte en Colombia, quien padecía un cáncer gástrico.
Pero, como ellos, otras personas de la cotidianidad, han tomado la decisión de tener una muerte digna. Mi primo Miguel Ángel, un hombre de mi edad, que padeció por décadas dolores insuperables de cabeza, por tumores cerebrales que, a pesar de varias intervenciones quirúrgicas se reproducían nuevamente. Sus dolores eran cada vez más difíciles de manejar y tolerar en el diario vivir. Su dolor lo llevó a encerrarse en el apartamento, tomó la decisión de no tener hijos, ni una pareja. La familia siempre decía, ¡que pereza Miguel Ángel, siempre bravo! ¡que quejadera la de este muchacho! Sin siquiera un poco de empatía, a pesar de que él asumió su dolor con entereza. Murió tranquilo.
La Eutanasia no es un mal, ni social, ni moral. Es una posibilidad de dignidad para quienes sufrimos dolor crónico y no encontramos soluciones médicas, científicas o paliativas a nuestras enfermedades de base.
Gracias a los valientes por abrir el camino. Sé que fue una larga lucha, pero valió la pena. Mil gracias.
Comentários