* América Latina fue la región en desarrollo más afectada por la pandemia.
Los índices estadísticos de la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL) señalan que desde 2014 hasta antes de la irrupción del Covid-19, los niveles promedio de pobreza en América Latina estaban aumentando.
América Latina fue la región en desarrollo más afectada por la pandemia: se profundizaron las desigualdades sociales estructurales, se evidenciaron los altos niveles de informalidad, se agudizó la baja productividad y la desprotección social dejando al descubierto nudos críticos propiciados por sistemas de salud deficientes. En educación, el cierre de centros educativos reveló la brecha existente en el acceso a internet. Se magnificó la injusta división sexual del trabajo marcando un retroceso en la inclusión laboral de las mujeres, con impacto desigualador en informales y jóvenes.
Las medidas sugeridas para salir de la crisis hacen parte del documento CEPAL titulado ‘Panorama social de América Latina 2020’ no han sido extraídas de algún pacto ‘comunista’:
La pandemia es una coyuntura crítica que redefine posibilidades.
El malestar social es a la vez un factor de transformación y de progreso y exige dejar atrás la cultura del privilegio.
Con la crisis, crece el desafío de la sostenibilidad de la protección social.
Es clave el papel de las políticas públicas del Estado. Se deben implementar estrategias para avanzar en el Desarrollo Sostenible con la igualdad en el centro.
Se deben generar consensos en torno a la necesidad de construir verdaderos estados de bienestar y una sociedad del cuidado promoviendo la igualdad desde la acción pública intersectorial.
Se requiere un pacto social centrado en el bienestar y los derechos: un instrumento político basado en el diálogo amplio y participativo que presente un reconocimiento de identidades y derechos y una redistribución de recursos y oportunidades.
Los nuevos pactos sociales exigen pactos fiscales, que promuevan una sostenibilidad progresiva hacia el bienestar.
Es falso el dilema economía – salud: es necesario enfocarse en la resiliencia de la sociedad y en la vía del empleo productivo con derechos.
La emergencia refuerza la necesidad de avanzar en sistemas universales, integrales y sostenibles de protección social.
No se requieren grandes conocimientos en ciencias económicas, políticas o sociales para reconocer que son criterios cuya aplicación benefician a cualquier pueblo en cualquier tiempo, con o sin pandemia. Todas estas recomendaciones no son ‘vinculantes’ y, por supuesto, si es por nuestra dirigencia, se quedarán en letras.
El tiempo y la energía de los latinoamericanos se consumen en actividades que no dejan espacio a la construcción de contextos de análisis, de reflexión, de convicción necesaria que permitan impulsar cambios reales en nuestras obsoletas estructuras socioeconómicas. Muchos andan ocupados en su supervivencia, atenidos a la justicia divina, enfrentados entre ‘ricos’ y ‘pobres’, confundidos con tesis de ‘Derecha’ y de ‘Izquierda’, distraídos con fútbol y rumbas.
Es mucho más probable que -apoyados en una juventud que ya sabe que la pobreza de un país está en la incapacidad, negligencia y corrupción de sus dirigentes- surjan salidas pacíficas desde personajes privilegiados a los que la fortuna les ha permitido adquirir eso que denominamos conciencia, que de la entraña de clases que solo producen reclamos y protestas que son justas, pero que presentan soluciones violentas. El poder responde con más violencia.
En Colombia tenemos un formidable desafío porque al mando del Estado se encuentran mentes astutas al servicio de intereses ridículamente corruptos que no tienen siquiera sanción social.
La historia señala que, con contadas excepciones, los grandes cambios solo se consiguen con sangre. Estamos en el futuro, es el siglo XXI, la idea es romper esa tendencia.
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