Luego de los meses de pandemia, las medidas sanitarias se han levantado y cada ciudad del país busca retomar sus actividades, alcanzar el tan anhelado regreso a la normalidad. Sin embargo las circunstancias no son las más adecuadas y el riesgo de contagio no ha pasado, por lo que la necesidad de retomar las actividades económicas para contrarrestar las precarias condiciones que aquejan a muchas de las familias ecuatorianas, han traído consigo la reafirmación de la deficiencia en las medidas gubernamentales para prestar asistencia emergente a la ciudadanía.
Como respuesta a esto, el mes de octubre se ha caracterizado por la expresión del descontento ciudadano a través de las manifestaciones de médicos y educadores que reclaman al gobierno se preste las condiciones adecuadas para el cumplimiento de sus respectivas labores, así como el pago de los salarios adeudados, mismo que no se han cubierto bajo la excusa de insolvencia. Misma que se desvirtúa cuando se pretende destinar montos de dinero exorbitantes para campañas electorales, que dadas las circunstancias reales de nuestro país no resultan una prioridad inmediata frente a la emergencia educativa y médica a la que nos enfrentamos.
Tanto médicos y educadores continúan dando lo mejor de sí en sus empleos para cumplir con el compromiso profesional y personal que han adquirido con sus pacientes y alumnos, aun cuando el estado y sus correspondientes instituciones han dejado de lado las necesidades correspondientes al cumplimiento de su deber.
Los medios de comunicación publican titulares llamándolos héroes del pueblo y enalteciendo su predisposición a destinar sus propios recursos para no faltar a su labor cotidiana. Muestra médicos que compran sus propios trajes de bioseguridad o que por su escases, se cubren con fundas para basura y cinta adhesiva, así como muestran maestros que, en sectores rurales, caminan largos tramos para dar clases a sus alumnos pues no cuentan con computadores y mucho menos acceso a internet, y en relación a esto último, maestros que pagan horas en centros de cómputo para poder dar clases pues tampoco disponen de estos recursos en casa.
Los profesionales de la salud y la educación son quienes han suplido las obligaciones estatales para subsanar escasamente las dificultades y seguir prestando atención a quienes los necesitan. Sin embargo a quienes corresponde la tarea de hacer frente a estas dificultades, las han ignorado y los medios de comunicación solo han contribuido a desviar la atención del problema, endulzándolo con halagos mediocres y fuera de lugar.
Lo cierto es que la ilusión de salir de las medidas de aseguramiento para retomar la economía nacional, se ha consolidado en un timo del que muchos han sacado partido. Realmente la romantización de las precarias condiciones laborales de los “héroes” de nuestro país se han convertido en descaro total avalado por los medios de comunicación que ahora más que antes nos desinforman.
La precariedad no se encuentra únicamente en la manipulación de la información y en las condiciones laborales de los profesionales de nuestro país, sino también en la mentalidad de los políticos que abuzando de su poder han sacado provecho del pueblo, mismo que se mantiene dividido entre el despertar al reclamo de un estado real y el letargo por el costumbrismo naturalizado.
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