* Todo se reduce a un clamor por la vida.
Nueve de la mañana. Aspiró una vez más, profundamente, mantuvo el humo en los pulmones. En su cerebro se estimulan las neuronas que liberan dopamina. La yerba tiene un efecto distinto en cada uno. Ella, percibe estímulos sublimes que gratifican. Tres hombres también jóvenes la acompañan, sentados en el piso. Hay otros dos de pie dirigiendo la reunión, todos, malhechores consagrados.
Un patio amplio en una casa grande de un barrio de clase media. Habla el que parece ser el jefe, instruyendo sobre un mapa en la pared.
- Lo mismo. Hoy tenemos otra manifestación grande que arranca a las cinco. Acuérdense, pancartas, tapabocas y banderas. Será ya de noche cuando pasen por aquí.
Muestra en el mapa la ubicación de un almacén grande de cadena.
- Cusumbo da la señal, rompen los vidrios y se meten. Hernán aprieta a los vigilantes, como sea, y tranquilos, los policías llegan cuando nos hayamos ido. Que la gente agarre lo que pueda, fue el trato. Chuki, me traes un litro de Chivas.
Chuki sonríe.
- Lo que nos interesa es esto.
Señala el área de electrodomésticos.
- Los computadores Jimena, me los dejan acá.
Indicó otro punto, no muy lejos. Aseguraba su tajada (¿$100 millones?), para repartir. Jimena asiente feliz, plenamente relajada.
Es todo un dispositivo. Bajo el control de sus lugartenientes tienen enganchado un grupo ejecutor de los desmanes, 20 o 30 individuos de una zona paupérrima, que participan por la certeza de lograr por lo menos un mercado decente, ropa, zapatos, tenis de marca, o simplemente creer que le están haciendo daño a los 'ricos'.
Inevitables circunstancias que siempre se adhieren a las marchas legítimas y las invalidan, como la infiltración de elementos que hacen tanto daño a movimientos que se proyectan de manera pacífica. Funciona igual para muchos otros casos, con otros objetivos, diversos intereses, otra clase de ejecutores, diferentes dimensiones, que con ataques a propiedades del Estado, convierten en un conflicto complejo, genuinas expresiones populares de la primavera latinoamericana.
Es el material para la mayoría de los grandes medios que andan desconectados, enviando señales irresponsables que sólo juzgan el vandalismo y satanizan la realidad, devorando el marco informativo sin perspectiva ni contexto, exhibiendo flojos neutralismos en 'análisis' sabios y prudentes.
Los maleantes organizadores, consiguen su objetivo sin inmiscuirse en las acciones, indemnes como los políticos y comandantes que ordenan y alcahuetean excesos y réplicas desproporcionadas, que no son disuasión sino combate, en batallas contra la gente. Los miembros de las Fuerzas Armadas son instrumentalizados, y al final, son hermanos del mismo pueblo los que terminan agrediéndose fatalmente.
El protagonista principal de esta película de indignación, de desmanes e injusticias, de encubrimiento y corruptelas, de muertes de malos y de buenos, es el dinero, la riqueza, la economía, el poder.
Todas estas acciones clandestinas, de muchas maneras previsibles, podrían ser detectadas por los organismos de control e inteligencia, que andan desviando su eficacia, su tiempo y su energía a la caza de conjuras irreales, chuzando la vida de políticos, periodistas, líderes y ciudadanos, permitiendo que suceda, a pesar de todas las pistas, evidencias y señales, otro vandalismo muy sutil pero mucho más salvaje:
Chambacú, 10.000 millones
Foncolpuertos, 2.5 billones
Dragacol, 23.000 millones
Invercolsa, 9.462 millones
Cajanal, 9.000 millones
Agro Ingreso Seguro, 200.000 millones
Carrusel de la contratación, 2.2 billones
DNE, 30.000 millones
Saludcoop,1.4 billones
Caprecom, 292.000 millones
DIAN, 2.2 billones
Interbolsa, 600.000 millones
Reficar, 1.8 billones
Odebrecht, 11 millones de dólares
Coljuegos, 2.000 millones
Corpouraba, 2.648 millones
Llanopetrol, 18.265 millones
Colpensiones, 75.000 millones
Ecopetrol, 134.000 millones
Fifagate, 1.500 millones
El Guavio, 15.000 millones
Fidupetrol, 500 millones
Chirajara, 60.000 millones + 9 muertos
Hidroituango, 4.0 billones
Túnel de la línea, 1.3 billones
Ruta del sol, 808.000 millones
Estraval, 1.5 billones
Universidad Distrital de Bogotá, 11.000 millones
Finagro, 226.000 millones.
Y es sólo el vandalismo del que nos enteramos, exquisito, de 15.000 millones de dólares cada año, cometido por “gente bien”, sin protestas ni piedra, sin bloqueos ni desórdenes, que en caso de descubrirse, no se castiga, se tramita en nuestro sistema judicial.
El protagonista principal de esta película de indignación, de desmanes e injusticias, de encubrimiento y corruptelas, de muertes de malos y de buenos, es el dinero, la riqueza, la economía, el poder. El dinero es una medida, no es el valor de nada en sí mismo.
La razón de las protestas es que se sigue organizando la economía de una forma que nos está ahogando. En estos países, la estabilidad de las finanzas públicas es inestabilidad para la vida de muchos seres humanos. Lo que nos están enseñando estos muchachos es que la ciencia económica, que domina la creación y la distribución de la riqueza, no es una fatalidad del destino. Son corrientes que se imponen, que se pueden modificar o suprimir cuando son impropias o dañinas para las dinámicas sociales. Tenemos en el país hombres y mujeres capaces de plantear y estructurar otras posibilidades, diseñar otra Colombia. Organizar la sociedad con base en la participación y no en el abuso y la rapiña. Se puede desarrollar un nuevo planteamiento económico y detener la miseria de millones. Por supuesto que los que tienen algo que perder en el proceso, se resisten violentamente.
Los verdaderos poderosos compran políticos y partidos enteros para que traduzcan su voluntad en leyes que son dictadas. Los superricos pagan el 1.5% sobre los ingresos brutos y el 3.8% sobre ingresos operacionales. Como la justicia social reduciría drásticamente sus expectativas de riqueza, consiguen convertir el asunto en emociones y creencias y que se conciba esa justicia por parte de una multitud de pequeños potentados, como un sistema atroz, como un caos donde los pobres asesinan a los ricos para apoderase de sus bienes, logrando que un montón de fanatizados seres temerosos piensen que van a perder sus bagatelas, en una lucha entre el bien y el mal. El miedo también es un motor.
Presentan la protesta social como un acto terrorista donde los manifestantes son enemigos que se convierten en objetivos militares, actores de una guerra, y merecen aniquilarse con las armas de la república y el armamento de privados. Se declara, de hecho, la pena de muerte.
Estamos en una buena hora para Colombia, es tiempo de grandeza para escuchar a los que piensan distinto. La pandemia nos adelanta un paso en esta evolución tan lenta. Nos da tiempo para que tengamos presente que funcionamos mal, que nuestra economía es deforme en contra del 99%, que el narcotráfico nos deja una deuda social inmensa, que somos el quinto país más injusto de la tierra, que nos amenaza una bomba social que se viene estructurando desde hace muchos años.
La epidemia desnudó nuestra miseria. Muchos descubrimos hasta ahora que convivimos con un universo de 21 millones de pobres sometidos a un 15% de desempleo.
Hay una juventud que piensa que vivir bien es vivir con sentido. No es la ideología sino la realidad la que debe marcar nuestro camino.
Cristianos: el amor al prójimo, la misericordia, son solo palabras en piadosas oraciones. No se puede encontrar amor donde no existe el respeto.
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