* Las comunidades han empezado a buscar un orden, más allá del orden legal.
El estudio de culturas comparadas adelantado por pensadores de la talla de René Guenón, Frithjof Schuon o Mircea Eliade nos enseña que existen principios trascendentes e inherentes a todas las comunidades humanas, desde los grupos familiares y los clanes hasta las ciudades y los imperios, con independencia de su existencia en el tiempo y en el espacio.
Entre estos principios se encuentran la autoridad, el orden, la soberanía y la jerarquía. En otras palabras, ninguna sociedad -política, económica, e incluso criminal- puede subsistir sin ellos: se dan de manera natural y crecen como la hierba y la maleza, inevitablemente, aunque se rechacen, se nieguen o se combatan, puesto que no hay posibilidad de que haya sociedad sin ellos.
Así, el Estado, la Fuerza Pública y sus representantes, el Contrato Social en general, son una manifestación moderna de estos principios en el plano político. Esta es en el fondo la razón por la que, durante mucho tiempo, la gente y las naciones en Occidente han creído en ellos y les han entregado su confianza y sus esperanzas. Sin embargo, cuando estos sistemas modernos han dejado de funcionar, los principios de los que venimos hablando han emergido de una u otra manera y a veces de las formas indeseables. Cuando desaparece la representación de estos principios en las formas acordadas, se diseminan y se encarnan en otro tipo de organismos.
La falta de control y de una verdadera presencia institucional (...) ha dado lugar a una resignificación del sentido de comunidad y a una búsqueda en la autonomía individual y colectiva.
Justamente esto es lo que ha ocurrido en el país cuando el Estado no ha asumido su soberanía ni ha ejercido control en diferentes zonas: emergen diferentes grupos armados y organizaciones cuya autoridad es aceptada e incluso deseada por las comunidades. Es lo que ocurre también cuando un joven no encuentra autoridad ni orden en su familia y acepta otros externos en una pandilla, una barra o cualquier otro ser humano o tribu, puesto que el hombre tiende a un orden y a unas estructuras esenciales, para bien o para mal.
A partir de esta lógica podemos considerar lo que viene ocurriendo en Bogotá, en donde, a falta de liderazgo y la autoridad del gobierno, en medio del derrumbamiento absoluto de la seguridad en toda la ciudad, las comunidades han empezado a buscar un orden, más allá del orden legal. La falta de control y de una verdadera presencia institucional que garantice la seguridad en los barrios, en las calles y en los hogares, sobre los bienes las propiedades y la integridad, ha dado lugar a una resignificación del sentido de comunidad y a una búsqueda en la autonomía individual y colectiva.
De este modo podemos comprender que se estén dando cada vez más casos de justicia por mano propia y que se estén creando brigadas de vigilancia y seguridad en diferentes barrios de la ciudad, unos mas cercamos a la legalidad y las empresas privadas que otros. Frente a este panorama no cabe ni culpar a las comunidades ni exigirles respetar la ley a la que el gobierno mismo ha faltado, olvidando su obligación de velar por los intereses de la mayoría. Si no se establecen unas acciones concretas y eficaces que devuelvan la credibilidad de la ciudadanía frente a la institucionalidad, la propia naturaleza seguirá llevando a la ciudadanía a algún tipo de orden que no siempre se buscará y se conseguirá de la manera adecuada, aunque no estemos de acuerdo con ello.
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